lunes, 24 de diciembre de 2007

Un día en que la escuela y el lugar de trabajo dejarán de ser cárceles.


Hernando Sáenz Acosta

Luces amarillas, estado de indecisión, un tráfico caótico en una ciudad desértica, la luz del sol se desvanece tratando de penetrar en aquellos oscuros rincones, en aquellos fríos corazones de hombres y mujeres rudos que caminan como esclavos hacia la prisión moderna que los trata despectivamente como simples oficinistas.


Al amanecer, dejando aún a sus seres más amados o más odiados, perfilan su mirada, afeitan sus aspiraciones y perfuman su trato hacia el jefe, para salir corriendo a embutirse en un Transmilenio, escuchando su música favorita o la entrevista al Presidente por el cual han votado a cambio del puesto ahora conseguido. Otros se dedican a dormir y soñar con las imágenes de chicas sensuales, de días soleados o de unas merecidas vacaciones, unos pocos sueñan con ser libres, tener la posibilidad de putear a su patrón y desinhibir su frustración por la espera de un nunca llegado ascenso laboral.

Como una insípida masa compuesta por las añoranzas de hombres que sueñan con la felicidad, el sistema se alimenta y los vomita a la hora del almuerzo. Desfilan por restaurantes, a la espera de poder olvidar la presión de la mañana. La atracción de novedosos platos, de tarifas aparentemente económicas los hace deambular por el boulevard, allí se les ve, todos uniformados, con sus corbatas bien anudadas, con los trajes más limpios y ellas, desfilando en la pasarela de la moda ejecutiva, deseando ser deseadas por los altos ejecutivos, deseando poder alcanzar la gerencia, comprar el auto o la casa. Sin embargo, se pueden apreciar algunos y algunas disidentes, que sobrevuelan por encima de esta masa amorfa, desafiando este conformismo de dejar que la vida pase sin ningún sentido.

Luces de neón, estado de excitación, la putrefacta ciudad se maquilla con un poco de rubor, desea verse sensual en el atardecer, para seducir al oficinista consumista que ha permanecido más de ocho horas trabajando y desea liberar su anomia con la capacidad de consumo que le ofrece el capital. Parejas entrando en las tabernas, danzando y sudando, mezclando sus olores sin más pudor, sin más inhibición. Aún queda algo de estos seres humanos dispuestos a morir alcanzando el cielo en cada acto de amor. A pesar de todo aún queda tiempo para salir con los hijos, con los padres o con la pareja, a pesar de todo se resisten a perder su identidad, lo que los hace únicos y tratan de suavizar un poco su corazón, infectado por la luz del ordenador y el maldito y molesto timbre del teléfono que nunca deja de sonar.

En esta ciudad, que se llama Bogotá, la vida se desenvuelve vigilada desde el cerro de Monserrate y Guadalupe, el frío y el granizo que cae, ofrece un espectáculo invernal ajeno al trópico, pero muy propicio para los Andes. Los deseos de superación que ofrece la educación se pagan aniquilando el tiempo de intimidad individual. El trabajo esclaviza y no libera, deja de ser un acto creativo y se vuelve un conjunto de acciones repetitivo, que se parece mucho a la fábrica en la ciudad industrial. Aquí también contamina el ambiente, se van aniquilando las conciencias, se empobrece la vida y las plantas y flores se marchitan lentamente abandonadas por el estrés que no deja tiempo para admirar su belleza.


Para conservar unos ingresos de subsistencia, se requiere la mayor docilidad, la más apática indiferencia, las quejas se mencionan pero las acciones nunca se dan. La inseguridad es la reina que somete y domina a quienes deben trabajar incluso en día festivo. A pesar de que es un bello día, solo lo pueden contemplar desde la ventana, no hay tiempo para soñar, el gabinete espera y es hora de proponer un nuevo modelo de evaluación. De frenar los deseos de cambiar la realidad de este país, para convertirse en cómplice de su devastación. Todo por ese celular de moda, por ese niño que llora, por esa mujer o ese hombre que adoras.

Me gusta sobrevolar por entre los edificios, se ven como colmenas y en su interior cientos o miles de abejas (zánganos y obreras) viven sin saber que yo los observo. Me asfixia el calor y me enfermo cuando prenden el ventilador. Me he sentido a menudo solo, pero esta vez no. Existen compañías amables a pesar de que estés en el centro de la muerte y al subir el ascensor veo mi figura distorsionada por el espejo, aprisionada por el miedo que me causan las personas superficiales y la fobia a estar encerrado en un espacio como ese.

Cuando la luz del sol parece desvanecerse, ocurre que ésta se filtra por los millones de cristales que caen desde el cielo. Pienso en mi bella princesa y me imagino caminando en el arco iris, en busca de aquella olla, cuyas monedas me permitan comprar un momento para abandonar este lugar y acariciar su piel como una leve brisa. Cuando me doy cuenta que nuestro trabajo ha sido subvalorado por un superior, deseo convertirme en oxigeno para poder infestar sus pulmones y cerebro y sacarlos de su estúpida visión del mundo, caracterizada por la humillación a quienes creen que gobiernan o dirigen. Sin embargo, me aniquila la indignación y me consuelo pensando que es temporal.




El miedo a ver mis alas cortadas, a inhibir este deseo de movimiento por el mundo a cambio de tener el trasero tibio y la mirada gastada por la radiación, me consume y deseo encogerme como un feto y olvidarme de la pobreza que me rodea. Trato de aferrarme a lo bello de este mundo, a la inmensidad del océano, a la imaginación artística que me permita componer algún escrito y sueño con el día en que los hombres y las mujeres puedan salir en un día común y corriente a pasear con sus hijos, un día en que la escuela y el lugar de trabajo dejarán de ser cárceles. Un día en el cual sea más importante tener la capacidad de elegir la forma de vida y no tener que vivir la vida que le toca a cada uno. Un día en que tu bella sonrisa no sea un recuerdo de cuando éramos niños o de cuando nos conocimos sino una realidad que perdura porque somos seres humanos dispuestos a vivir felices hoy y no en el futuro cuando todos estemos muertos.

jueves, 20 de septiembre de 2007

CONSIDERACIONES ACERCA DE UNA NUEVA PAUTA DE SEGREGACION SOCIOESPACIAL EN BOGOTA, A TRAVES DE UN ANÁLISIS DE CASO: LA IRRUPCION DE UNIDADES DE CLASE MEDIA EN AREAS DE OCUPACION POPULAR.
Hernando Sáenz Acosta[1]
hernandosaenz@gmail.com


INTRODUCCION

Este documento tiene por objetivo presentar un análisis de la evolución del esquema de segregación socioespacial en la ciudad de Bogotá. En particular, pretende examinar la hipótesis de una transición hacia un nuevo esquema, caracterizado, entre otros aspectos por la localización residencial de grupos de ingresos medios en zonas de residencia tradicionalmente populares. Si bien se requiere de investigaciones más amplias y sistemáticas, presentamos inicialmente los resultados de un análisis de caso, realizado en 2003, en el sector popular de Patio Bonito, que se encuentra ubicado al suroccidente de la ciudad: Se seleccionó una zona cuyas características micro-espaciales eran muy particulares, pues se encontraban en proximidad física tres barrios cuyas respectivas formas de producción de espacio construido eran diferentes, pero que habían surgido en la década de los años noventa en el proceso de expansión de Bogotá. En primer lugar se tiene el barrio Unir I, proyecto basado en operaciones de autoconstrucción y autogestión liderados por un urbanizador informal; en segundo lugar el proyecto Riberas de Occidente de tipo estatal -dirigido a empleados distritales- y en tercer lugar el conjunto de multifamiliares Gerona del Tintal, de carácter privado formal, que tiene una modalidad de vivienda tipo propiedad horizontal.

La hipótesis planteada en la investigación, planteaba una fuerte correlación entre forma de producción de espacio construido y grupo social residente. Así pues se esperaba encontrar coexistiendo tres grupos sociales claramente diferenciados en esta zona, y un esquema de segregación socioespacial más fuerte dada la proximidad física entre ellos. Entre las distintas herramientas metodológicas empleadas para realizar la caracterización de los grupos sociales se empleó en primer lugar la reconstrucción de los procesos de generación de los tres asentamientos y en segundo lugar la realización de una encuesta sobre prácticas espaciales y movilidad urbana. En la primera parte presentamos una síntesis sobre los aspectos teóricos de la Segregación Socioespacial y en la segunda presentamos algunos resultados de la investigación que se encadenan con la última parte donde se presentan unas conclusiones preliminares.

LA SEGREGACION SOCIOESPACIAL
EN LAS CIUDADES LATINOAMERICAS.[2]

El fenómeno de la segregación socioespacial no es particular de las ciudades latinoamericanas, tanto las ciudades europeas como norteamericanas se caracterizan por esquemas de segregación que a menudo se basan en diferencias de tipo étnico y racial, que han consolidado la imagen del Ghetto, del conjunto cerrado y de los centros comerciales. En Latinoamérica también podemos observar hoy en día estas expresiones de la segregación socioespacial, pero su intensidad y dinámica parecen imprimirle un sello especial a este proceso en nuestra región.

La intensidad del proceso de segregación en nuestras ciudades se evidencia por una acentuada homogeneidad interna entre los habitantes de una unidad espacial (barrio) y una aguda heterogeneidad externa respecto de otras unidades. Esta imagen sería resultante de un proceso mucho más estructural propio de la inserción del capitalismo en nuestra región y de su insuficiencia para incluir vastos sectores de la población que son consideradas como marginales, subnormales o informales. Esta situación afecta tres aspectos determinantes a la hora de comprender la Segregación socioespacial: El desarrollo de procesos de producción y reproducción del espacio –diferentes para cada grupo social-; los distintos niveles en el equipamiento y suministro de los valores de uso colectivos y en tercer lugar la generación de lógicas espaciales bien diferenciadas.

Se habla entonces de una imagen dual urbana: Mientras zonas enteras corresponden y pertenecen a grupos de altos ingresos con un alto valor simbólico y de prestigio social, los espacios ocupados por los grupos de menores ingresos se estigmatizan asociándolos casi siempre con inseguridad e insuficiencia en materia urbanística.
La peculiaridad del modelo de segregación en Latinoamérica frente a los modelos tradicionales teóricos, se explica entre otros factores por la trayectoria histórica de los procesos de poblamiento en la región. Un pasado marcado por la lógica fundacional hispánica de los centros urbanos y por el impacto que tuvo sobre ellas la inserción de la región en el esquema de comercio internacional que muchos investigadores resumen como de tipo dependentista. Más que la raza o la religión, la categoría que define la segregación socioespacial en muchas ciudades latinoamericanas en la del nivel de ingresos económicos.

Samuel Jaramillo resume la evolución del esquema de segregación socioespacial latinoamericano en dos momentos específicos y plantea la emergencia de una tercera etapa. Inicialmente en el periodo colonial, las ciudades latinoamericanas presentaban una disposición urbana que giraba alrededor de un centro (a menudo la plaza mayor), el cual reunía toda la importancia política, militar y religiosa. Son ciudades de pequeñas dimensiones donde predomina la diferenciación de tipo estamental, haciendo de la segregación socioespacial un fenómeno incipiente ya que a pesar de la fuerte diferenciación se presentan cohabitaciones muy cercanas entre distintos estamentos, incluso en las mismas viviendas.

Con la inserción en el comercio internacional, las ciudades latinoamericanas comenzarán a experimentar fuertes procesos de expansión y un reacomodo de los grupos sociales en el espacio: las elites comienzan a abandonar las localizaciones residenciales del centro y emigran en una dirección específica y única hacia la periferia en una dinámica de tipo iterativa que inicia con el desplazamiento residencial pero que se va consolidando en la medida en que atraen sobre ellos, otras actividades de tipo comercial e institucional, incidiendo en el papel que traía el centro tradicional de la ciudad. El surgimiento de una clase media tendrá también un correlato espacial puesto que estos grupos buscarán la proximidad física de las elites, ocupando los espacios dejados por éstas y de manera más bien excepcional ocupando algún frente de expansión de manera autónoma. Los sectores de más bajos ingresos por su parte ocuparan los espacios residuales, bajo procesos de acceso al suelo y la vivienda particulares: Urbanizaciones piratas, invasiones en el primer caso y vivienda autoconstruida en el segundo caso. Este esquema se denomina de fuerte macrosegregación.
La emergencia de una nueva etapa, está sustentada por la aparición de procesos de ocupación que se salen de ese marco de segregación macro: En primer lugar se observan movimientos de retorno de los hogares de mayores ingresos a localizaciones más centrales, atenuando la periferización iterativa antes descrita. Esta “reocupación” no obstante se caracteriza por unos mayores niveles de densidad poblacional, por unos desplazamientos laborales a centros diferentes al tradicional y por una demolición de un stock inmobiliario de baja densidad pero a menudo de alto valor arquitectónico.

En segundo lugar, el centro tradicional de la ciudad experimenta transformaciones en cuanto el tipo de población que hace uso de él. Se señala en particular su uso monoclasista por parte de grupos populares e incluso su deterioro por la presencia de zonas deterioradas, inseguras, quedando como única opción fuertes operaciones de renovación urbana, que mantengan a salvo la importancia simbólica de éstas.

En tercer y último lugar, comienzan a proliferar desarrollos de vivienda para grupos de ingresos medios en zonas tradicionalmente populares. Este proceso, debe observarse a la luz de la consolidación de un sector privado promotor y productor de vivienda. Dicha consolidación les permite incidir en el esquema de segregación socioespacial, puesto que ante una progresiva disminución de suelo para los proyectos dirigidos a los grupos de clase media en los frentes tradicionales, se comienza a colonizar terrenos que en otro momento no hubiesen sido susceptibles de urbanización por su localización en zonas populares, pero que ahora son atractivos por su cercanía a los centros de primer orden urbano. El gancho para atraer a esta clase media estriba en la oferta de mecanismos que garantizan la “seguridad y bienestar” de los residentes: Es el conjunto cerrado, con vigilancia particular y zonas comunes que satisfacen las necesidades colectivas de esta población sin hacer uso de los espacios externos asociados como inseguros. Se da pues, un proceso de residencia en los espacios populares sin experimentarse contacto alguno con ellos. Es por tanto una microsegregación cuya escala puede ser incluso mucho más aguda que la observada en la etapa anterior.

LA SEGREGACION SOCIOESPACIAL EN BOGOTÁ:

A continuación presentamos un rápido esbozo de la evolución de la segregación socioespacial en Bogotá teniendo como referente lo expuesto en el apartado anterior.

2. 1. La ciudad estamental y proto-capitalista (primer momento):

Hasta 1930, Bogotá se caracterizó por sus pequeñas dimensiones, heredando un patrón urbano hispánico, donde, la localización con respecto a la Plaza Mayor, asignaba a quienes residían más cerca de ella, el mayor prestigio. La presencia de la Sabana de Bogotá, ofrecía la posibilidad de una expansión sin límites, pero más que esto, su importancia radicaba como despensa en el suministro y abasto de la ciudad.

El orden social de la ciudad en la época colonial, basada en diferencias de tipo estamental, hacia de la segregación socioespacial un fenómeno parcial en la identificación de los grupos sociales. Prueba de ello es la cohabitación en las mismas viviendas de los encomenderos y españoles prestantes, de una población servil (indígena), mientras que la periferia de la ciudad, albergaba los arrabales compuestos de población indígena y mestiza. Durante el periodo republicano, Bogotá experimenta un proceso de compactación y densificación, sin mayores expansiones sobre la sabana lo cual hace que ésta mantenga aún una impresión de villa o pueblo. No obstante, ya comienzan a generarse nuevas expectativas derivadas de la necesidad de inserción en la economía mundial y por ende de adaptación a un patrón librecambista.[3]

2. 2. Segundo momento: Intensificación de la segregación socioespacial (Hacia la Macrosegregación).[4]

En la década de los años 30, Bogotá comienza a vivir paulatinos procesos de expansión y compactación de su estructura urbana. Su consolidación como el más importante centro regional y nacional, sumado a los procesos de violencia en los campos y el flujo migratorio por los procesos de industrialización explica en buena medida su crecimiento demográfico. A nivel espacial, la diferenciación estamental pierde paulatinamente su papel y la localización de acuerdo al nivel de ingresos en determinadas zonas de la ciudad va definiendo el esquema de macrosegregación.
Las elites en particular, comienzan su desplazamiento hacia el nororiente, siguiendo la Calle Real o actual carrera séptima: En un primer momento fue el sector de Chapinero, pero luego continuó dejando tras de sí zonas como el Chico, La Castellana, Santa Bárbara, etc., hasta la actualidad donde se observan localizaciones en municipios como Cota y Chía bajo modalidades de vivienda de baja densidad y con un componente de ruralidad altamente valorado. La evolución en cuanto formas de producción de espacio construido va desde una llamada producción por encargo donde la vivienda es un bien individualizado y dejado en manos de arquitectos específicos hasta formas capitalistas estandarizadas pero que tienen como atractivo la estética y promoción de un estilo de vida moderno (anonimato, prestigio social, tranquilidad y seguridad), ejemplificado en la proliferación de conjuntos cerrados y centros comerciales de uso exclusivo por grupos de altos ingresos.

Con el surgimiento de una clase media se puede hablar de un periodo de consolidación progresiva de las formas de producción capitalistas. Si bien en un primer momento es este sector el primer demandante de apartamentos en alquiler en el centro de la ciudad, tendrá la posibilidad gracias a los mecanismos de subsidio de vivienda tipo UPAC[5] de ir accediendo a estas como propietarios. Este sector además será demandante de formas estatales de producción de vivienda hasta los años noventa cuando se modifica el papel estatal en esta materia. En cuanto a su localización, predominaron aquellas próximas a las zonas de residencia de las elites, aun cuando surgió un frente de expansión autónomo hacia el occidente de la ciudad, cuyo máximo ejemplo hoy en día, es el sector de Ciudad Salitre.

En cuanto a los grupos populares, su localización inicial en los años 30 se genera sin una orientación definida pero desconectada del tejido urbano, con serias dificultades en la provisión de servicios públicos y apelando a dinámicas de acción colectiva y pautas culturales rurales para satisfacerlas. Con el transcurso de las décadas y la consolidación del esquema macro, estos sectores ocuparan los frentes de expansión del sur llegando en la actualidad a conectarse físicamente con el municipio de Soacha. Esta población ha permanecido excluida de los procesos de acceso al suelo y vivienda inspirados en la lógica estatal y de mercado regulado, predominando en contraparte los procesos de autoconstrucción de vivienda y el acceso al suelo a partir de las llamadas Urbanizaciones Piratas que son transacciones de suelo legales pero que adolecen de las labores previas de urbanización del terreno señaladas en la normatividad urbanística y/ o por su localización en zonas de riesgo. El predominio de estas formas frente a procesos como las invasiones tiene para Bogotá, una posible explicación en virtud del mismo esquema de segregación objeto de análisis: Dado un reconocimiento de ésta entre los propietarios de terrenos ubicados hacia el sur, las expectativas sobre los grupos que los usarán, genera como respuesta ante una amenaza de invasión técnicas de loteo sin mejoras y ventas a grupos populares, permitiendo no solo beneficios de tipo económico al urbanizador (omisión de los costos de urbanización) sino también de tipo político (explotación de redes clientelistas). En cuanto a los grupos populares, las labores de consolidación física de los barrios por parte de los programas de mejoramiento les proporcionará mayores beneficios pero a sí mismo una creciente amenaza por dicha valorización y por la aplicación de una normatividad urbanística caracterizada por ignorar la significación que tiene la vivienda para estos sectores como fuente generadora de ingresos, además de lugar de residencia que genera identidad.[6]

Así pues, en los años setenta Bogotá es claramente una ciudad segregada: hacia el norte residen los grupos de mayores ingresos mientras que hacia el sur residen los grupos de bajos ingresos, generando una imagen de norte-rico, sur-pobre, que vive en el imaginario de buena parte de la población.

2.3. Los indicios de un nuevo esquema de segregación socioespacial en Bogotá.

Como se ya mencionó de manera general para el caso latinoamericano, en Bogotá comienzan también a observarse procesos de localización de los hogares que no están asociados con el esquema tradicional de segregación macro. A partir de los años ochenta, comienzan a retornar hogares de ingresos altos hacia localizaciones más centrales: En un primer momento al sector de las Torres del parque, con un marcado tinte cultural, pero luego obedeciendo al factor trabajo y su cercanía a la residencia como en el caso del barrio Rosales y el centro financiero de la calle 72. El proceso de periferización continúa como ya hemos dicho hacia municipios como Chía o Cota donde la vivienda en baja densidad y con un alto valor paisajístico se complementa por la creación de centros experimentales de cultura y un parcial desarrollo de relaciones con la población tradicional de estos municipios.[7]

En cuanto al papel del centro tradicional de la ciudad, continua la discusión acerca de su recuperación como espacio de convergencia de los distintos grupos sociales. Si bien se han tratado de realizar obras de renovación urbana, existen discrepancias acerca de la necesidad de crear además de espacio público, proyectos de vivienda que sean atractivas para el regreso de sectores de mayores ingresos y de esa manera frenar la progresiva especialización de este espacio como zona de uso popular, con los riesgos sobre el centro histórico que tiene un alto valor patrimonial y arquitectónico.

En tercer y último lugar la localización de hogares de ingresos medios en zonas populares esta convirtiendo el paisaje urbano en una espacio caracterizado por la proliferación de conjuntos cerrados. Esta práctica que inició entre los sectores de mayores ingresos se está popularizando al grado que los proyectos de VIS también retoman estos elementos, generando a nivel general un sin numero de asentamientos que se encuentran desconectados a pesar de estar contiguos. Esta microsegregación sin embargo puede generar relaciones positivas en primer lugar porque valoriza zonas antes deprimidas dotándolas de mayor y mejor infraestructura, así como por la provisión de bienes y servicios de un grupo al otro. El siguiente análisis de caso tenía por objetivo verificar la existencia de distintos grupos sociales partiendo de la diferencia en cuanto proceso de producción de espacio construido: Autoconstrucción, vivienda estatal y vivienda capitalista.

ESTUDIO DE CASO.

Patio Bonito. Sector Popular de Bogotá.[8]

En los años setenta y paralelo a la construcción de la Central de Abastos de Bogotá (Corabastos), surge al suroccidente de la ciudad el sector de Patio Bonito. Las ventajas de localización laboral de una población en su mayoría de origen rural, empleada en la plaza, deviene en la ocupación de terrenos con un carácter inundable, cercanos al río Bogotá, no aptos para el uso de la vivienda. La escasa planeación a la hora de urbanizar, en esas características del terreno, provoca la inundación en el año de 1979 de este sector. No obstante, lejos de aminorarse, el sector continuó creciendo y consolidándose, a pesar de su asociación como espacio “marginal”, contrastando con el sector de Ciudad Kennedy, de origen estatal y privada, donde residen grupos de ingresos medios. Las mejoras de los barrios internamente y su conexión con el resto de la ciudad (vías, servicios básicos, etc.), lograda a través de la presión de las juntas de acción comunales, ha servido de experiencia en los procesos más recientes -años 90-, en especial aquellos ubicados en el sector llamado “Tintal Central”, que alcanza la misma ribera del río Bogotá. Sin embargo aún queda un frente de expansión potencial en la localidad el cual viene siendo apropiado por firmas capitalistas de promoción y producción de vivienda. Si a ello se suman las trasformaciones e inversiones en equipamientos dotacionales como Bibliotecas, centros de servicios estatales, Transmilenio, etc., se puede entender el cambio de percepción acerca de las ventajas de localización que se ofrecen incluso para grupos de ingresos medios.

3.2. Barrios de estudio: Unir I, Riberas de Occidente y Gerona del Tintal.

Un primer elemento que une las tres historias es el momento de urbanización que se da en los años noventa en la estancia llamada Pantanos de Holguín. Ubicada al extremo occidental del sector de Patio Bonito. Unir I es un desarrollo promovido por el señor Mariano Porras quién llegó a ser concejal de la ciudad. Gran parte del apoyo obtenido fue por medio de procesos llamados de autoconstrucción y autogestión comunitaria que no estaban atados a los mecanismos tradicionales de financiamiento (UPAC o UVR). Sin embargo la firma creada por él llamada VISOCOL fue demandada por varios residentes del proyecto que se quejaban de no haber recibido la vivienda prometida. El proyecto de 793 soluciones de vivienda contemplaba el pago de cuotas monetarias o en horas trabajo, que se obtenían por la participación en bazares, en la autoconstrucción o a través de la venta de boletas para las rifas.

Al momento de realizar la investigación el barrio había obtenido mejoras en infraestructura no sólo a través de la gestión del comité pro-obras del barrio sino por parte de la Junta de Acción Comunal. Existen pues, dos organizaciones que se diferencian por cuanto la primera apoya al urbanizador, mientras que en la segunda se agrupan quienes están gestionando la demanda en su contra. Lastimosamente esta des-unión en Unir ha llevado a ineficiencias en las labores comunitarias que beneficien a la misma comunidad, minando valores de solidaridad e identidad en el barrio.

La Urbanización Riberas de Occidente, es un desarrollo estatal, dirigido a los empleados distritales. Si bien para algunos de ellos permitió satisfacer la necesidad de vivienda para otros sólo fue una oportunidad de inversión en finca raíz. Así pues, muchos hogares han preferido mercantilizar estas viviendas que consideran inadecuadas no solo por sus características sino por la localización en una zona popular, cuyo principal sinónimo es la inseguridad. Así pues, predomina una alta participación de hogares arrendatarios frente al grupo originario al cual estaba destinado el proyecto. Éste era desarrollado por FAVIDI y la constructora GOMEGA, pero fracasó dejando un stock inmobiliario sin terminar, susceptible de ser ocupado por delincuentes y/ o habitantes de calle, aumentando aún más la sensación de inseguridad y la amenaza de desvalorización del patrimonio habitacional.

En cuanto a la organización comunitaria, existen las juntas administradoras, que tiene una trayectoria significativa por cuanto lideraron los procesos de demanda por mejores condiciones de habitabilidad frente a la constructora, así como por las labores de embellecimiento posteriores y la búsqueda de retención de los residentes originarios. Si bien se pensó en el encerramiento a manera de conjunto cerrado ha sido muy difícil hacerlo por los costos que implica y aún más allá por una apatía generalizada que atribuyen como rasgo particular de una población inquilina que no tiene pertenencia por la urbanización.

Los multifamiliares Gerona del Tintal, desarrollados por una entidad promotora privada, también fracasa por cuanto no se logra vender la gran mayoría de apartamentos que estaban indicados en la licencia de construcción. En ésta además, se puede apreciar la totalidad del proyecto que descansaba en la figura del conjunto cerrado, zonas comunes y facilidades de acceso a formas de financiamiento como el subsidio. Dada esta situación interviene la fiduciaria y se genera así como en Riberas todo un proceso de demanda y exigencia para dotar a los hogares residentes de los servicios básicos. En el momento de la investigación se podía apreciar un stock sin terminar, que resaltaba dentro de la zona por cuanto era el único proyecto de edificios en una zona donde predominaba la vivienda tipo casa.

3.3. Sondeo a las prácticas socioespaciales.

3.3.1. El perfil socioeconómico de los hogares residentes en los barrios de estudio.

Uno de los resultados más importantes de la investigación fue encontrar una cierta homogeneidad en el perfil de los hogares residentes en los tres barrios: Los niveles de ingreso de los hogares, el gasto en vivienda (alquiler o amortización), la composición etárea, la caracterización laboral e incluso el medio de transporte son muy similares para los tres barrios. Si bien se encuentra cierta población diferenciada habitando en los barrios formales (Riberas y Gerona), se puede advertir en general, que la población predominante en los tres barrios es popular.

Esta homogeneidad es más apreciada entre los dos proyectos de vivienda tipo casa (Unir y Riberas), pues el uso que se da a la vivienda como fuente generadora de ingresos y lugar de residencia, clásico por la existencia de tiendas y negocios en los barrios populares, se observa en el barrio estatal. Así pues, un hogar que vive en Unir, perfectamente podría vivir también en Riberas y viceversa. Frente a los multifamiliares, no solo hay diferencia por el tipo de vivienda apartamento sino por la existencia de un manual de convivencia que a pesar de todo busca generar unas reglas de conducta acorde con las de los conjuntos cerrados propios de sectores de ingresos medios y altos.

En cuanto a la densidad poblacional de los barrios en Unir, habitan más de dos hogares por vivienda mientras que en Riberas y Gerona predomina la vivienda unifamiliar. Debe tenerse en cuenta que las viviendas de Unir son más grandes y que existe la práctica del alquiler caracterizada por la cohabitación con el propietario y el uso compartido de espacios de la vivienda. Si bien en Riberas hay un sector arrendatario este lo hace de manera independiente lo cual es señalado como algo positivo.

La movilidad en este sector es dependiente de las ofertas de rutas y horarios de éstas, por parte de las empresas de buses. No existe un uso masivo de vehículos particulares en el barrio estatal ni en el privado. Muchos de los servicios demandados por esta población terminan siendo satisfechos en los barrios ubicados en el entorno en particular Unir y el sector de Patio Bonito. Riberas de Occidente es del conjunto de barrios analizados, aquél que presenta una mayor desconcentración no sólo por las trayectorias residenciales de sus habitantes sino por sus expectativas, hecho que se puede comprender dada la presencia del gremio de empleados distritales que aceptaron llegar a vivir en esta urbanización.

Entre los aspectos positivos que tiene la localización están la oferta de bienes y servicios a bajos precios, la posesión de vivienda en propiedad. Entre los retos más difíciles están la adaptación al lugar –identificado como peligroso o desconocido-, en particular por el mantenimiento una situación de precariedad por las ineficiencias en el mantenimiento vial y condiciones sanitarias, así como por la canalización de un caño contiguo a los barrios.
Por último la relación vivienda lugar de estudio, muestra trayectorias circunscritas al entorno donde esta la oferta de espacios educativos de primaria y secundaria. La relación vivienda lugar de trabajo si marca algunas diferencias pues mientras en Unir se observa la importancia de zonas de tipo industrial (ubicadas en la periferia del centro tradicional) entre los habitantes del barrio estatal está se desconcentra hacia zonas incluso muy cercanas a éste (maestros empleados en centros educativos de la zona o el sector). En Gerona se observó desplazamientos hacia localizaciones que corresponden tanto a centros tradicionales como de tipo popular.

3.3.2. Trayectorias espaciales.

En la aplicación de encuestas a los residentes se indagó no solo por sus trayectorias residenciales sino también espaciales. Se averiguó el uso de espacios específicos para el desarrollo de las siguientes actividades: hacer mercado, hacer deporte, actividades religiosas, de tipo bancario, asistir a espectáculos, ir a cine, ir de rumba, salir a comer, compra de vestuario y visita a parientes. Se esperaban mapas diferenciados por barrio en virtud de la hipótesis de grupos sociales diferenciados tanto por el tipo de vivienda habitada como por sus prácticas socioespaciales. Sin embargo se volvió a encontrar una relativa homogeneidad, predominando espacios localizados muy cerca del lugar de residencia. Dada la practica de uso mixto de la vivienda existe una oferta de bienes y servicios que ya pueden ser demandados y satisfechos en Unir y Riberas, atrayendo incluso a población de Gerona quienes al vivir en apartamento y carecer de zonas comunes al interior del conjunto, no encuentran problema en buscarlos allí.
El sector de Patio Bonito, Corabastos y más allá el sector de Ciudad Kennedy continúa en orden de importancia, para el desarrollo de varias de las actividades analizadas, señalando como aspecto clave el hecho que la vivienda es más que un lugar de dormitorio y sin conexión con el entorno.

La importancia de los centros comerciales ubicados en la misma zona es relativa, de una parte se encuentra Plaza de las Américas, lugar donde se va de vez de cuando a ver cine (actividad con muy bajos niveles de realización en el conjunto de los barrios), así como la frecuentación de bares y tabernas contiguas (desarrollada por la población de los barrios de tipo formal). El Éxito de las Américas es espacio utilizado por la población de los multifamiliares, pero tanto hacia este como hacia el primero, los desplazamientos de la población del barrio popular indican que no existe una exclusividad en el uso de estos espacios.

Encadenada a las trayectorias residenciales, la actividad de visita a familiares confirma que la población de Riberas de Occidente presenta un patrón de mayor desconcentración
A diferencia de Unir o Gerona donde la localización de los familiares señalaba también antiguos lugares de residencia y por tanto la importancia de éstas redes a la hora de tomar una decisión residencial.

3.3.3. Grados de conocimiento y frecuentación.

A partir de los resultados sobre frecuentación de un conjunto de lugares de la ciudad, se observó que no existía una clara diferenciación de acuerdo a grupo residente: Es el caso de zonas comerciales populares (San Victorino o San Andresito) y de centros comerciales de la misma zona (Plaza de las Américas, Éxito). Frente a aquellos centros comerciales localizados en otras zonas de la ciudad se encontró que su mayor frecuentación se daba por habitantes residentes en el barrio estatal.

Zonas cuya denominación es muy genérica pues albergan varios barrios, como Fontibón (Occidente); Bosa (Suroccidente) y Suba (Noroccidente) no parecen dar pistas de especializaciones en cuanto trayectorias espaciales. Más bien darían para pensar en una diferenciación de estas trayectorias en razón de la homogeneidad geográfica de la zona que se diferencia del costado oriental donde se encuentran los cerros y la parte montañosa más importante de la ciudad. Seria interesante examinar si se superponen a los sistemas residenciales la relación geográfica de la ciudad: Sabana (topología plana) / cerros orientales (topología inclinada).

Ahora bien, tampoco hay claridad acerca de las trayectorias al observar homogeneidad en el grado de frecuentación y conocimiento de barrios populares por los residentes de los tres barrios, confirmando una escasa especialización en trayectorias. Finalmente, la frecuentación de espacios como el centro tradicional es superior para los habitantes de Gerona del Tintal (centro histórico, Plaza de Bolívar y Avenida Jiménez con séptima). La población de Riberas y Unir por su parte, muestran frecuentaciones parecidas tanto a la Iglesia del 20 de Julio (espacio popular) y al Parque Metropolitano Simón Bolívar (localizados muy cerca de las instalaciones deportivas de la caja de compensación familiar, a la cual están afiliados los empleados distritales que residen en Riberas). Por último recalcamos la frecuentación de parte de la población de Unir hacia espacios tan alejados como la Avenida 19 con 116, donde se ubica un conjunto de establecimientos comerciales dirigidos a grupos de altos ingresos, la explicación de estas frecuentaciones descansa en motivos laborales.

CONCLUSIONES.

La clásica asociación entre formas de producción de la vivienda y grupos sociales se relativiza a la luz de los resultados obtenidos en nuestra investigación, mostrando la complejidad que representa el abordaje hacia este tema. La poca presencia de población de ingresos medios en el conjunto de los tres barrios, contrasta con la perfecta movilidad entre habitantes de Unir y Riberas sobre todo, y distanciado un poco de Gerona.

Los indicios de posible explicación radican en la dinámica que adquiere el mercado de arrendamiento, que permite a hogares de bajos ingresos acceder a modalidades de vivienda formal. Esta vivienda sin embargo pasa a ser expresión de la cultura o forma como se apropia el territorio bajo la lógica popular (uso mixto) y de manera muy tenue logra imponer en el sector otro tipo de dinámicas, más acordes a la forma de ocupación tradicional de los sectores de ingresos medios y altos en Bogotá. Para complejizar más aún el escenario existiría un conjunto de hogares con ingresos medios que sin embargo preferiría la vivienda autoconstruida dado los atributos de tamaño (que permite potenciar más la cohabitación de varios hogares en una misma vivienda), uso mixto (vivienda como fuente generado de ingresos), facilidades de pago y la expectativa de valorización entre cuyo aspecto paradójicamente juega mucho la localización de proyectos de vivienda formales y las ventajas de localización con el paso del tiempo. Antes que la forma de producción, tiene mayor peso la forma espacial de la vivienda.

Así pues, no se encuentran evidencias para afirmar que las diferencias en las formas de producción, respondan a la cohabitación de grupos sociales heterogéneos, en nuestro caso. Se daría más bien, una innovación sustancial en el modo de segregación como un todo, centrada en un aspecto: La penetración de modalidades formales de producción de vivienda en grupos populares y en sus lugares tradicionales de localización. El impacto sobre las prácticas socioespaciales se concentra en aspectos de menor escala, ligadas a las características de los conjuntos habitacionales y en particular la modalidad de vivienda multifamiliar frente a casas unifamiliares.


BIBLIOGRAFIA

Dureau Francoise y Lulle Thierry. Movilidad espacial y transformaciones territoriales en Bogotá. Documento CEDE 99-11 de Agosto de 1999.

Jaramillo, Samuel. El papel del mercado del suelo en la configuración de algunos rasgos espaciales en las ciudades latinoamericanas en Revista Territorios: Número 10, 1998. CIDER Uniandes.

Jaramillo, Samuel. Producción de vivienda y capitalismo dependiente. El caso de Bogotá. Ed. Dintel. 1980.

Jaramillo, Samuel. La estructura urbana y la vivienda en Bogotá. En: Vivir en Bogotá. Foro Nacional por la Paz. Bogotá 1990.

Jaramillo, Samuel. El destino del centro de Bogotrá. En: Revista Desarrollo y Sociedad. Número 10, 1983. Uniandes.

Mejía Pavony, Germán. Loa años del cambio: 1820-1910. 1999. CEJA.

Torres Carrillo, Alfonso. La ciudad a la sombra. Barrios y luchas populares en Bogotá 1950-1977.

Vargas, Lesmes Julián. La sociedad de Santa fe Colonial. 1990. CINEP.

[1] Ponencia presentada en el IV seminario de investigación urbano-regional ACIUR “Derecho a la ciudad” los días 30, 31 de Octubre y 1 de Noviembre de 2003, y realizado en la Universidad Externado de Colombia. Esta ponencia esta basada en la tesis realizada por el autor para optar por el título de Economista en la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Se permite su libre reproducción citando la fuente.
[2] Jaramillo, Samuel. El papel del mercado del suelo en la configuración de algunos rasgos espaciales en las ciudades latinoamericanas. En: Revista Territorios # 10. 1998. CIDER- UNIANDES.
[3] Para una revisión detallada sobre la evolución urbana de la ciudad en la época colonial ver Vargas Lesmes Julián, La sociedad de Santa fe colonial. CINEP. 1990. Para el periodo republicano, respectivamente: Mejía Pavony Germán, Los años del cambio: 1820-1910. CEJA. 1999.
[4] Pare efectos de brevedad, hacemos un repaso general a este segundo momento. Sin embargo, se advierte que entre 1930 y 1950, la segregación socioespacial es apenas incipiente en cuanta especialización en las localizaciones residenciales. Desde 1950 aproximadamente hasta los años setentas, se observa la profundización de este fenómeno en Bogotá. Para una revisión de esta evolución urbana, véase: Jaramillo Samuel. Producción de Vivienda y Capitalismo dependiente. El Caso de Bogotá. Ed. Dintel. 1980 y del mismo autor: La estructura urbana y la vivienda en Bogotá. En Vivir en Bogotá: Foro Nacional por la Paz. Bogotá. 1990.
[5] Unidad de Poder Adquisitivo Constante. Es una forma de capitalización de los ahorros promovida en los años 70 para facilitar el acceso a vivienda. El UVR es en términos generales un prolongación de esta lógica. La intervención estatal en materia de vivienda estaba en manos del BCH (Banco Central Hipotecario) y del ICT (Instituto de Crédito Territorial) si bien el segundo tenía como población objetivo los sectores de ingresos bajos, estos han estado estructuralmente excluidos de todos los programas de vivienda, incluido el actual sistema de Vivienda de Interés Social VIS.
[6] Torres, Carrillo Alfonso. La ciudad a la sombra. Barrios y luchas populares en Bogotá 1950-1977. Ed. CINEP, 1993.
[7] Dureau Francoise y Lulle Thierry. Movilidad espacial y transformaciones territoriales en Bogotá. Documento CEDE 99-11 de Agosto de 1999.
[8] Tanto la recopilación del origen y desarrollo de Patio Bonito, como de los barrios de estudio (Unir I, Riberas de Occidente y Gerona del Tintal), comprenden desde historias barriales que se encuentran en el departamento administrativo de acción comunal, hasta entrevistas realizadas a habitantes de los barrios.

martes, 10 de julio de 2007

¿En donde queda la rebeldía?

El día está muriendo, estoy aquí, sentado, de cara a la pantalla de la computadora, hace bastante tiempo que no logró alcanzar cierto aire inspirador, que me permita componer algo poético. Tal vez, con el paso del tiempo y los cambios que experimentamos en nuestros corazones, aquello que llamamos sensibilidad se va desvaneciendo. Las palabras se van alejando y solo podemos ver y pensar. Es más, dejamos de actuar, nos anquilosamos en la comodidad de decir que la vida es dura, que ya no es igual que ayer y que lastimosamente hay que madurar.

¿Dónde quedan entonces las esperanzas de cambiar el mundo? Parece una carrera de relevos sin fin, en la cual cada nueva generación, recibe de su antecesora esta misión y así cada vez que una generación se retira, pasa a la inactividad total, se escabulle, se esconde o peor aún se convierte en un mero espectador o en un crítico frente a los jóvenes, que intoxicados de rebeldía vuelven a repetir el circulo vicioso donde la vida terminan atropellándonos sin excepción.

Hemos perdido la valentía para seguir siendo locos, nos vamos sumando al rebaño de idiotas que miran las cosas a su alrededor sin la más mínima comprensión, sin la más mínima compasión. Nos sumergimos en nuestros egoísmos, idolatrados en nuestras compañeras, en nuestros hijos, en nuestras posesiones, en nuestra doble moral y decimos irónicamente, que hay que aceptar la vida como algo cruel, como competencia, como exceso, como placer y nos hacemos viejos amargados a los escasos 30 años.

Cuando siento la necesidad de volver a hacer cosas irreverentes, ya no sé si me veo ridículo, ya no sé si me ven como un fracasado, como un extravagante. Aún sigo creyendo que un hombre con cabello largo, aretes y tatuajes, es igual al oficinista de la cámara de comercio poseedor de esa aparente imagen de hombre exitoso, gracias a su espíritu competitivo y su perfecto amoldamiento al sistema. Decidí demostrarme que aún puedo ser irreverente y me pinte mis uñas de las manos de negro, pero creo que realmente eso es algo trivial, un verdadero rebelde no lo es solo por su vestimenta o por los accesorios que lleva encima, lo es por la posibilidad de generar radicales cambios llevando una aparente vida común.

Es así como creo que aún podemos cambiar el mundo, porque podemos cambiar nuestra vida, porque es posible alcanzar la libertad mediante una vida sencilla, sin la necesidad de convertirnos en mártires de nada ni de nadie, sin la necesidad de buscar líderes o ideologías, con la posibilidad de educar a nuestros hijos para que sean irreverentes como nosotros, porque aún nos negamos a dejar de ser rebeldes, porque la educación que les damos es pura rebeldía, es precisamente propagar la llama del amor, de generar revoluciones internas en sus corazones y en que tengan la fe suficiente para no dejarse subestimar por cualquier adulto, maestro o joven cuadriculado cuyo afán de éxito en la vida se basa en atropellar a quienes lo rodean. Si eso es progresar, quememos las escuelas y acabemos con el miedo a gritar nuestra indiferencia a llevar una vida tan pobre, a trasmitir a nuestros hijos e hijas esa maldita herencia del servilismo.

domingo, 20 de mayo de 2007

¿El concepto de mercado informal es suficiente para dar cuenta de los procesos de urbanización por parte de los pobres en América Latina?[1]

Hernando Sáenz Acosta[2]

En primer lugar debo aclarar al lector, que este documento no tiene un carácter científico, por el contrario solo constituye un conjunto de reflexiones que surgen a partir del quehacer investigativo del autor, referidas sobretodo a los procesos urbanos –acceso al suelo y vivienda por parte de los pobres- que son analizados tradicionalmente bajo la dicotomía formal/ informal. El siguiente documento tiene por objetivo, evidenciar de manera parcial la insuficiencia del concepto por cuanto responde a una tipología dualista que es excluyente y en segundo lugar intentar plantear de manera tentativa algunas consideraciones de esquemas propios del pensamiento complejo que trascienden esa dualidad y que podrían convertirse en un futuro marco de referencia para nuevas investigaciones en esta área.

Una dualidad excluyente:

El concepto de informalidad es heredero del concepto marginal, utilizado por varios investigadores sociales latinoamericanos, para dar cuenta de las prácticas sociales, económicas, culturales, etc, implementadas generalmente, por los grupos de menores ingresos, las cuales, no se corresponden, con aquellas identificadas como propias de una sociedad moderna,[3] razón por la cual, se identifican como conductas tradicionalistas o premodernas que sobreviven debido al fracaso de los modelos de desarrollo económico en la región: Por ejemplo, en el caso de procesos como la urbanización y la industrialización, ciudades como Bogotá se alejaron bastante del prototipo europeo occidental, por cuanto nunca hubo una total proletarización de la mano de obra y mucho menos hubo una consolidación de un Estado-nación fuerte que lograse intervenir en la lógica del mercado de suelo y vivienda, que contribuyese a garantizar las condiciones necesarias para la reproducción de la fuerza de trabajo.
Sin embargo, la población de bajos ingresos lejos de ser un sujeto estático, modifica sus conductas, construye su propia racionalidad y la materializa en la forma de construir ciudad. Es decir, que más que ubicarse al margen o ser informal, empieza a establecer sus propios arreglos institucionales, los cuales son legitimados independiente de que sean legales o no y mezcla aquellos opuestos aparentemente irreconciliables (formal/ informal). Un concepto de informalidad atado simplemente a la existencia de títulos de propiedad o no de un lote o vivienda, desconoce la complejidad de dichos arreglos institucionales y por ende las conclusiones a las que llega son las mismas de siempre: La necesidad de formalizar las conductas de los pobres, para que estos salgan de su situación de pobreza, porque el concepto informal se asocia con ilegal y se estigmatiza de entrada, impidiendo analizar los aspectos positivos que subyacen en estas dinámicas.

En el caso de los procesos de acceso al suelo y la vivienda por parte de los pobres, ha sido recurrente en las últimas cuatro o cinco décadas las descripciones estigmatizadoras de la manera como ellos construyen su espacio, aunque existen excepciones, cualquier discurso que pretenda reconocer las ventajas de estos procesos de urbanización no deja de ser identificado como populismo (tanto en la versión de izquierda como en la versión neoliberal, ésta última presente en autores como Hernando De Soto). Que dicho populismo haya servido para consolidar económica y políticamente a los urbanizadores piratas y que estos tengan influencia en los cuerpos legislativos de la ciudad, ya debería demostrarle al Estado, cuan grave ha sido el error de continuar utilizando un esquema dualista y excluyente a la hora de proponer soluciones que mejoren la calidad de vida de amplios sectores de la población, tradicionalmente sujeta a las opiniones de un planificador, que cree que los pobres no tienen nada que aportar en la construcción de una política pública.

En suma, predomina tanto en el quehacer científico como político una visión dualista y excluyente de nuestra sociedad. Una sociedad compuesta de buenos y malos, donde los últimos se turnan periódicamente: Por un lado los pobres urbanos, que se niegan a respetar unas normas urbanísticas diseñadas para imponer un orden, un deber ser de la ciudad, por otro el Estado que ha impuesto demasiadas trabas para el despliegue del empresario popular y por último el mercado que se dirige únicamente a satisfacer las demandas de los estratos de mayores recursos. Así pues, se continua inmerso en la pendularidad Mercado-Estado, radicalizando los discursos al punto de fomentar la intolerancia e invisibilización de aquellos que son distintos, por cuanto son identificados como amenaza en el proyecto particular de construcción de ciudad.

Más allá de la dualidad:

Pensar los procesos humanos bajo esquemas duales, es una herencia del pensamiento occidental[4]. Trascender hacia esquema triádicos representa un reto para la investigación urbana, pero no es el único planteado por el pensamiento complejo. Al anterior se suma la exigencia de abandonar esquemas antropocéntricos y sustituirlos por esquemas antropológicos, ir más allá de los estudios interdisciplinarios o multidisciplinarios para llegar a propuestas transdisciplinares, diluir la clásica distinción dualista entre ciencias de la naturaleza y ciencias del hombre.

Estos desafíos tienen una implicancia monumental en la manera como hacemos investigación y por supuesto en el diseño de las políticas públicas. El primero de ellos, corresponde a la elaboración de nuevos conceptos que den cuenta de la realidad analizada hasta ahora bajo el concepto informal: Por ahora mencionemos que las acciones humanas y en particular aquellas relacionadas con la vivienda involucran no solo la razón, sino también la tradición y la pasión, estos elementos a su vez determinan la racionalidad de los individuos y le imprime un sello al mercado -el cual se ubica en una zona intermedia entre un extremo que es el mercado solidario y de otro uno capitalista donde prima el interés individual-.

Existe entonces una amplia pluralidad de mercados y no solo un mercado informal, definido a partir de la negación de su contraparte -mercado formal-. Más aún, las diferenciaciones se complejizan al involucrar el aspecto espacio-temporal, recordándole al investigador que la realidad entendida como caos no significa nada más que un orden aún no conciente. A manera de ejemplo, sabemos que en Bogotá han predominado las urbanizaciones piratas, sin embargo este proceso puede diferir de acuerdo a la localización, al tipo de participantes en él y llevar a que pequeñas perturbaciones generen grandes transformaciones en los proceso de ocupación del suelo, sean inducidos desde afuera o generados al interior de un barrio y estos factores van más allá de un título de propiedad. Involucran las relaciones de los habitantes con el medio ambiente que lo rodea, con los habitantes de los barrios circunvecinos, con las instituciones privadas y públicas que satisfacen las necesidades de los residentes de un sector, con los partidos políticos (sean o no iguales a los del urbanizador pirata), involucran además la concreción de modos particulares de vida y no solo aquellos asociados con lo rural sino con las nuevas culturas urbanas, con la generación de identidad a partir de la asociación con un territorio, en proceso inacabado de construcción y de-construcción y que evidencia que estamos ante un proceso dinámico, al cual debe agregarse la subjetividad del investigador y el efecto que genera su intervención en las comunidades no solo por su quehacer científico, sino por las consecuencias que generan las recomendaciones que éste hace en materia de políticas urbanas.

Por ahora y como punto de partida, se puede proponer el concepto de mercados residenciales populares. Es necesario advertir, que el concepto popular también es heredero de la lógica dualista, pese a ello, autores como José Luís Coraggio[5] han planteado un tercer sector económico llamado economía popular urbana, que complemente un sector empresarial capitalista y otro estatal. Su noción de lo popular se caracteriza por ser dinámico y por evidenciar la presencia de un tercer actor como es la sociedad civil que trasciende el clásico péndulo Mercado- Estado. Es bajo esta perspectiva que se ha de entender el concepto alternativo que queremos empezar a construir.

Una propuesta como esta, requiere evidentemente de una apuesta transdisciplinaria, para su descripción y análisis: Ello puede alcanzarse por ejemplo con un esquema de tipo fractal[6] en el cual una supradimensión social subsume las siguientes tres dimensiones: Ambiental, económica y político-ideológica, las cuales subsumen a su vez las subdimensiones de infraestructura reproductiva y productiva, fiscal financiera e institucional-administrativa. Así pues, el tradicional economicismo en las ciencias humanas debe dar paso a un dialogo con otras disciplinas, reconociendo que el conocimiento se genera también a partir de fuentes alternas a la ciencia, como son el arte y la religión. Existen aún muchos investigadores que consideran que su objetividad e imparcialidad se valida a partir del empleo de una determinada metodología, pero hasta esa mínima elección es un acto subjetivo que ya está determinando el tipo de conclusiones y las recomendaciones generadas a partir de su labor. Más que un rechazo a esta forma de hacer ciencia, lo importante es que el investigador sea consciente de su subjetividad y de la manera en que esta incide a la hora de ejercitar su labor y que deje de una buena vez de creerse el único con la verdad revelada y aprenda de los otros, de los cuales, cree que no tiene nada que aprender. No es lo mismo, asignar la categoría informal a un pobre urbano, a que este se identifique como tal.

En fin, la labor del investigador es la de un perpetuo aprender, por eso investiga y pone a prueba sus hipótesis y cuando es necesario cambia de paradigma. El pensamiento complejo pone sobre la mesa las propuestas por un cambio de paradigma y en el caso de las investigaciones urbanas evidencia la necesidad de entender la ciudad como otro ser vivo. Desconocemos hasta donde sea posible hablar de multiplicidad de conceptos de desarrollo, o de una propuesta muy espacializada de desarrollo (no urbana, para evitar la discusión frente a lo regional), pero autores como Izquierdo[7] han planteado enfoques regionales para la alternatividad al desarrollo, donde el aspecto territorial es clave para la elaboración de propuestas diferentes a más mercado o más estado. Precisamente termino estas reflexiones, reseñando que las políticas públicas ya no son competencia exclusiva de unos especialistas en el tema del ordenamiento urbano sino que involucran cada vez más a otros sectores, que exigen su derecho a construir los planes, se espera a futuro que los sectores populares ganen mayor peso, no para aprovecharlos como sujetos revolucionarios o como capitalistas en potencia, sino para que se les reconozca como constructores de su propio destino, aquel que ha venido siendo puesto en marcha desde hace mucho tiempo, al construir ciudad y que constantemente ha sido estigmatizado o romantizado pero nunca respetado frente a los discursos hegemónicos del poder (en todas sus versiones: fuerza, riqueza, conocimiento y conciencia).


[1] Este artículo apareció en la publicación virtual de la Maestría en Gestión Urbana de la Universidad Piloto de Colombia “Papeles de Coyuntura” Número 21 del mes de Agosto de 2006.
[2] Economista de la Universidad Nacional de Colombia y Magíster en Planificación y Administración del Desarrollo Regional del CIDER, Universidad de Los Andes. Investigador del proyecto sobre mercados informales de suelo, vivienda y movilidad urbana en once barrios de Bogotá adelantada desde 2004 por el Lincoln Institute of Land Policy (LILP) y el CIDER Uniandes. Actualmente investigador del proyecto adelantado por el LILP y la Universidad Piloto: Observatorio del mercado informal de suelo en Bogotá.
[3] Mires Fernando. El discurso de la miseria o la crisis de la sociología en América Latina. Ediciones Nueva sociedad. Caracas. Venezuela. 1993. Este autor presenta un análisis riguroso de los debates concernientes a los conceptos marginal e informal, que considero es muy pertinente hoy, cuando vemos un resurgimiento (¿o moda?) de investigaciones sobre los mercados “informales” de suelo y vivienda. Sin embargo, en este artículo solo me refiero al carácter dual del concepto y sugiero al lector la consulta del texto reseñado si desea profundizar más en los criterios bajo los cuales se definió lo formal y su opuesto informal: Versión de la OIT que enfatiza en lo laboral (esfera de la producción), propuestas ubicadas en el ámbito de la reproducción (vivienda), el discurso neoliberal de Hernando de Soto, etc. Otra referencia es Lazarte, Rolando. El sector “informal”: Una revisión conceptual bibliográfica. En: Revista Problemas del desarrollo, Vol. 31 # 121. México IIEc-UNAM, abril-junio 2000 pp. 35-62.
[4] Este pensamiento dual supone que una cosa no puede ser su contrario a la vez, es decir que si algo es informal no puede ser formal a la vez. Por el contrario el pensamiento oriental sí considera esta situación y agrega además la posibilidad de que el todo sea más que la suma de las partes y esté en constante evolución.
[5] Coraggio José Luís. Economía Urbana. La perspectiva popular. 2da. Edición. Abya- Yala. Quito. Ecuador. 1998.
[6] Izquierdo Adolfo. Heurística crítica, complejidad y nueva racionalidad. Referentes de planificación alternativa como método transdisciplinario. Notas de clase. CIDER, Universidad de Los Andes. Bogotá Abril de 1999. págs 3 y ss.

[7] Ibíd.

miércoles, 2 de mayo de 2007

CAMINANDO BACATA





Hernando Sáenz Acosta
[1]

“La soltura, la comodidad, la "facilidad" en las relaciones humanas se presenta como garantías de la libertad individual de acción. Sin embargo, la resistencia es una experiencia fundamental y necesaria para el cuerpo humano: gracias a la sensación de resistencia, el cuerpo se ve impulsado a tomar nota del mundo en que vive. Ésta es la versión secular de la lección del exilio del Edén. El cuerpo vive cuando se enfrenta a la dificultad.” Sennett Richard. Carne y Piedra. Alianza Editorial. Segunda reimpresión 2003. Cap. 9 p. 331.

Tal vez esta cita, refleja mi intención de escribir acerca de una experiencia tan cotidiana para mí, pero que veo ha dejado de serlo para muchas personas: La experiencia de caminar. Y probablemente se esté perdiendo esta posibilidad de contacto con la ciudad debido a que la vida ya no deja tiempo para ello, pues el trabajo y el estudio o simplemente las agendas colmadas de citas en lugares tan apartados de una ciudad gigantesca impidan que salgamos simplemente a vagabundear sin un destino fijo. Si se suma a ello, que se respira en la gran cantidad de nuestras ciudades un sentimiento de inseguridad incluso al caminar por nuestros propios barrios se entiende que quién camina lo hace por obligación y que incluso hacerlo por lugares y horarios indebidos puede llevar incluso a poner en riesgo la propia vida.

Debo reconocer que mi experiencia caminando ha sido en buena parte por obligación, desde pequeños en casa aunque mi padre era chofer de buseta, verlo siempre sentado al volante y tener la posibilidad de recorrer esta ciudad y observar sus contrastes significaba adicionalmente tener la posibilidad de soñar con hacer parte de esos lugares tan sofisticados, con casas grandísimas y amplias zonas verdes y centros comerciales. Sin embargo, esta experiencia con el paso del tiempo se modifico y paso de la ingenuidad hacia la identificación de una ciudad desigual con fuertes contrastes derivados por un esquema de injusta distribución de la riqueza. Y tal vez en la medida en que dejé de “pasear” en la buseta con mi padre, consideré que nunca más volvería a esos lugares. Pero, a pesar de ello he seguido movilizándome hacia diferentes zonas de la ciudad y ello no solo a través de vehículos sino a partir del movimiento de mis piernas.


He considerado esta experiencia muy interesante, pero no como ejercicio de grupo universitario, pues si bien es cierto esta propuesta ya tiene sus antecedentes, considero que un grupo de más de tres personas caminando por calles de barrios desconocidos deja de ser atractiva si se desea pasar como un incógnito y en esa medida ser parte de lo que se observa de manera natural. Fue así como trate de recordar desde cuando venía recorriendo la ciudad de manera solitaria y me acorde del año 1994 cuando después de salir de presentar el ICFES en una universidad ubicada en Chapinero, decidí caminar hacia el centro comercial Santa Bárbara ubicado en Usaquén. Trato de recordar las sensaciones que me producía estar en un centro comercial, siendo un desconocido pero al mismo tiempo pensando en que era uno más de aquellos distinguidos clientes que entraban y salían de los almacenes de marca. A veces entraba a las discotiendas a observar o escuchar algún disco y cuando se acercaba el vendedor argumentaba que quería saber si valía la pena comprarlo o no, o por el contrario preguntaba por discos de difícil acceso de los cuales ya sabía que la respuesta sería “lo siento, no lo tenemos”.


Este caminar por placer, descansa en el hecho de ser uno más que no tiene un destino fijo, y al conversar el otro día con Esteve y de que me contara sus experiencias considero que esta es una gran forma de conocer el mundo que esta fuera de tu casa. Es así como lejos de ver a Bogotá solo en los planos que tiene DAPD, me gusta contrastarla con lo que observo de mis excursiones, es así como pongo en duda la construcción de viviendas en terrenos cercanos al humedal y las dinámicas sociales que se ven en mi localidad a partir del simple hecho de salir a trotar.


La caminata que realice en diciembre pasado desde el 20 de Julio hasta las Torres del Parque, me dio la oportunidad de conocer barrios que solo había distinguido en viajes apresurados montado en una buseta, teniendo la posibilidad de detenerme en una plaza cualquiera y devorar un plato de salchipapas comprado a un puesto ambulante. Es así como descubro una peluquería especial para raperos y pienso en el transfondo cultural que significa para estos muchachos un lugar como ese. Ver el anochecer sin el temor de que se apague la actividad porque los barrios populares aún guardan algo de ese “irrespeto” a la tranquilidad en contra de ese cementerio que da tanto miedo en el caso de los barrios de los ricos y que incluso aburre, en especial en fechas como las decembrinas y que poco a poco nos viene infectando, paralelo a la erradicación de la pólvora, la fiesta en la cuadra y los muñecos de años viejo. Lo bueno: Han disminuido el número de quemados, lo malo: el sentido de comunidad se rompe cada vez más en diciembre, aunque no quiero plantear todavía alguna relación entre lo uno y lo otro.


Otra caminata que he realizado y que anote en mis hojas de papel fue en el barrio Restrepo y su vida nocturna, llena de tabernas y residencias, a donde las parejas acuden para saciar sus apetitos sexuales, tanto jóvenes como viejos, en taxi, a pie o en el carro particular y como las grandes moles de edificios llegan incluso a establecer una calle donde no existe otra edificación u otro uso distinto, así como en las zonas de tolerancia donde el sexo despierta toda una gama de sensaciones, estas se potencian aún más gracias a la morfología de la ciudad.


En Chapinero también existe una fuerte actividad en ese sentido y uno puede hacer un gran compendio a partir de los papeles que en cada esquina ofrecen las personas que son contratadas por los administradores de bares, wiskherías ofreciendo lindas colegialas, show lesbian, etc. En el día este sector perfectamente abarrotado por vendedores ambulantes, restaurantes de todos los estilos, sabores y precios, las tiendas de ropa de segunda, las universidades y sus estudiantes, todo ello a veces genera una sensación desagradable cuando la basura se concentra en tantos puntos y cuando la aglomeración llega a tal punto que es difícil seguir caminando. Pero esta sensación se ve dispersada cuando se camina por el Chicó, con sus espléndidas zonas verdes, antiguas grandes casonas que vienen siendo tumbadas para hacer los edificios cuyos apartamentos serán ocupados por la gran minoría de familias que detentan la mayor parte del ingreso de esta sociedad, son apartamentos exclusivos y precios elevados que reseña Camacol en sus exposiciones y que le permiten a Sergio Mutis andar muy pinchado al lado de Uribe. Ese día mi destino era la 93 y tuve la posibilidad de observar como esta cambiando la ciudad, aquella moderna cité que siempre ha renegado de su contra-cara.


Cuando la doctora Baltaxe me citó a su consultorio particular y vi la dirección me di cuenta que era una zona exclusiva, aunque ella aún mantiene su consultorio en una de las viviendas que ha logrado sobrevivir a la demolición, ella ahora vive en la 127 y probablemente el hecho de haber crecido en esa casa, le impida venderla, no sé de pronto también se esconde un especuladorcito en ella y esté esperando el momento adecuado para vender. Lo cierto es que ella no estaba y me cancelaron la cita, razón por la cual me dediqué a divagar por esa zona, un viernes en horas de la tarde. Observe la zona rosa y una T conformada por bares exclusivísimos, donde el transito peatonal servía para que pudieras observar y ser observado desde las innumerables mesas que en un espacio muy al aire libre daban caché al sitio. Me pregunté cuanto de la riqueza movida en ese pequeño espacio era retribuido a la ciudad y ante la carencia de respuesta, me puse a observar más que a los clientes, a quienes los atendían, tal vez eran jóvenes que pertenecían a la clase media o incluso baja de nuestra ciudad, me pregunte por los barrios donde vivirían y por sus deseos y sueños acerca de sus propias vidas debido a la oportunidad que tenían de estar en contacto con la élite, cosa que no cualquiera se daba, así fuera sirviéndoles la mesa. De igual manera pensé en quienes atienden las tiendas de ropa ubicadas en Andino y Atlantis. Hace unos 10 años cuando entre en el Andino me deje impresionar por esa sensación de exclusividad. Esta vez sentí hasta los olores, porque eso hace parte también de la experiencia de la ciudad que tenemos diariamente, de cómo un aroma puede hacerte sentir incluido o excluido de algo, de algún lugar. De la sensación sonora cuando en el primer piso del centro comercial un joven realiza una presentación musical de flauta y quena apoyado por una consola y mezclas electrónicas y ese sonido no existe cuando estás en la tercera planta donde Tropical Coctails que patrocina los programas de radio de fin de semana, esta preparando la presentación de algún D. J. Y coloca música que va calentando esa noche. He visto a esas jovencitas de algún colegio Colombo no se qué, que tiene pinta de extranjeras, salir de la peluquería, contentas por estar a la moda, comentando sus primeras experiencias sentimentales y me pongo a pensar en que no es lo mismo ser peluquero aquí que en el barrio, al cual regresó extenuado, embutido en el Transmilenio, donde a menudo puedes observar la repulsa hacia el contacto con otro cuerpo, más aún si es entre hombres, porque si se trata del manoseo clásico existen muchas más ventajas para quienes están acostumbrados a ello y más difícil para ellas porque no se puede culpar a nadie de que el bus este lleno.


Finalmente, reseño la caminata desde el Externado hasta el San Andresito de la 38 por la calle 11 y desde ese punto hasta la zona de las grandes marcas en la Avenida de las Américas. Atravesando la ciudad en sentido oriente-occidente he podido observar desde las casonas de La Candelaria mi destino, bajando la loma hasta llegar a la carrera décima tan temida por muchos por cuanto en ella se despliega sin compasión el mundo de los otros Bogotanos, los del cartucho, que aún permanecen allí consumiendo drogas, vendiendo cosas de segunda y acostumbrados ya a la tanqueta parqueada al pie del batallón que busca mantenerlos a raya, para que no se propaguen más. Un parque del tercer milenio que permanece ocupado por los vendedores ambulantes que se suben a las busetas que paran en el semáforo de la sexta con décima y donde paradójicamente una escuela y un parque se encuentran pegados a medicina legal. He pasado observando las cobijas tradicionales con los tigres y las ruanas boyacenses, alguien me ha ofrecido marihuana y niego con la cabeza su ofrecimiento. He pasado por el frente del Hospital San José y observo la remodelación de la plaza España, parece más moderna aun cuando siguen los mismo limosneros que observará en otra ocasión, así como el comercio de ropa que ha sido reubicado. Más abajo, se encuentran todos esos grandes San Andresitos, algunos muy en la onda del centro comercial han logrado trasformar la experiencia con el lugar porque ya no se parecen a lo que fue en su momento San Victorino, donde la circulación como en laberinto da paso a corredores anchos y grandes vitrinas. Después llegué al barrio Ricaurte, allí donde íbamos a imprimir el Campanazo, allí donde más de una vez entregué pedidos de Pegatex o de Copidrogas, por donde alguna vez también pase con mi papá. Ya estaba cansado buscando casualmente un par de zapatos, pero decidí continuar y cruce el peatonal de la 30 para internarme en la zona industrial, observando las calles más acabadas debido a que soportan el peso de todos esos camiones que van y vienen, toda esa gente que viene de otras partes del país y que empiezan a hacerle coqueteos o es la cuidad la que se les insinúa?. Cuando cruzo la carrera 36 aproximadamente observo como se acaban las bodegas y se abre de nuevo un San Andresito, con vitrinas rellenas de zapatillas de marca o de aquellas que aparentan serlo, pienso en la cantidad de dinero que debe circular allí y observo el tipo de usuario que se ve en estos locales y creo que hacen parte de la clase media. Cansado por la caminata, me acuerdo de mi madrina quién trabajaba en ese sector y como si la llamase mentalmente la veo en un restaurante y me detengo para conversar con ella, que me cuenta sobre su soledad allá en la casa que tiene en San Mateo, de la partida de sus hijos y de los argumentos que la atan a su vivienda y me acuerdo de mis investigaciones y los discursos que escucho sobre la ciudad. Como la movilidad social se refleja en las decisiones residenciales y como para muchos eso es lo más natural, elemental, mientras que a mí se me da por cuestionar la necesidad de moverme para aparentar algo que nunca seré. Han sido muchísimas las caminatas que he realizado, pero solo hasta ahora reflexiono sobre ellas y me decido a escribir estos apuntes. Obviamente también están las experiencias de la niñez cuando caminábamos en el campo como si fuera urgente medir el mundo con nuestros pasos y me acuerdo de los caminos reales, de las trochas y de los caballos resbalándose o salpicándose al entrar en el río, también de la experiencia de caminar de noche cuando el combate entre guerrilla y ejército nos hizo desviar el camino y como mi tío Edilberto nos guió en la oscuridad, de cómo se llegaba a Sierra puertas o a casa del primo Lorenzo o de cómo apenas llegados a Pauna, la caminata hacia la vereda no faltaba, para que los niños sudaran y sacaran el frío de la ciudad. Era ese campo sin servicios públicos, sin televisión, con una choza donde se cocinaba con leña y la carne era salada. Donde a parte de caminar, se trepaba uno a los árboles, conocía especies de pájaros, reptiles y de animales salvajes sin necesidad de tener guías ecoturísticas, cuando en casa le regalaban una totumada de guarapo, cuando se dormía en esteras y cuando las ronchas moradas por las picaduras de los mosquitos y los jejenes era el tormento de un niño asustadizo y replegado que luego se convertiría en este anarquista que soy. Recuerdo esas caminatas y siento que eso ya no volverá nunca más, no tanto por no volver sino porque el campo dicen que ha progresado, porque ya llegó la luz y ahora mis primos saben más de telenovelas que yo, porque ya no se siembra mucho, porque se va al pueblo a mercar y porque existen otras fuentes más rentables como la siembra de coca, con la cual las dificultades son superadas, un escenario tan distinto del que conocimos de niños. Por eso con el paso del tiempo, la migración del campo a la ciudad será menos traumática gracias a la tecnología, es lo mismo que pasa con los inmigrantes que están en otros países, lo cual hace prever que habrá menos diversidad y mayor homogeneidad, ¿Qué tanto significa eso en términos del propósito que me anima en este escrito? Que probablemente en un futuro, el caminar sea significado de algo tradicional, de algo que se debe superar y por ende olvidar, el caminar esta ciudad o cualquier otro espacio significa tener la libertad de interactuar con el entorno de tantas formas, de sentir y de pensar y en la medida en que nos volvemos más sedentarios, más gordos, más perezosos, más dependientes de las toxinas, de los tratamientos pasivos de embellecimiento, del encerrarse en un spa, mejor dicho de sentirnos orgullosos de ser más modernos, perdemos nuestra conexión con el lugar a donde tarde o temprano volveremos, la tierra. A menos que los cementerios desaparezcan por el crecimiento de una ciudad que ha dejado las caminatas como algo exótico más que consustancial a la experiencia de estar vivos. Finalmente como planificador urbano aún no comprendo como alguien puede creerse con el poder y la autoridad de determinar lo bueno y lo malo de un lugar que nunca a vivido o que solo lo conoce por un plano, por una visita fugaz sin detenerse a caminar, pensando que los equivocados son quienes siempre han vívido allí. Por eso quiero sacar un tiempo para caminar como un vagabundo para dejar de pensar y limitarme a observar como la ciudad es vivida por cada uno de nosotros.
[1] Este escrito fue terminado el día 6 de junio de 2006.

martes, 1 de mayo de 2007

A manera de intro

Abrir los ojos a un nuevo día. Ver en la claridad del amanecer, la oportunidad para ser mejor. A pesar de las dificultades a las cuales nos enfrentamos como seres humanos, existen momentos de inigualable felicidad, en especial cuando se tratan del amor. El amor como motor que mueve al mundo y que viene siendo desplazado por el dinero, por el autoritarismo, por el consumismo.

Cuando el amor está en la base de nuestras motivaciones, los conceptos de bienestar, progreso, felicidad, pueden transformarse. ¿Por qué en nuestra condición de países “subdesarrollados” seguimos atados a una concepción de bien-estar ajena impuesta por la violencia o por la explotación económica? ¿Hasta donde los colombianos se reconocen como mestizos? ¿Hasta donde reconocemos nuestro pasado indígena y en particular nuestra herencia Muisca? ¿Qué implicaciones tendría ello para desarrollar nuestra propia ciencia, nuestra propia estética y nuestra propia filosofía? Tampoco se trata de caer en un indigenismo, por cuanto tenemos esa herencia hispana. Pero en momentos de profunda oscuridad, surge la luz y la encrucijada que vivimos como Nación, no se resuelve mirando hacia fuera, sin el ejercicio básico de vernos hacia dentro.