domingo, 25 de marzo de 2012

¿Qué día es el domingo?



¿Qué día es el domingo? Es el séptimo o el primero. Es el fin o el comienzo, la muerte o el nacimiento de una semana. Dios creo el mundo en seis días y descansó el domingo. Para muchos el lunes es el primer día, el regreso a clases, al trabajo, pero aquí en Brasil, el lunes es segunda-feira. A mí me sonaba como al segundo día de descanso, ya saben, por los feriados y cuando la vida pasa a menudo de carnaval en carnaval todos los días se vuelven feriados. Miro el calendario y efectivamente las semanas comienzan el día domingo. Respecto a los feriados debo olvidar aquella ley Emiliani, que nos marcó varios lunes como días de descanso, teniendo la posibilidad de iniciar la semana un martes y asumir que cualquier día, hasta un jueves puede aparecer en rojo solitario, señalándome alguna fecha histórica, alguna devoción religiosa o simplemente algún acto fundacional que marca la historia de este país, de esta ciudad.

En la vida, existen muchas cosas que pueden ser el final y el comienzo simultáneamente. Al llegar a Rio de Janeiro, cada día era final y comienzo. Las costumbres adquiridas, aquellas que me habían permitido sobrevivir en el adorable pero intenso frío de Bogotá, no me servían mucho en una ciudad costera, cálida pero desconocida. Contaba uno a uno los días, los que llevaba y los que me faltaban y cada semana que pasaba significaba estar más cerca de mi regreso y más lejos de mi llegada. Creí que la solución que me facilitaría mi adaptación habría de venir de la creación de rutinas. Cuando las adquieres alcanzas cierta comodidad, cierto apego que se vuelve afecto y que solo en el momento en que la vida nos obliga, estamos dispuestos a cambiar.      

Basílica Inmaculada Concepción Rio de Janeiro 2011
Fue así, por ejemplo, como el domingo se convirtió de nuevo, en el día de ir a misa. Es extraño porque al final de cuentas estaba recuperando una vieja rutina que había perdido en Colombia. Un sermón y las oraciones en otro idioma, otras formas de vivir la comunión se conjugaban con una estructura fija, independiente del país o del idioma. Al igual que en Colombia, me di cuenta también de la hipocresía que nos cobija. Aquella que se manifiesta al salir de la iglesia y dar una limosna al mendigo, al miserable mientras el resto de la semana nos hacemos cómplices de su explotación y humillación. Mi egoísmo se centraba en alcanzar la paz para mi espíritu en un país que detestaba, al cual no me adaptaba y solo podía ver en sus caras una falsa amabilidad, una caridad, una lástima que no deseaba inspirar. Hace muchos meses que deje de ir a misa y afortunadamente he logrado adaptarme sintiéndome bien en la compañía de algunos seres humanos que -como en cualquier país- asumen la vida de una forma más sencilla, más honesta.

El domingo también era el día de salir a correr. Esa costumbre que practiqué durante mucho tiempo, había sido también olvidada e intenté recuperarla aquí. Sin embargo, debido al calor y a que mi salud no era la mejor, opté por salir a caminar y vaya que caminé. Jornadas en las cuales iba descubriendo cada lugar de esta ciudad. Las playas que quedan en Copacabana, el aterro de Botafogo, de Flamengo, la pista Claudio Coutinho -mi preferida-, la playa vermelha, fueron los primeros lugares, así como las calles del sector de Botafogo, donde estaba viviendo y donde aún me encuentro. Veía escondidas entre los edificios, pequeñas villas residenciales, pequeños tesoros donde la vivienda aún sigue siendo tipo casa y que son muy valorizadas en medio de una zona tan densa a raíz de su cercanía con la playa. También fue ahí cuando vi algunas favelas, como la de Santa Marta, donde después iría a visitar a unos chilenos que conocí en el instituto.

Ambas prácticas han sido olvidadas una vez más. A menudo, el domingo vuelve a ser el día en que no quiero salir del apartamento. Un día para quedarme mirando al techo, escuchando una radio que me cuenta las noticias del mundo en portugués y que en un efecto reflejo intento callar, cuando conecto mi computadora y me conecto por la web a los medios de comunicación de mi país. Intento no romper el lazo y me mantengo informado y recuerdo que los domingos eran días en los cuales salíamos a realizar la venta del periódico, el día en que cada mes nos reuníamos en la Tingua Azul en Timiza. Hábitos que de nuevo fueron olvidados o abandonados.

El domingo se ha convertido en un día de calles solitarias, donde el ruido de los trancones desaparece y la mayoría de los negocios están cerrados. A diferencia del barrio popular donde crecí, estoy experimentando ahora lo que es vivir en una zona de clase media. Tengo a pocas cuadras un centro comercial y todos los domingos voy a almorzar allí. Esta costumbre es la que más he conservado para este séptimo día. Es a menudo el único contacto con el mundo externo, cuando decido esconderme. Desde el primer momento me di cuenta del tipo de usuarios que lo frecuentaban y debo decir que es muy poco lo se que puede comprar en los almacenes si eres un estudiante que vive apenas con los recursos de su beca. No obstante, habían dos razones poderosas que me empujaban a permanecer allí. La posibilidad de conectarme al wi-fi gratuitamente y del otro lado almorzar en un restaurante que extrañamente tenía bajos precios y ofrecía unos platos que mi estomago aceptaría sin protestar.

Morro de Timbau, Maré, Rio de Janeiro (*)
El domingo debe ser un día muy diferente para los que viven en las zonas populares de Rio de Janeiro. Esta ciudad tiene en la zona sur, las llamadas zonas nobles, donde viven los sectores más ricos. Algunas favelas se colaron o han sido toleradas porque en una ciudad donde el transporte es caro, estar cerca del trabajo puede representar una enorme economía para un hogar que vive con el mínimo, pero también para los empleadores. Pero es la zona norte y oeste, las más homogéneas y donde grandes complejos ofrecen la otra cara de esta ciudad. Justamente hacia la zona norte, se encuentra la ciudad universitaria y el complejo de Maré y cada vez que voy a clases allí, observó la disposición de los barrios que en orden o desorden me muestran a una comunidad que en su mayoría está en un proceso continuo de construcción de sus casas, de sus vidas, empezando o terminando una semana más como esta.  

El pasado domingo fue un día especial, un momento para romper algunas rutinas, para vivir algo diferente que sin embargo fue ocasional. Salí de Botafogo para visitar a un amigo alemán que vive en La Maré. Allí tiene su casa y un pequeño negocio donde vende productos orgánicos. Combina sus actividades académicas con otras de tipo político y en esta ocasión ofreció junto con un colega argentino, un churrasco allá frente a su local. La cuota eran nueve reales y la cita a las tres de la tarde. Como era la tercera vez que iba, no tuve problemas para llegar cumplidamente. Fue mi puntualidad, la que hizo que terminara ayudando a Timo y Emanuel mientras las demás personas que trabajan con él se encargaban de adecuar las mesas y el resto de la comida.  

Nuestro churrasco en La Maré (**)
A medida que ejercía mi rol de ayudante de Emanuel, veía transcurrir la tarde en La Maré. Si se trata de ser más especifico debo decir que el nombre del barrio es Timbau. Allí los habitantes permanecen en las calles, caminan o se sientan frente a sus casas para conversar con el vecino. Los jóvenes a menudo transitan en sus motocicletas, probablemente trabajando, llevando a alguna persona que vive en la parte más alta del morro. Los altoparlantes con los sermones de algún pastor invitando a sus fieles o la música de algún residente que aprovecha ese día, para subirle el volumen al estéreo y cantar algún samba, algún funk buscando desesperadamente que no termine el domingo y el placer de estar en casa, descansando una vez más. Preparándose para una batalla por la supervivencia en esta ciudad maravillosa.

Han llegado varias personas que conocen a nuestro anfitrión. Muchos de ellos, viven en la zona sur o en barrios del centro. Algunos son extranjeros como yo, unos se acercan para conversar con nosotros, otros por el contrario se mantienen alejados, esperando la hora de comer un buen pedazo de carne. Recuerdo ese problema, muchos caciques y pocos indios, en fin, nada raro. En mi caso, le propongo a Timo que acepte mis horas de trabajo en el asador como pago. Él lo acepta y finalizado el asado, puedo saborear una refresco hecho a base de caipiriña. Mis manos están negras por el carbón y mi cuerpo huele a asado. Una vez pasado el festín, nos dedicamos a contar nuestras historias y si bien no me gano la rifa de una planta y una agenda artesanal argentina tengo la posibilidad de hacer de este domingo un día anormal, especial, único.
A las nueve de la noche, desciendo la calle y me dirijo hacia la avenida Brasil, camino solo pero enfrento ese miedo y actúo como si estuviera en mi barrio. Soy uno más que pasa desapercibido, realmente tampoco es que tenga mucho que perder pues soy muy sencillo en mi forma de vestir y no acostumbro a andar sin más dinero que el de los buses y una que otra cerveza. El barrio empieza a quedar desolado, tal vez este barrio adquiere a medida que pasa la noche una nueva fisonomía, así como en Patio Bonito, son otros los que lo caminan, otros los que hacen uso de las calles y es por eso que muchos prefieren resguardarse pensando solo en la posibilidad de un nuevo amanecer, de un nuevo día para repetir una vez más sus propias rutinas.

Yo también espero repetir mi rutina, la que he construido en estos meses. No sé si mi semana ya comenzó o si ella terminó. No sé que tanto de lo que vivo hace parte de una nueva etapa y que pertenece al pasado. Viajando en el autobús veo alejarse el barrio popular, poco a poco lo pierdo de mi horizonte y aparecen sucesivas calles y túneles que en la oscuridad profunda de esta noche me hacen sentir perdido. He llegado a Botafogo y camino por estas calles solitarias para entrar una vez más al apartamento. ¿Ha terminado el séptimo o el primer día? No lo sé y tampoco sé que me depara esta vida.

Foto Morro de Timbau: Elisangela Leite
Foto Churraco: Facebook Roça Rio www.roca-rio.com
Las demás fotos: Hernando Sáenz
Enlace recomendado: Redes de desenvolvimento da Maré
http://www.redesdamare.org.br/mare/