jueves, 13 de mayo de 2010

LOS SUEÑOS QUE ME SUSURRA EL VIENTO (PARTE I)



Miller:

Espero que este cuento le guste,

Simplemente ha sido una forma de expresar entre otras cosas,

Mi agradecimiento por la amabilidad

Brindada por usted y su mamá.

Gracias.


Atte.

Hernando Sáenz Acosta

Marzo de 2008

I

Son las 6:30 de la mañana. Esta noche que termina fue mucho más tranquila. Logré relajar mis temores acerca del futuro y cerré mis ojos escuchando los recuerdos de aquellos días en que me sentía protegido, arrullado en medio de este gigantesco cosmos. Al ver el reloj de mi celular, trato de adivinar el color del cielo. Tal vez sea de un azul profundo, manchado por unas cuantas nubes. Así son muchos de los días de diciembre y enero aquí en esta ciudad, pero el cambio climático ha vuelto cada vez más impredecible esa situación y cuando veo ese cielo gris, me pregunto si hoy 11 de enero, lloverá.


Escucho a Nani cocinar. Ella siempre se levanta temprano, para prepararle el desayuno a mi hermano Elías. Él, ya no vive con nosotros, pero aún viene a diario para desayunar y salir en la moto a su trabajo. Recorre todos los días esta ciudad, entregando a los cirujanos plásticos, los implantes que han de ser colocados la mayoría de las veces por vanidad en los bustos y rostros de mujeres y hombres que desean conservar el ideal estético que nos ofrece esta modernidad. En las noches, regresa acompañado de su novia y después de cenar y contarnos lo que le ha pasado en ese día, regresa a su pieza, donde vive hace ya tiempo.


Por el contrario, yo aún vivo con mi mamá. Fueron muchos años viviendo los tres en el mismo cuarto, con nuestras intimidades hechas públicas, sin la posibilidad de un espacio y un tiempo propio, hasta hace unos dos años. Cuando Elías se fue, decidí tomar su pieza en arriendo y fue así como logré a mi manera, independizarme de mi mamá. Después de cambiarnos de casa, de haber llegado a este lugar, he conservado mi espacio. Es la primera vez que tengo vista hacia la calle y si bien a veces duermo bien, existen noches en que los ruidos de borrachos o de carros pasando por la cuadra, impiden que logre conciliar el sueño. Al amanecer intento adivinar el color del cielo, mientras escucho en la radio, las tragedias que sacuden al mundo entero, tratando de no desanimarme antes de iniciar mi batalla por alcanzar la felicidad.


Después de saludar a Nani y de tomar mi primer tinto del día, repaso lo acordado con Adriana. Ella ha quedado de llamar hacia las 8 de la mañana para confirmar si la señora Tulia tiene tiempo para atender nuestra visita. Mi mamá ha decidido regresar a la cama, para ver televisión: después de ver las noticias decide cambiar el canal y disfrutar de los videos musicales de su música favorita. Fuimos criados escuchando las rancheras y la música carrilera y aún cuando se puede decir que mi gusto va por otro lado, la costumbre genera un cierto gusto por muchas cosas que solo suceden en virtud de la presencia de ciertas personas. Cuando pienso en el día en que mamá no estará, siento que voy a extrañar esta música que tanto odié de niño. Pero siempre hay momentos para revivir ese pasado. Sería ella quién en definitiva reviviría parte de su infancia y adolescencia en la visita que íbamos a realizar a las veredas de El Uval y la Requilina en Usme.


Me he asegurado de dejar bien cerradas las puertas, de salir con el dinero suficiente y por sugerencia de mi madre hemos comprado un pan hawaiano como presente. Le hemos dicho a Adriana que nos espere en la plaza de Usme hacia las 11:00 de la mañana. No queríamos llegar tarde, pero esta impuntualidad colombiana parece estar enraizada en nuestros huesos y pese a todo esfuerzo debo llamar a mi princesa para excusarme y comentarle que apenas vamos de salida. Eran las 10:20 cuando tomamos el bus.

No hay comentarios: