sábado, 5 de noviembre de 2011

LA IDEA ANARQUISTA

Introducción

He tenido la oportunidad de leer la obra de George Woodcock “Historia de las ideas y movimientos anarquistas”. Como aficionado a la literatura anarquista, debo decir que esta obra tiene la virtud de ser un texto desapasionado y muy crítico sobre lo que fue la historia del movimiento anarquista hasta 1939. La literatura anarquista que había conocido era en su mayoría un conjunto de frases, a menudo sacadas de contexto, pero que sonaban muy bien como consignas de un joven adolescente que quería rebelarse contra el mundo.

Obviamente era posible leer las obras completas: los textos de Proudhon, Bakunin, Kropotkin, Malatesta o incluso Stirner que me gustó por aquellas frases que tanto reivindicaban al individuo. Sin embargo, mucha de esa literatura estaba inspirada en un contexto europeo y para quienes vivimos en América Latina, la descontextualización era aún mayor que la del joven que nunca lee la obra en su totalidad. Woodcock tiene la ventaja de dedicar un volumen para presentar la vida de las principales figuras del anarquismo, así como otro para dar cuenta del movimiento que se preciaba de ser internacional pero que en últimas terminaría siendo llevado a la práctica en escalas regionales o locales.

No obstante, el romanticismo que nos invade, Woodcock es realista y señala como un fracaso el movimiento histórico anarquista, cuyo final queda marcado en 1939 con el desenlace de la guerra civil española. Por el contrario la idea anarquista que ya llevaba un par de siglos en el aire compensaría esa derrota con la esperanza de que en el futuro tendría una nueva oportunidad para conseguir su propósito: la abolición del estado y el levantamiento de una nueva sociedad.

El movimiento histórico anarquista

El fracaso del movimiento se explica según el autor, porque lejos de ser revolucionario fue más una revuelta que se oponía a los procesos de centralización política y económica que sucedían en la Europa de la segunda mitad del siglo XIX. Criticaban la idea del progreso material, critica que por oposición proponía un regreso a formas primitivas colectivas, en una mezcla con cierta esperanza en el futuro como momento de materialización de ese proyecto. Por eso, el anarquismo habría tenido en países de industria poco desarrollada y donde la pobreza era más sentida, a sus principales seguidores. En la medida en que el Estado avanzaba con sus reformas sociales, el movimiento se debilitaba. El anarquismo, concluye Woodcock no logró conquistar al trabajador industrial.

Esa crítica del presente no estaba acompañada de una propuesta practica para la sociedad después de alcanzada la “revolución”. Una no planificación del futuro, que descargaba en la naturaleza del hombre todos los esfuerzos cooperativos, el instinto de solidaridad. Frente a una mirada factual que tenía lugar entre las clases medias, el programa anarquista no tenía nada que ofrecer y no hacía concesiones de ningún tipo. Otros movimientos, cuyo espíritu fue reformista, lograron dar resultados concretos entre las masas que vieron de manera positiva las conquistas que los llevarían a ser en esencia pequeños propietarios. Desde el capitalismo o desde la esfera del Estado, mejoraban las condiciones de vida.

Las ideas anarquistas

Si bien el anarquismo como movimiento no logró generar una alternativa frente al Estado o la economía capitalista, sí logró mantenerse como idea. Justamente su permanencia durante el tiempo, que Woodcock estaba reconociendo en los años 60 se revalida si tenemos en cuenta que en pleno siglo XXI, siguen existiendo muchas iniciativas anarquistas. La gran virtud es su eficacia para situaciones concretas y particulares, en especial si la escala es regional, local. Las ideas no envejecen y en el caso del anarquismo, ella mantiene su vigencia como acto de resistencia a las tendencias centralizadoras que dominan el mundo.
Woodcock escribía su obra en los años 60 y había considerado un ocaso después de 1939. En su primera edición, la obra terminaba señalando como legado anarquista, la incitación para retornar a una visión natural y moral de la sociedad. Otro aspecto de destaque era la valorización del gusto por la libre elección y el libre juicio que la mayoría de los seres humanos había trocado por bienes materiales y la ilusión de la seguridad. Insistir en la libertad y la auto-realización moral señalaba entonces la esencia del anarquismo.

El neoanarquismo

Doce años después de la primera edición (1972), Woodcock escribe una sección adicional a su obra con el propósito de narrar los cambios que han tenido lugar en referencia al anarquismo en Europa. Señala que el movimiento resurgió sobre todo entre una clase media y un público juvenil que si bien no conocía mucho del movimiento, sí recogió parte de sus ideas para desarrollarlas de una manera particular para alcanzar una reforma deseable de la sociedad.

Para el autor, este “neoanarquismo” que surge en los años 40 en Inglaterra, está liberado del peso de las federaciones y grupos que habían conservado la tradición de Bakunin y Malatesta para terminar avanzando de la mano del arte, en especial de la literatura para fructificar en los años 60. Su cercanía con otros movimientos va a ser muy marcada y con Aldous Huxley por ejemplo marcara, todo un proceso de contracultura frente a sociedades cada vez más tecnológicas.

No obstante ese avance, el desarrollo por ejemplo en Estados Unidos, deriva más en conductas anárquicas que anarquistas, muy negativas y que no dejan un legado importante al pensamiento. Es este tipo de comportamiento permanece aún en la actualidad. Por el contrario, movimientos como los Provos o los Kabouters fueron más inteligentes en la medida de crear formas originales de protesta.

Woodcock consideraba de especial admiración que el anarquismo hubiese resurgido sobre todo entre los jóvenes y señalaba el cambio que había tenido lugar pues predominaban más estudiantes y profesores, artistas, intelectuales que los artesanos o campesinos. Ese neoanarquismo entonces expresa ante todo que existe entre aquellos privilegiados por el progreso material, un sector de individuos que se percatan de la futilidad de la opulencia como meta. No obstante el caso de la India, era en cierta medida un ejemplo de una sociedad con una gran cantidad de no-privilegiados que buscaban una transformación de la mano de Gandhi.   

Y el anarquismo en el siglo XXI…

Una vez terminada la lectura de esta obra, fue inevitable pensar que después de 1972 han ocurrido enormes transformaciones a nivel mundial, que bien podrían favorecer un fortalecimiento de esa vieja pero poderosa idea anarquista. Espero poder en otra ocasión reseñar algún texto que dé cuenta de la dinámica en las últimas décadas y por ahora intento cerrar este documento, mencionando tan solo unas características sobre el proceso centralizador político y económico que tiene lugar en la actualidad.

Durante los años setenta tuvo lugar la crisis del modelo fordista, el cual había comandado el proceso de acumulación capitalista durante buena parte de la primera mitad del siglo XX. A partir de este momento, opera un modelo de acumulación flexible, el cual se verá complementado con las reformas en el sistema financiero internacional y con una redefinición del papel del Estado en la sociedad.

En el campo productivo se pasa de una producción en masa para una producción variable que impone la necesidad de una flexibilidad, una búsqueda por el perfeccionamiento constante del proceso productivo y una división del trabajo localizada y distribuida por todo el mundo, en empresas más pequeñas pero encadenadas entre ellas y que después de un breve lapso de liderazgo mundial fueron absorbidas por grandes oligopolios (empresas transnacionales).

La revolución de las bases tecnológicas que privilegian el sector de la microelectrónica comienzan a generar una crisis en el modelo de industrialización cuya principal consecuencia en el plano laboral fue la expulsión de un gran contingente de trabajadores y el diseño de políticas para la reconversión de esta mano de obra, que hacía parte de programas de desarrollo regional o local. A partir de las alianzas entre centros de investigación y universidad con las empresas privadas o las fuerzas militares se ponen en práctica políticas de desarrollo como los polos tecnológicos y los distritos industriales.

Dichas políticas son de la esfera local y regional. Por su parte los Estados Nación enfrentaran un escenario cada vez más dependiente del sector financiero que se globaliza y se aleja cada vez más de las inversiones en el sector real para quedar volando entre los países a la caza de ganancias monetarias provocadas por sucesivos procesos especulativos. Así pues, los objetivos que persigue la política nacional son de tipo macro y relativos a una estabilidad monetaria. Una forma para alcanzarla es a través del recorte del gasto público, el cual se da principalmente en las áreas de intervención social (educación, salud, pensiones) que dejan en una situación de mayor vulnerabilidad a los sectores sociales amenazados por los cambios en las bases productivas.    

En suma, la centralización económica continua, pero ahora comandada por el capital financiero. Capital que requiere de la flexibilización del control estatal y que afecta las relaciones salariales y de trabajo, explicando en buena medida el recrudecimiento de formas de trabajo informal, con su connotación de forma atrasada donde impera una mayor explotación del ser humano. Las reiteradas crisis financieras de los últimos años y el papel del Estado que protege los intereses de los banqueros en contra de la misma sociedad civil han llevado a una indignación global. 

Si bien Woodcock llamaba la atención por el cambio de seguidores que tuvo la anarquía predominando individuos inconformes con esa vida de opulencia moderna en vez de campesinos y artesanos, debe reseñarse que ante el retiro del Estado, vuelve ha existir en la actualidad un escenario favorable para las iniciativas anarquistas. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que la mayoría de movilizaciones en la actualidad son reformistas y más que la abolición estatal exigen del Estado un mayor control sobre los bancos. Que la idea anarquista genere un nuevo movimiento es algo incierto pero su presencia está en iniciativas como la ocupación de predios, en la generación de sofware gratuito, en la creación de bancos comunitarios o redes de trueque, en los movimientos de objeción de conciencia, etc. La globalización tantas veces demonizada ha permitido paradójicamente que todas estas iniciativas comiencen a estar cada vez más articuladas a nivel global, avanzando cada vez hacia esa meta internacionalista del siglo XIX. ¿Será entonces este el  momento para avanzar hacia esa nueva sociedad?