miércoles, 18 de noviembre de 2009

DE REPUBLICAS INDEPENDIENTES Y OTRAS FICCIONES SOCIALES.

El próximo año, estará lleno de eventos conmemorativos a propósito de aquel mes de Julio de 1810 en el cual, según la historia oficial, alcanzamos la independencia del yugo español. En estos dos siglos, sin embargo, hemos padecido de grandes desgracias que encadenan nuestros corazones y espíritus al yugo de la pobreza y la miseria, al yugo de la xenofobia, de los extremismos, todo bajo un velo de aparente madurez social y política, todo bajo la máscara de repúblicas independientes.

Me pregunto entonces ¿Qué estamos celebrando? ¿Qué se entiende por independencia? Tenemos dos fechas de nacimiento, una en 1810 y la otra en 1819. Una aparentemente pacífica y la otra completamente sanguinaria. Y en medio de estas fechas un periodo llamado La Patria Boba. Un periodo en el cual, el sueño de libertad se deshizo en manos de los intereses de centralistas y federalistas y que permitió en últimas la reconquista española y las atrocidades cometidas por Pablo Morillo. En suma, nos había quedado grande la independencia.

Después de la batalla de Boyacá, nuestra naciente república vivió más periodos de confusión. El siglo XIX fue escenario de numerosos enfrentamientos y como sabemos también por esos libros de historia, entramos al siglo XX en medio de la Guerra de los Mil Días. Pasábamos de ser una colonia a ser un ficha más en el comercio internacional, exportando nuestros recursos naturales sin siquiera tener un mercado interno unificado. La riqueza que dejaba ese comercio iba a parar en el consumo lujoso de las elites regionales.

Y así ha transcurrido el siglo XX, en permanente conflicto, nos hemos asesinado entre hermanos. ¿Para que la independencia? Para destrozarnos como bárbaros, sin ningún respeto por la ley, por los principios de libertad, igualdad o fraternidad. Sin la más mínima autonomía para sobreponer al interés particular el interés colectivo. Sin la más mínima reflexión de si nuestros intereses colectivos coinciden o no con los de las naciones europeas. ¿Qué vamos a celebrar entonces si seguimos aún siendo esclavos?

Tres repúblicas hermanas como Colombia, Venezuela y Ecuador, están actualmente gobernadas por personas que carecen del más mínimo sentido de unidad latinoamericana, pues hacen gala de una intolerancia que solo se puede justificar a la luz de sus deseos de autoproclamarse como salvadores. Así ha sido nuestra historia, llena de imágenes que adorar, no solo las religiosas sino también las de estadistas que poco o nada han hecho por nuestra verdadera independencia. Tres gobiernos, que en un escenario como el actual, le apuestan a la competencia y no a la solidaridad, le apuestan a lastimar las relaciones comerciales, en vez de unificar mercados, le apuestan a los conflictos verbales en vez de bajar el tono y sentarse a dialogar, a escuchar. Tres gobiernos que apelan a sus pueblos para justificar sus excesos de autoridad alegándose el derecho de atropellar los derechos humanos por obtener una seguridad que sólo siembra miedo. En nuestras tres naciones hay grandes contingentes de personas en la pobreza y la miseria, esa semejanza ya nos permitiría fijar como meta común la justicia social y la dignificación de la vida humana y ello se lograría sin necesidad de una sola bala, sin necesidad de insultar al hermano y mucho menos de eliminarlo físicamente.

Después de estos 200 años de vida republicana, seguimos siendo esclavos pues somos incapaces de gobernarnos a nosotros mismos. Somos incapaces de formar un bloque regional, de proteger a nuestros campesinos, de proteger a nuestras comunidades indígenas, somos incapaces de velar por nuestra riqueza cultural y ambiental, somos incapaces de reconocernos como latinoamericanos. Hay corrupción e impunidad y sin embargo hay fe, en el señor y en la salvación de las almas el día del juicio final. Debemos reconocer que hay muchos intelectuales pensando América Latina, pero sus voces no son atractivas a los medios de comunicación, porque no representan los intereses de los grandes grupos económicos que todo lo quieren comprar, incluso las conciencias.

¿Qué vamos a celebrar entonces? Nada, absolutamente nada. Estas serán unas fiestas que serán muy propicias para seguir inflando el patriotismo de una nación que no tiene identidad. Esa deficiencia elemental es tan estratégica para los gobiernos de turno, porque permite seguir justificando la perpetuidad en el poder de Chávez, pero también de Uribe. Ellos solo representan los intereses de determinados grupos, a quienes les conviene que sigan allí mientras siguen saqueando los cuernos de la abundancia que existen en estas tierras tropicales y andinas. Seguimos siendo colonias a la merced de los virreyes que gobiernan para favorecer los intereses de ese imperio que se llama capitalismo, que se llama socialismo, que en suma solo se llama egoísmo, tiranía, muerte, intolerancia, exterminio, prepotencia. La horrible noche aún no ha cesado.

Son 200 años extraviados, perdidos en el camino: Nuestros gobernantes se sienten más europeos o norteamericanos que latinoamericanos. ¿Cuál independencia entonces? ¿Aquella que proclama un anti-europeísmo o una alianza contra el imperialismo yanqui? No, creo que el problema estriba en que debemos cambiar de actitud y relacionarnos con más personalidad, pero solo la alcanzaremos si reconocemos que somos híbridos, que nuestra piel es morena y de otros colores, que nuestra riqueza nos permite pensar en que podemos proponerle al mundo otra forma de vivir bien, que así como es buena la cultura europea, existe una cultura latinoamericana que es tan rica y heterogénea como su composición racial. Si se trata de una apuesta por la solidaridad y el respeto a la diversidad ¿quién sino América Latina para dirigir ese cambio de mentalidad?

Lastimosamente, esa apuesta de elevación de nuestro nivel de conciencia, es vista aún como una empresa quijotesca. Ahora que estamos ad portas de campañas que aboguen por nuestra identidad o por los balances de nuestros dos siglos de rebeldes sin causa en el concierto mundial, podemos pensar que sobraran los discursos, las ceremonias, las reivindicaciones y los premios a aquello que simbolice nuestra identidad y nuestro proyecto nacional. Que bueno sería reivindicar a aquellos indios, indias, negros y negras, mestizos y mestizas y todos los demás campesinos que sin ser parte de esa elite criolla terminaron ofreciendo su sangre, así como hoy por hoy son los jóvenes campesinos y urbanos los que mueren en la guerra a nombre de los intereses de narcotraficantes, generales y políticos corruptos. Ellos si que han tenido que pagar un precio alto por la independencia y a cambio se les ha denominado masas marginales, informales, clandestinos, guaches, guarichas, populacho, ilegales, insurgentes, indios, etc. Apelativos que les niegan ese heroísmo y los sumergen en el baúl de la historia oficial que se contenta con señalar solo los nombres de personas que pertenecían a cierta rosca ilustrada.

Un proyecto de republica independiente que dice basarse en los principios de igualdad en los hombres, pero que construye su riqueza a partir de la explotación del hombre hacia el hombre y hacia el ambiente que le rodea. Un sin sentido de proyecto social, una ficción que 200 años después sigue maquillándose y ocultándose, a través de unos medios de comunicación que trivializan la compleja realidad política a un espectáculo o reality que explota nuestros regionalismos y la cultura de la trampa a través de sus novelas. Una campaña para dividirnos, para fragmentarnos para idiotizarnos hasta el punto de perder una visión general de lo que pasa en el país y de la pérdida de la poca institucionalidad que teníamos para regresar a un régimen del terror.

Nos han engañado, no nos hemos liberado de nada ni de nadie. Somos igual o más esclavos que antes. Ahora se habla de pensamiento bolivariano, pero en realidad es un sofisma para más de lo mismo, igual sucede con la seguridad democrática y puede suceder con visiones bizarras de indigenismos. Apelar a lo indígena o lo mestizo para justificar la misma dictadura que se quiere abolir es un error imperdonable en la historia. Por esas razones, creo que más que celebrar nuestra independencia debemos reflexionar acerca de cuanto aun hace falta para realmente ser independientes.

En primer lugar garantizar nuestra soberanía alimentaria en vez de hacernos más dependientes del comercio exterior, de productos manipulados genéticamente o subsidiados por naciones que se autodenominan más desarrolladas que nosotras. Un segundo reto es el ser independientes de las influencias nefastas que conllevan los organismos internacionales quienes dicen asesorarnos pero terminan condicionando sus prestamos a sus exigencias. Por último, se trata de independizarnos de aquella ciencia que se produce para resolver los problemas de todos los inversionistas y banqueros pero no de los sectores que más requieren de nuestro apoyo y que de por sí ya justifican nuestra labor como académicos.

Esta independencia no significa autismo, pues en ningún momento pretende que nuestro continente se aísle, simplemente es un cambio de actitud, una muestra de madurez social que se refleja en el sentido de que somos capaces de tomar nuestras propias decisiones y ahí sí que es importante la unión de los pueblos latinoamericanos para que sea un punto de vista de bloque y no de países sueltos. Saber en que momento se necesita el capitalismo y en que ocasiones no, en que momento debemos invertir en igualar las condiciones de vida de nuestras sociedades y cuando debemos ahorrar para invertir y mejorar las formas de producción y liberar más tiempo para la cultura, para la reflexión sobre nosotros mismos, para la autocrítica.


¿Cuál es la estrategia? ¿Podemos realmente alcanzar esa unidad latinoamericana, sin más guerra, sin más explotación despiadada de nuestras riquezas, incluyendo a las personas que habitan nuestro continente? ¿Podremos algún día, dejar atrás esa necesidad de seguir a los europeos o norteamericanos y construir nuestra propia agenda internacional. Establecer nuestro camino, independiente del aval internacional?

Yo creo que sí, tengo fe en que lo podemos hacer, podemos empezar a mirarnos los unos a los otros y darnos cuenta que nuestra piel es muy bella, que es tostada y que nuestros rostros son hermosos reflejando esa doble condición de indígena y europeo, de afrodescendiente y de polinesio. Dejar la vergüenza y superar nuestros miedos de no ser aceptados. Como se darán cuenta esta situación es individual y trasciende a lo social, por eso, en la medida en que cada uno de nosotros empiece a cambiar, a reconocerse como lo que es y no como lo que quisiera ser y no es, podremos ver cambios en lo social, es entonces un proyecto común, que comienza obviamente en la escuela. Contar la otra historia. Que mejor oportunidad que este bicentenario para empezar a cambiar y reconocer que todos nosotros somos próceres de la independencia en la medida en que convirtamos esa defensa por la libertad en una defensa de los derechos humanos y nos demos cuenta que la independencia de nuestra Latinoamérica es una empresa que apenas comienza y no una referencia anquilosada y tergiversada guardada en los libros de texto de las escuelas.

Referencias imágenes:
Mapa: Biblioteca Luís Ángel Arango. www.lablaa.org
Caño Cristales-Colombia: Blog Tejiendo el mundo
Volcán Cotopaxi-Ecuador: Blog Climbing Ecuador
Salto del Angel-Venezuela: Blog Venezuela La Tuya