domingo, 20 de mayo de 2007

¿El concepto de mercado informal es suficiente para dar cuenta de los procesos de urbanización por parte de los pobres en América Latina?[1]

Hernando Sáenz Acosta[2]

En primer lugar debo aclarar al lector, que este documento no tiene un carácter científico, por el contrario solo constituye un conjunto de reflexiones que surgen a partir del quehacer investigativo del autor, referidas sobretodo a los procesos urbanos –acceso al suelo y vivienda por parte de los pobres- que son analizados tradicionalmente bajo la dicotomía formal/ informal. El siguiente documento tiene por objetivo, evidenciar de manera parcial la insuficiencia del concepto por cuanto responde a una tipología dualista que es excluyente y en segundo lugar intentar plantear de manera tentativa algunas consideraciones de esquemas propios del pensamiento complejo que trascienden esa dualidad y que podrían convertirse en un futuro marco de referencia para nuevas investigaciones en esta área.

Una dualidad excluyente:

El concepto de informalidad es heredero del concepto marginal, utilizado por varios investigadores sociales latinoamericanos, para dar cuenta de las prácticas sociales, económicas, culturales, etc, implementadas generalmente, por los grupos de menores ingresos, las cuales, no se corresponden, con aquellas identificadas como propias de una sociedad moderna,[3] razón por la cual, se identifican como conductas tradicionalistas o premodernas que sobreviven debido al fracaso de los modelos de desarrollo económico en la región: Por ejemplo, en el caso de procesos como la urbanización y la industrialización, ciudades como Bogotá se alejaron bastante del prototipo europeo occidental, por cuanto nunca hubo una total proletarización de la mano de obra y mucho menos hubo una consolidación de un Estado-nación fuerte que lograse intervenir en la lógica del mercado de suelo y vivienda, que contribuyese a garantizar las condiciones necesarias para la reproducción de la fuerza de trabajo.
Sin embargo, la población de bajos ingresos lejos de ser un sujeto estático, modifica sus conductas, construye su propia racionalidad y la materializa en la forma de construir ciudad. Es decir, que más que ubicarse al margen o ser informal, empieza a establecer sus propios arreglos institucionales, los cuales son legitimados independiente de que sean legales o no y mezcla aquellos opuestos aparentemente irreconciliables (formal/ informal). Un concepto de informalidad atado simplemente a la existencia de títulos de propiedad o no de un lote o vivienda, desconoce la complejidad de dichos arreglos institucionales y por ende las conclusiones a las que llega son las mismas de siempre: La necesidad de formalizar las conductas de los pobres, para que estos salgan de su situación de pobreza, porque el concepto informal se asocia con ilegal y se estigmatiza de entrada, impidiendo analizar los aspectos positivos que subyacen en estas dinámicas.

En el caso de los procesos de acceso al suelo y la vivienda por parte de los pobres, ha sido recurrente en las últimas cuatro o cinco décadas las descripciones estigmatizadoras de la manera como ellos construyen su espacio, aunque existen excepciones, cualquier discurso que pretenda reconocer las ventajas de estos procesos de urbanización no deja de ser identificado como populismo (tanto en la versión de izquierda como en la versión neoliberal, ésta última presente en autores como Hernando De Soto). Que dicho populismo haya servido para consolidar económica y políticamente a los urbanizadores piratas y que estos tengan influencia en los cuerpos legislativos de la ciudad, ya debería demostrarle al Estado, cuan grave ha sido el error de continuar utilizando un esquema dualista y excluyente a la hora de proponer soluciones que mejoren la calidad de vida de amplios sectores de la población, tradicionalmente sujeta a las opiniones de un planificador, que cree que los pobres no tienen nada que aportar en la construcción de una política pública.

En suma, predomina tanto en el quehacer científico como político una visión dualista y excluyente de nuestra sociedad. Una sociedad compuesta de buenos y malos, donde los últimos se turnan periódicamente: Por un lado los pobres urbanos, que se niegan a respetar unas normas urbanísticas diseñadas para imponer un orden, un deber ser de la ciudad, por otro el Estado que ha impuesto demasiadas trabas para el despliegue del empresario popular y por último el mercado que se dirige únicamente a satisfacer las demandas de los estratos de mayores recursos. Así pues, se continua inmerso en la pendularidad Mercado-Estado, radicalizando los discursos al punto de fomentar la intolerancia e invisibilización de aquellos que son distintos, por cuanto son identificados como amenaza en el proyecto particular de construcción de ciudad.

Más allá de la dualidad:

Pensar los procesos humanos bajo esquemas duales, es una herencia del pensamiento occidental[4]. Trascender hacia esquema triádicos representa un reto para la investigación urbana, pero no es el único planteado por el pensamiento complejo. Al anterior se suma la exigencia de abandonar esquemas antropocéntricos y sustituirlos por esquemas antropológicos, ir más allá de los estudios interdisciplinarios o multidisciplinarios para llegar a propuestas transdisciplinares, diluir la clásica distinción dualista entre ciencias de la naturaleza y ciencias del hombre.

Estos desafíos tienen una implicancia monumental en la manera como hacemos investigación y por supuesto en el diseño de las políticas públicas. El primero de ellos, corresponde a la elaboración de nuevos conceptos que den cuenta de la realidad analizada hasta ahora bajo el concepto informal: Por ahora mencionemos que las acciones humanas y en particular aquellas relacionadas con la vivienda involucran no solo la razón, sino también la tradición y la pasión, estos elementos a su vez determinan la racionalidad de los individuos y le imprime un sello al mercado -el cual se ubica en una zona intermedia entre un extremo que es el mercado solidario y de otro uno capitalista donde prima el interés individual-.

Existe entonces una amplia pluralidad de mercados y no solo un mercado informal, definido a partir de la negación de su contraparte -mercado formal-. Más aún, las diferenciaciones se complejizan al involucrar el aspecto espacio-temporal, recordándole al investigador que la realidad entendida como caos no significa nada más que un orden aún no conciente. A manera de ejemplo, sabemos que en Bogotá han predominado las urbanizaciones piratas, sin embargo este proceso puede diferir de acuerdo a la localización, al tipo de participantes en él y llevar a que pequeñas perturbaciones generen grandes transformaciones en los proceso de ocupación del suelo, sean inducidos desde afuera o generados al interior de un barrio y estos factores van más allá de un título de propiedad. Involucran las relaciones de los habitantes con el medio ambiente que lo rodea, con los habitantes de los barrios circunvecinos, con las instituciones privadas y públicas que satisfacen las necesidades de los residentes de un sector, con los partidos políticos (sean o no iguales a los del urbanizador pirata), involucran además la concreción de modos particulares de vida y no solo aquellos asociados con lo rural sino con las nuevas culturas urbanas, con la generación de identidad a partir de la asociación con un territorio, en proceso inacabado de construcción y de-construcción y que evidencia que estamos ante un proceso dinámico, al cual debe agregarse la subjetividad del investigador y el efecto que genera su intervención en las comunidades no solo por su quehacer científico, sino por las consecuencias que generan las recomendaciones que éste hace en materia de políticas urbanas.

Por ahora y como punto de partida, se puede proponer el concepto de mercados residenciales populares. Es necesario advertir, que el concepto popular también es heredero de la lógica dualista, pese a ello, autores como José Luís Coraggio[5] han planteado un tercer sector económico llamado economía popular urbana, que complemente un sector empresarial capitalista y otro estatal. Su noción de lo popular se caracteriza por ser dinámico y por evidenciar la presencia de un tercer actor como es la sociedad civil que trasciende el clásico péndulo Mercado- Estado. Es bajo esta perspectiva que se ha de entender el concepto alternativo que queremos empezar a construir.

Una propuesta como esta, requiere evidentemente de una apuesta transdisciplinaria, para su descripción y análisis: Ello puede alcanzarse por ejemplo con un esquema de tipo fractal[6] en el cual una supradimensión social subsume las siguientes tres dimensiones: Ambiental, económica y político-ideológica, las cuales subsumen a su vez las subdimensiones de infraestructura reproductiva y productiva, fiscal financiera e institucional-administrativa. Así pues, el tradicional economicismo en las ciencias humanas debe dar paso a un dialogo con otras disciplinas, reconociendo que el conocimiento se genera también a partir de fuentes alternas a la ciencia, como son el arte y la religión. Existen aún muchos investigadores que consideran que su objetividad e imparcialidad se valida a partir del empleo de una determinada metodología, pero hasta esa mínima elección es un acto subjetivo que ya está determinando el tipo de conclusiones y las recomendaciones generadas a partir de su labor. Más que un rechazo a esta forma de hacer ciencia, lo importante es que el investigador sea consciente de su subjetividad y de la manera en que esta incide a la hora de ejercitar su labor y que deje de una buena vez de creerse el único con la verdad revelada y aprenda de los otros, de los cuales, cree que no tiene nada que aprender. No es lo mismo, asignar la categoría informal a un pobre urbano, a que este se identifique como tal.

En fin, la labor del investigador es la de un perpetuo aprender, por eso investiga y pone a prueba sus hipótesis y cuando es necesario cambia de paradigma. El pensamiento complejo pone sobre la mesa las propuestas por un cambio de paradigma y en el caso de las investigaciones urbanas evidencia la necesidad de entender la ciudad como otro ser vivo. Desconocemos hasta donde sea posible hablar de multiplicidad de conceptos de desarrollo, o de una propuesta muy espacializada de desarrollo (no urbana, para evitar la discusión frente a lo regional), pero autores como Izquierdo[7] han planteado enfoques regionales para la alternatividad al desarrollo, donde el aspecto territorial es clave para la elaboración de propuestas diferentes a más mercado o más estado. Precisamente termino estas reflexiones, reseñando que las políticas públicas ya no son competencia exclusiva de unos especialistas en el tema del ordenamiento urbano sino que involucran cada vez más a otros sectores, que exigen su derecho a construir los planes, se espera a futuro que los sectores populares ganen mayor peso, no para aprovecharlos como sujetos revolucionarios o como capitalistas en potencia, sino para que se les reconozca como constructores de su propio destino, aquel que ha venido siendo puesto en marcha desde hace mucho tiempo, al construir ciudad y que constantemente ha sido estigmatizado o romantizado pero nunca respetado frente a los discursos hegemónicos del poder (en todas sus versiones: fuerza, riqueza, conocimiento y conciencia).


[1] Este artículo apareció en la publicación virtual de la Maestría en Gestión Urbana de la Universidad Piloto de Colombia “Papeles de Coyuntura” Número 21 del mes de Agosto de 2006.
[2] Economista de la Universidad Nacional de Colombia y Magíster en Planificación y Administración del Desarrollo Regional del CIDER, Universidad de Los Andes. Investigador del proyecto sobre mercados informales de suelo, vivienda y movilidad urbana en once barrios de Bogotá adelantada desde 2004 por el Lincoln Institute of Land Policy (LILP) y el CIDER Uniandes. Actualmente investigador del proyecto adelantado por el LILP y la Universidad Piloto: Observatorio del mercado informal de suelo en Bogotá.
[3] Mires Fernando. El discurso de la miseria o la crisis de la sociología en América Latina. Ediciones Nueva sociedad. Caracas. Venezuela. 1993. Este autor presenta un análisis riguroso de los debates concernientes a los conceptos marginal e informal, que considero es muy pertinente hoy, cuando vemos un resurgimiento (¿o moda?) de investigaciones sobre los mercados “informales” de suelo y vivienda. Sin embargo, en este artículo solo me refiero al carácter dual del concepto y sugiero al lector la consulta del texto reseñado si desea profundizar más en los criterios bajo los cuales se definió lo formal y su opuesto informal: Versión de la OIT que enfatiza en lo laboral (esfera de la producción), propuestas ubicadas en el ámbito de la reproducción (vivienda), el discurso neoliberal de Hernando de Soto, etc. Otra referencia es Lazarte, Rolando. El sector “informal”: Una revisión conceptual bibliográfica. En: Revista Problemas del desarrollo, Vol. 31 # 121. México IIEc-UNAM, abril-junio 2000 pp. 35-62.
[4] Este pensamiento dual supone que una cosa no puede ser su contrario a la vez, es decir que si algo es informal no puede ser formal a la vez. Por el contrario el pensamiento oriental sí considera esta situación y agrega además la posibilidad de que el todo sea más que la suma de las partes y esté en constante evolución.
[5] Coraggio José Luís. Economía Urbana. La perspectiva popular. 2da. Edición. Abya- Yala. Quito. Ecuador. 1998.
[6] Izquierdo Adolfo. Heurística crítica, complejidad y nueva racionalidad. Referentes de planificación alternativa como método transdisciplinario. Notas de clase. CIDER, Universidad de Los Andes. Bogotá Abril de 1999. págs 3 y ss.

[7] Ibíd.

miércoles, 2 de mayo de 2007

CAMINANDO BACATA





Hernando Sáenz Acosta
[1]

“La soltura, la comodidad, la "facilidad" en las relaciones humanas se presenta como garantías de la libertad individual de acción. Sin embargo, la resistencia es una experiencia fundamental y necesaria para el cuerpo humano: gracias a la sensación de resistencia, el cuerpo se ve impulsado a tomar nota del mundo en que vive. Ésta es la versión secular de la lección del exilio del Edén. El cuerpo vive cuando se enfrenta a la dificultad.” Sennett Richard. Carne y Piedra. Alianza Editorial. Segunda reimpresión 2003. Cap. 9 p. 331.

Tal vez esta cita, refleja mi intención de escribir acerca de una experiencia tan cotidiana para mí, pero que veo ha dejado de serlo para muchas personas: La experiencia de caminar. Y probablemente se esté perdiendo esta posibilidad de contacto con la ciudad debido a que la vida ya no deja tiempo para ello, pues el trabajo y el estudio o simplemente las agendas colmadas de citas en lugares tan apartados de una ciudad gigantesca impidan que salgamos simplemente a vagabundear sin un destino fijo. Si se suma a ello, que se respira en la gran cantidad de nuestras ciudades un sentimiento de inseguridad incluso al caminar por nuestros propios barrios se entiende que quién camina lo hace por obligación y que incluso hacerlo por lugares y horarios indebidos puede llevar incluso a poner en riesgo la propia vida.

Debo reconocer que mi experiencia caminando ha sido en buena parte por obligación, desde pequeños en casa aunque mi padre era chofer de buseta, verlo siempre sentado al volante y tener la posibilidad de recorrer esta ciudad y observar sus contrastes significaba adicionalmente tener la posibilidad de soñar con hacer parte de esos lugares tan sofisticados, con casas grandísimas y amplias zonas verdes y centros comerciales. Sin embargo, esta experiencia con el paso del tiempo se modifico y paso de la ingenuidad hacia la identificación de una ciudad desigual con fuertes contrastes derivados por un esquema de injusta distribución de la riqueza. Y tal vez en la medida en que dejé de “pasear” en la buseta con mi padre, consideré que nunca más volvería a esos lugares. Pero, a pesar de ello he seguido movilizándome hacia diferentes zonas de la ciudad y ello no solo a través de vehículos sino a partir del movimiento de mis piernas.


He considerado esta experiencia muy interesante, pero no como ejercicio de grupo universitario, pues si bien es cierto esta propuesta ya tiene sus antecedentes, considero que un grupo de más de tres personas caminando por calles de barrios desconocidos deja de ser atractiva si se desea pasar como un incógnito y en esa medida ser parte de lo que se observa de manera natural. Fue así como trate de recordar desde cuando venía recorriendo la ciudad de manera solitaria y me acorde del año 1994 cuando después de salir de presentar el ICFES en una universidad ubicada en Chapinero, decidí caminar hacia el centro comercial Santa Bárbara ubicado en Usaquén. Trato de recordar las sensaciones que me producía estar en un centro comercial, siendo un desconocido pero al mismo tiempo pensando en que era uno más de aquellos distinguidos clientes que entraban y salían de los almacenes de marca. A veces entraba a las discotiendas a observar o escuchar algún disco y cuando se acercaba el vendedor argumentaba que quería saber si valía la pena comprarlo o no, o por el contrario preguntaba por discos de difícil acceso de los cuales ya sabía que la respuesta sería “lo siento, no lo tenemos”.


Este caminar por placer, descansa en el hecho de ser uno más que no tiene un destino fijo, y al conversar el otro día con Esteve y de que me contara sus experiencias considero que esta es una gran forma de conocer el mundo que esta fuera de tu casa. Es así como lejos de ver a Bogotá solo en los planos que tiene DAPD, me gusta contrastarla con lo que observo de mis excursiones, es así como pongo en duda la construcción de viviendas en terrenos cercanos al humedal y las dinámicas sociales que se ven en mi localidad a partir del simple hecho de salir a trotar.


La caminata que realice en diciembre pasado desde el 20 de Julio hasta las Torres del Parque, me dio la oportunidad de conocer barrios que solo había distinguido en viajes apresurados montado en una buseta, teniendo la posibilidad de detenerme en una plaza cualquiera y devorar un plato de salchipapas comprado a un puesto ambulante. Es así como descubro una peluquería especial para raperos y pienso en el transfondo cultural que significa para estos muchachos un lugar como ese. Ver el anochecer sin el temor de que se apague la actividad porque los barrios populares aún guardan algo de ese “irrespeto” a la tranquilidad en contra de ese cementerio que da tanto miedo en el caso de los barrios de los ricos y que incluso aburre, en especial en fechas como las decembrinas y que poco a poco nos viene infectando, paralelo a la erradicación de la pólvora, la fiesta en la cuadra y los muñecos de años viejo. Lo bueno: Han disminuido el número de quemados, lo malo: el sentido de comunidad se rompe cada vez más en diciembre, aunque no quiero plantear todavía alguna relación entre lo uno y lo otro.


Otra caminata que he realizado y que anote en mis hojas de papel fue en el barrio Restrepo y su vida nocturna, llena de tabernas y residencias, a donde las parejas acuden para saciar sus apetitos sexuales, tanto jóvenes como viejos, en taxi, a pie o en el carro particular y como las grandes moles de edificios llegan incluso a establecer una calle donde no existe otra edificación u otro uso distinto, así como en las zonas de tolerancia donde el sexo despierta toda una gama de sensaciones, estas se potencian aún más gracias a la morfología de la ciudad.


En Chapinero también existe una fuerte actividad en ese sentido y uno puede hacer un gran compendio a partir de los papeles que en cada esquina ofrecen las personas que son contratadas por los administradores de bares, wiskherías ofreciendo lindas colegialas, show lesbian, etc. En el día este sector perfectamente abarrotado por vendedores ambulantes, restaurantes de todos los estilos, sabores y precios, las tiendas de ropa de segunda, las universidades y sus estudiantes, todo ello a veces genera una sensación desagradable cuando la basura se concentra en tantos puntos y cuando la aglomeración llega a tal punto que es difícil seguir caminando. Pero esta sensación se ve dispersada cuando se camina por el Chicó, con sus espléndidas zonas verdes, antiguas grandes casonas que vienen siendo tumbadas para hacer los edificios cuyos apartamentos serán ocupados por la gran minoría de familias que detentan la mayor parte del ingreso de esta sociedad, son apartamentos exclusivos y precios elevados que reseña Camacol en sus exposiciones y que le permiten a Sergio Mutis andar muy pinchado al lado de Uribe. Ese día mi destino era la 93 y tuve la posibilidad de observar como esta cambiando la ciudad, aquella moderna cité que siempre ha renegado de su contra-cara.


Cuando la doctora Baltaxe me citó a su consultorio particular y vi la dirección me di cuenta que era una zona exclusiva, aunque ella aún mantiene su consultorio en una de las viviendas que ha logrado sobrevivir a la demolición, ella ahora vive en la 127 y probablemente el hecho de haber crecido en esa casa, le impida venderla, no sé de pronto también se esconde un especuladorcito en ella y esté esperando el momento adecuado para vender. Lo cierto es que ella no estaba y me cancelaron la cita, razón por la cual me dediqué a divagar por esa zona, un viernes en horas de la tarde. Observe la zona rosa y una T conformada por bares exclusivísimos, donde el transito peatonal servía para que pudieras observar y ser observado desde las innumerables mesas que en un espacio muy al aire libre daban caché al sitio. Me pregunté cuanto de la riqueza movida en ese pequeño espacio era retribuido a la ciudad y ante la carencia de respuesta, me puse a observar más que a los clientes, a quienes los atendían, tal vez eran jóvenes que pertenecían a la clase media o incluso baja de nuestra ciudad, me pregunte por los barrios donde vivirían y por sus deseos y sueños acerca de sus propias vidas debido a la oportunidad que tenían de estar en contacto con la élite, cosa que no cualquiera se daba, así fuera sirviéndoles la mesa. De igual manera pensé en quienes atienden las tiendas de ropa ubicadas en Andino y Atlantis. Hace unos 10 años cuando entre en el Andino me deje impresionar por esa sensación de exclusividad. Esta vez sentí hasta los olores, porque eso hace parte también de la experiencia de la ciudad que tenemos diariamente, de cómo un aroma puede hacerte sentir incluido o excluido de algo, de algún lugar. De la sensación sonora cuando en el primer piso del centro comercial un joven realiza una presentación musical de flauta y quena apoyado por una consola y mezclas electrónicas y ese sonido no existe cuando estás en la tercera planta donde Tropical Coctails que patrocina los programas de radio de fin de semana, esta preparando la presentación de algún D. J. Y coloca música que va calentando esa noche. He visto a esas jovencitas de algún colegio Colombo no se qué, que tiene pinta de extranjeras, salir de la peluquería, contentas por estar a la moda, comentando sus primeras experiencias sentimentales y me pongo a pensar en que no es lo mismo ser peluquero aquí que en el barrio, al cual regresó extenuado, embutido en el Transmilenio, donde a menudo puedes observar la repulsa hacia el contacto con otro cuerpo, más aún si es entre hombres, porque si se trata del manoseo clásico existen muchas más ventajas para quienes están acostumbrados a ello y más difícil para ellas porque no se puede culpar a nadie de que el bus este lleno.


Finalmente, reseño la caminata desde el Externado hasta el San Andresito de la 38 por la calle 11 y desde ese punto hasta la zona de las grandes marcas en la Avenida de las Américas. Atravesando la ciudad en sentido oriente-occidente he podido observar desde las casonas de La Candelaria mi destino, bajando la loma hasta llegar a la carrera décima tan temida por muchos por cuanto en ella se despliega sin compasión el mundo de los otros Bogotanos, los del cartucho, que aún permanecen allí consumiendo drogas, vendiendo cosas de segunda y acostumbrados ya a la tanqueta parqueada al pie del batallón que busca mantenerlos a raya, para que no se propaguen más. Un parque del tercer milenio que permanece ocupado por los vendedores ambulantes que se suben a las busetas que paran en el semáforo de la sexta con décima y donde paradójicamente una escuela y un parque se encuentran pegados a medicina legal. He pasado observando las cobijas tradicionales con los tigres y las ruanas boyacenses, alguien me ha ofrecido marihuana y niego con la cabeza su ofrecimiento. He pasado por el frente del Hospital San José y observo la remodelación de la plaza España, parece más moderna aun cuando siguen los mismo limosneros que observará en otra ocasión, así como el comercio de ropa que ha sido reubicado. Más abajo, se encuentran todos esos grandes San Andresitos, algunos muy en la onda del centro comercial han logrado trasformar la experiencia con el lugar porque ya no se parecen a lo que fue en su momento San Victorino, donde la circulación como en laberinto da paso a corredores anchos y grandes vitrinas. Después llegué al barrio Ricaurte, allí donde íbamos a imprimir el Campanazo, allí donde más de una vez entregué pedidos de Pegatex o de Copidrogas, por donde alguna vez también pase con mi papá. Ya estaba cansado buscando casualmente un par de zapatos, pero decidí continuar y cruce el peatonal de la 30 para internarme en la zona industrial, observando las calles más acabadas debido a que soportan el peso de todos esos camiones que van y vienen, toda esa gente que viene de otras partes del país y que empiezan a hacerle coqueteos o es la cuidad la que se les insinúa?. Cuando cruzo la carrera 36 aproximadamente observo como se acaban las bodegas y se abre de nuevo un San Andresito, con vitrinas rellenas de zapatillas de marca o de aquellas que aparentan serlo, pienso en la cantidad de dinero que debe circular allí y observo el tipo de usuario que se ve en estos locales y creo que hacen parte de la clase media. Cansado por la caminata, me acuerdo de mi madrina quién trabajaba en ese sector y como si la llamase mentalmente la veo en un restaurante y me detengo para conversar con ella, que me cuenta sobre su soledad allá en la casa que tiene en San Mateo, de la partida de sus hijos y de los argumentos que la atan a su vivienda y me acuerdo de mis investigaciones y los discursos que escucho sobre la ciudad. Como la movilidad social se refleja en las decisiones residenciales y como para muchos eso es lo más natural, elemental, mientras que a mí se me da por cuestionar la necesidad de moverme para aparentar algo que nunca seré. Han sido muchísimas las caminatas que he realizado, pero solo hasta ahora reflexiono sobre ellas y me decido a escribir estos apuntes. Obviamente también están las experiencias de la niñez cuando caminábamos en el campo como si fuera urgente medir el mundo con nuestros pasos y me acuerdo de los caminos reales, de las trochas y de los caballos resbalándose o salpicándose al entrar en el río, también de la experiencia de caminar de noche cuando el combate entre guerrilla y ejército nos hizo desviar el camino y como mi tío Edilberto nos guió en la oscuridad, de cómo se llegaba a Sierra puertas o a casa del primo Lorenzo o de cómo apenas llegados a Pauna, la caminata hacia la vereda no faltaba, para que los niños sudaran y sacaran el frío de la ciudad. Era ese campo sin servicios públicos, sin televisión, con una choza donde se cocinaba con leña y la carne era salada. Donde a parte de caminar, se trepaba uno a los árboles, conocía especies de pájaros, reptiles y de animales salvajes sin necesidad de tener guías ecoturísticas, cuando en casa le regalaban una totumada de guarapo, cuando se dormía en esteras y cuando las ronchas moradas por las picaduras de los mosquitos y los jejenes era el tormento de un niño asustadizo y replegado que luego se convertiría en este anarquista que soy. Recuerdo esas caminatas y siento que eso ya no volverá nunca más, no tanto por no volver sino porque el campo dicen que ha progresado, porque ya llegó la luz y ahora mis primos saben más de telenovelas que yo, porque ya no se siembra mucho, porque se va al pueblo a mercar y porque existen otras fuentes más rentables como la siembra de coca, con la cual las dificultades son superadas, un escenario tan distinto del que conocimos de niños. Por eso con el paso del tiempo, la migración del campo a la ciudad será menos traumática gracias a la tecnología, es lo mismo que pasa con los inmigrantes que están en otros países, lo cual hace prever que habrá menos diversidad y mayor homogeneidad, ¿Qué tanto significa eso en términos del propósito que me anima en este escrito? Que probablemente en un futuro, el caminar sea significado de algo tradicional, de algo que se debe superar y por ende olvidar, el caminar esta ciudad o cualquier otro espacio significa tener la libertad de interactuar con el entorno de tantas formas, de sentir y de pensar y en la medida en que nos volvemos más sedentarios, más gordos, más perezosos, más dependientes de las toxinas, de los tratamientos pasivos de embellecimiento, del encerrarse en un spa, mejor dicho de sentirnos orgullosos de ser más modernos, perdemos nuestra conexión con el lugar a donde tarde o temprano volveremos, la tierra. A menos que los cementerios desaparezcan por el crecimiento de una ciudad que ha dejado las caminatas como algo exótico más que consustancial a la experiencia de estar vivos. Finalmente como planificador urbano aún no comprendo como alguien puede creerse con el poder y la autoridad de determinar lo bueno y lo malo de un lugar que nunca a vivido o que solo lo conoce por un plano, por una visita fugaz sin detenerse a caminar, pensando que los equivocados son quienes siempre han vívido allí. Por eso quiero sacar un tiempo para caminar como un vagabundo para dejar de pensar y limitarme a observar como la ciudad es vivida por cada uno de nosotros.
[1] Este escrito fue terminado el día 6 de junio de 2006.

martes, 1 de mayo de 2007

A manera de intro

Abrir los ojos a un nuevo día. Ver en la claridad del amanecer, la oportunidad para ser mejor. A pesar de las dificultades a las cuales nos enfrentamos como seres humanos, existen momentos de inigualable felicidad, en especial cuando se tratan del amor. El amor como motor que mueve al mundo y que viene siendo desplazado por el dinero, por el autoritarismo, por el consumismo.

Cuando el amor está en la base de nuestras motivaciones, los conceptos de bienestar, progreso, felicidad, pueden transformarse. ¿Por qué en nuestra condición de países “subdesarrollados” seguimos atados a una concepción de bien-estar ajena impuesta por la violencia o por la explotación económica? ¿Hasta donde los colombianos se reconocen como mestizos? ¿Hasta donde reconocemos nuestro pasado indígena y en particular nuestra herencia Muisca? ¿Qué implicaciones tendría ello para desarrollar nuestra propia ciencia, nuestra propia estética y nuestra propia filosofía? Tampoco se trata de caer en un indigenismo, por cuanto tenemos esa herencia hispana. Pero en momentos de profunda oscuridad, surge la luz y la encrucijada que vivimos como Nación, no se resuelve mirando hacia fuera, sin el ejercicio básico de vernos hacia dentro.