sábado, 31 de octubre de 2020

TIEMPOS DE ANSIEDAD, TIEMPOS DE CRUELDAD

 

 

Tiempos de Aquelarre

oscuridad y amenazas de tormenta

el frío día de octubre

y la tristeza de un corazón

 

De la serie Bosque Andino en Tena 2019- # 1- Hernando Sáenz
 

Tiempos de batalla

la soledad instalada en el salón

el lamento ahogado en el silencio

y el recuerdo transformado en simple ilusión

 

Tiempos de ansiedad

las estadísticas en el televisor

el dolor cuando se dice adiós

y el duelo convertido en depresión

De la serie Bosque Andino en Tena 2019 -# 2 - Hernando Sáenz


Tiempos de crueldad

la competencia comprando emociones

la solidaridad extraviada

la déspota eficacia entona su canción

 

Tiempos y tiempos

girando en el universo relativista

atrayendo planetas y asteroides

a la creativa destrucción

De la serie Bosque Andino en Tena 2019 # 3 Hernando Sáenz

 

Tiempos nuevos, tiempos viejos

pasado, presente y futuro

vivir atrapado en el momento

sin consciencia de eternidad

 

Tiempo que es, tiempo que no será

conspiraciones espaciales y terrenales

creer en un tiempo espiral

perderse en un instante, para siempre, una vez más


martes, 30 de junio de 2020

AISLADOS EN UNA CIUDAD LLAMADA DESCONFIANZA

Hace 100 días que comenzaron en Bogotá las medidas de aislamiento social preventivo para evitar la propagación del coronavirus. Se ha recomendado a las personas quedarse en casa y no salir de ser absolutamente necesario ya que se trata de colaborar en un propósito colectivo como es el de salvar la mayor cantidad de vidas y no saturar la red del sistema de salud. Este objetivo requiere ante todo de una ciudadanía que confíe no solo en los demás sino en las instituciones del Estado.

La construcción de la confianza implica mucho tiempo y acabar con ella requiere de solo unos instantes. En este documento se plantea que para el éxito de las medidas de contención del virus se requiere de esa confianza que debe partir desde el mismo Estado, sin embargo, si revisamos en nuestra historia, existen casos de aislamiento social en donde prevaleció la intervención violenta, amenazante por parte de los grupos de poder económico y político hacia quienes desobedecían los mandatos que pretendían legitimarse en la búsqueda de un interés colectivo. Si bien se trata de momentos históricos muy distintos existe un elemento en común que es el aislamiento social que tiende generalmente a erosionar la confianza no solo entre las personas sino de estas hacia sus gobernantes.

 

Figura1. Algunos textos que describen el proceso de organización espacial de la población indigena: En esta imagen la carátula del libro Historia de la Localidad de Tunjuelito escrito por Fabio Zambrano (2004)

El primer antecedente de aislamiento preventivo tuvo lugar en la colonia cuando los españoles establecieron las villas para los blancos y los pueblos de indios para la población ancestral. Ante la disminución de esta mano de obra nativa y las demandas crecientes por parte de esa élite blanca se consideró necesario agrupar en un solo lugar a la población y se persiguió a aquellos que se negaban a vivir bajo esos preceptos. A pesar de ese aislamiento muy pronto se constató el incumplimiento por parte de los mismos españoles que querían la permanencia de los indígenas en las villas, o de forma más específica, en sus viviendas para tener el control exclusivo de esta servidumbre. A ello se sumó el hecho de un proceso de mestizaje que no estaba contemplado y el surgimiento de un grupo poblacional que no era ni blanco ni indígena y que con el paso del tiempo terminó ocupando las tierras que rodeaban a la capital.   

 

En Colombia las poblaciones e individuos rebeldes que se negaron a ser explotados o a vivir en los pueblos fueron aniquilados y posteriormente reemplazados con población africana. Si bien este caso no es propiamente el de Bogotá, tuvo lugar, por ejemplo, en la región Caribe. Allí también hay una proximidad entre amo y esclavo y una cohabitación en la misma hacienda. En cuanto a los grupos rebeldes estarán conformados por grupos de esclavos fugitivos que se internaran en las selvas y zonas de valles interandinos para establecer otras formas de habitar el territorio. Se tratará de los arrochelados, de los palenques, poblaciones y territorios que serán objeto de intervención por las autoridades bajo el pretexto de disciplinar a sectores que se niegan a vivir como lo dictamina Dios y su majestad el Rey.

 

Volviendo al caso de Bogotá, una segunda etapa de aislamiento preventivo surgió especialmente en la segunda mitad del siglo XX pero esta vez fueron protagonistas las élites urbanas. En el caso colombiano se trató de un proceso acelerado provocado por las migraciones del campo a la ciudad. Sea por razones del conflicto armado o por cuestiones económicas dicho crecimiento urbano conllevó a una situación de crisis en materia habitacional que se resolvió a través de una urbanización que iba contra las normas de la planificación urbana. La ruralización de las ciudades fue la expresión que recogió esa situación de modernización sin modernidad.

 

Figura 2. Carátula del libro Bogotá a través de las imágenes y las palabras publicado en 1988 y con textos de Alberto Saldarriaga, Ricardo Rivadeneira y Samuel Jaramillo.

La presencia de estas poblaciones de origen rural no pasó desapercibida en la ciudad. Al igual que en la colonia algunos campesinos se convirtieron en la servidumbre de las élites y convivieron en las casas de sus patrones pero lo más significativo estuvo asociado con un proceso de auto-segregación de estas familias adineradas que abandonaron los centros tradicionales para irse a vivir a nuevos barrios localizados a las afueras de la ciudad. En el caso de Bogotá se han ido desplazando cada vez más al nororiente buscando habitar en sectores exclusivos mientras que los demás grupos sociales ocupan los espacios residuales. Entre algunas razones que explican ese aislamiento está la sensación de inseguridad en un centro cada vez más popular y del otro lado en la búsqueda de nuevas formas de diferenciación social que pasaban ahora por la localización en la ciudad y el tipo de barrio en donde se vivía.

Se impuso una división social del espacio que se caracterizó además por serios cuestionamientos sobre las condiciones de vida de las poblaciones que habitaban en los barrios periféricos y los inquilinatos centrales y de la erradicación física de aquellos barrios que iban surgiendo en la ilegalidad. Esta política de arrasar con todo afortunadamente no tuvo mucho éxito en la ciudad y dio paso a un reconocimiento de esa urbanización popular y por lo tanto a programas de legalización y regularización. Debe recordarse, pese a ello, que a diferencia de otras ciudades aquí predominaron procesos de loteo de las haciendas que pertenecías a las élites urbanas y por tanto ese mercado de tierras le generó enormes beneficios políticos y económicos de los cuáles poco se habla en las investigaciones urbanas. Esta política de legalización buscó homogenizar las condiciones de vida de la población pero ha estado acompañada de estigmatizaciones de estos territorios por estar habitados por grupos indisciplinados.

 

Bogotá se dividió entre un norte rico y un sur pobre pero aún estaba por explotarse económicamente un discurso de inseguridad que muy pronto daría lugar al desarrollo de novedades inmobiliarias tales como el conjunto cerrado. Este aislamiento preventivo tuvo lugar a causa de la sensación de inseguridad de las élites y de la posibilidad de resolverla a través del mercado. La construcción de encerramientos, la disposición de cercas eléctricas, cámaras de vigilancia, circuitos cerrados de televisión, presencia de vigilantes armados y perros guardianes hacen de cada conjunto cerrado un castillo medieval. Esta novedad introducida en los años ochenta del siglo pasado se ha ido expandiendo a las demás clases sociales y hoy incluso la vivienda de interés social VIS se caracteriza por traer consigo una forma diferente de vivir en comunidad. Un aislamiento en donde a pesar de vivir en el mismo bloque de apartamentos se carece de vínculos de cualquier tipo con los vecinos.

 

El discurso de inseguridad y el miedo al contacto con los otros se propagó a actividades que iban más allá de las residenciales. En estas décadas hemos visto el crecimiento exponencial de los centros comerciales estratificados según la clase social a la que van dirigidos, la expansión sobre la sabana de colegios y universidades campestres para las élites y las clases medias, los complejos de servicios médicos propiedad de empresas privadas del sector de la salud. Todas son formas de aislamiento preventivo que se apoyan en el discurso de inseguridad ante un posible atraco, ante una pésima atención hospitalaria o ante una educación que no garantice el acceso a un mercado de trabajo o a un ascenso social.

 

Figura 3. Las calles vacías fueron la característica al inicio de la cuarentena.Foto: Hernando Sáenz (2019) Sector La Macarena, Centro de Bogotá


Las medidas de aislamiento preventivo impuestas en Bogotá y muchas otras ciudades del mundo tienen entonces la novedad de estar dirigidas ahora a la circulación o movilidad cotidiana en el espacio urbano. Ante la inseguridad frente al contagio se nos impide la circulación en la ciudad. Si se trata por motivos laborales la respuesta es el teletrabajo, si se trata de motivos de enseñanza se propone la educación virtual, si se trata de los servicios médicos se propone la telemedicina, si se plantea con fines recreativos se promueven las plataformas de streaming, si se trata de visitas a nuestros seres más queridos se nos propone el uso de la tecnología que nos ofrecen las empresas de celulares.  Tal parece que el contacto humano real y la circulación en el espacio urbano van a paso de convertirse en un lujo para ciertos sectores mientras que la mayoría se dedica a vivir sus vidas detrás de la pantalla de un computador o un celular.

 


Las excepciones van nuevamente en función de las necesidades de los grupos de mayor poder económico y político así como de cierto sector de la clase media. Determinadas profesiones y actividades continuaron y nuevas formas de servidumbre se ensayaron para tener a la empleada doméstica haciendo de nana, o de la vigilante que se mantuvo como rehén en un edificio en un sector exclusivo de la ciudad, o del empleado que se vuelve el conductor personal de algún empresario que sale de la ciudad aprovechando sus contactos personales. Se requieren de los profesionales de la salud, de los venezolanos que llevan el domicilio o trabajan en una empresa de carga, también están determinados empleados bancarios. Pero la gran mayoría se dedica a mantenerse en casa con miedo a enfermarse. Reducir la movilidad al máximo le ha dado un impulso al sector de las tecnologías de la información y comunicación las cuales intentan aprovechar la situación para acelerar cambios que se han demorado en operar pero que ya se habían identificado hace unas décadas.

En esta historia circular y acumulativa también reaparecen los rebeldes, quienes se niegan a vivir bajo el orden que se intenta imponer. Algunos actúan por necesidad como son muchos vendedores informales, otros apelan a su capacidad de autocuidado para justificar su derecho a circular y rechazan ser tratados como niños o adolescentes ya que son adultos mayores y otros sencillamente no le temen al virus a pesar de los mensajes y amenazas promovidas desde el gobierno, bien sea la imposición de multas elevadas por transitar en días o zonas no permitidas, la militarización o la imposición de toques de queda o el envío a una cárcel o centro de retención temporal. Se espera que la amenaza sirva para disuadir esos comportamientos indebidos, ya que subyace una lógica economicista que considera que todo se reduce a un cálculo costo-beneficio, que le apuesta a lo punitivo y no a la pedagogía.

Si hay un elemento en común en estas tres poblaciones es el rechazo a cierto tipo de Estado que impera en Colombia. Un Estado ausente que elude su responsabilidad en brindar seguridad a los ciudadanos y que cuando hace presencia lo hace a través de la fuerza, la violencia y el autoritarismo. Un estado que delegó en el mercado las posibilidades para “comprar seguridad de todo tipo” y que carece de legitimidad aunque irónicamente sea quién determina lo que en teoría es legal o no.

 

Figura 4. Barrio Dindalito (2014). Foto tomada po Hernando Sáenz. La migración campesina se ha encargado de colonizar la ciudad desde los años 50 del siglo XX. A partir de procesos de legalización se ha tratado de incluir estos barrios al resto de la ciudad.

Si esta situación de aislamiento social es un rasgo estructural de nuestra sociedad no existirían mayores motivos para sorprenderse acerca de la manera en que esta crisis está siendo manejada. Una oportunidad más para ejercer el autoritarismo, pretendiendo disciplinar a una población que carece de un referente de Estado Bienestar y que hace mucho trata de resolver sus problemas por la vía del mercado o de los recursos que logra movilizar con la familia o la comunidad. Nuestro individualismo se encarga de reforzar ese tipo de soluciones al punto de plantear que en esta ocasión solo los fuertes sobrevivirán y que no se trata de apelar a la intervención del gobierno en la economía. No obstante, ese discurso contrasta con decretos presidenciales en donde se establecen paquetes de ayudas económicas a los grandes empresarios del país.

Aislados socialmente en nuestros cuartos y conectados a una realidad virtual en donde los diferentes se convierten en una amenaza que debe ser erradicada perdemos las posibilidades para crecer como sociedad, como seres humanos. De sensibilizarnos frente al dolor ajeno. Nuestro rencor se materializa en memes insultantes, en la desconfianza frente a quienes son beneficiarios de cualquier tipo de ayuda y en una exaltación de la competencia a muerte. Nuestro miedo termina alimentando los caudillismos y la persecución a los extraños (cierto tipo de extranjeros, pobres, negros, indígenas, habitantes de calle). Destruye lo poco que queda de esa confianza necesaria que necesitamos para tratar con los demás, especialmente con los desconocidos.

¿Cómo romper esta cadena de aislamiento social autoimpuesta? ¿Cómo recuperar la confianza y pensar que podemos estar más seguros afuera? ¿Cómo recuperar el abrazo sincero, el apretón de manos vigoroso, el beso en la mejilla, el apretón de una cintura en pleno baile, el sudor de los cuerpos en una noche de pasión? ¿Se reducirán todas esas sensaciones a secuencias de programación ejecutadas por un computador? ¿O nuestra rebeldía nos impulsara a salir y ocupar los cafés, los cines, los bares, la calle, el parque del barrio, la escuela en busca de ese otro que motiva la existencia de un vínculo social?  

Una cosa sí sería segura: la confianza en el otro, la confianza de la ciudadanía en el Estado no se alcanza a través de mecanismos autoritarios y violentos, esas estrategias solo alimentan el rencor y la ira. Esa ha sido nuestra historia y no podemos ahora pretender explicar la rebeldía con explicaciones simplistas que descargan todo en el individuo y se olvidan de los factores estructurales que están presentes en la historia de nuestra sociedad.

miércoles, 20 de mayo de 2020

MI TEORIA DE LA CONSPIRACIÓN


Hace dos meses estaba comenzando una cuarentena que en aquel momento me parecía falsa porque era de quince días, y ahora, puedo decir lo mismo porque se ha extendido y ya llevamos más de 60 días en aislamiento. Como algunos miembros de esta sociedad sentí en un primer momento una indignación ante la idea de tener que suspender mi cotidianidad por cuenta de una “gripe común” pero luego tuve que pensar que ante la incertidumbre no estaba mal en aceptar esa medida. Luego vino la restricción del pico y género y posteriormente las restricciones zonales. Mi cotidiano estaba marcado por las caminatas que hacía al trabajo o de éste hacia mi casa, asistía a una piscina que por ser pequeña apenas estaba abierta para seis personas y tenía la posibilidad de ir una semana al mes a ver a mis padres. Ahora todo está suspendido: las caminatas y la natación que me ayudaban a salir de esa excesiva conexión a los computadores se ha visto débilmente compensada por sesiones de estiramiento de diez minutos que intento mantener cada día. Me he saturado mirando la pantalla del computador y he apagado ya varias veces el celular como rebeldía frente a una lógica explotadora del teletrabajo. No existe legislación que nos proteja y nuestra cultura masoquista y de poco autocuidado nos lleva a estar 24/7 en función del trabajo. Y lo más irónico es que no quise tener hijos para no estar sometido a ese estrés y supuestamente para vivir como quería y no como me tocaba. Un verdadero iluso.



 

Aunque soy muy crítico de los medios de comunicación y de su afán por un alto rating a partir del sensacionalismo, el sexo y la guerra no he podido evitar sentirme contaminado de ideologías encubiertas a través de supuestos reportajes objetivos. Uno de esos íconos de la ciencia en Colombia entrevistado por una periodista de derecha que sin embargo intenté no sesgar tratando de ser más justo en mi valoración y que veo desmoronarse cuando leo un artículo que señala a este “científico” como una persona resentida porque no le dejaron seguir trabajando con monos y porque después de muchas inversiones no cumplió con la vacuna que prometía. Y en esa vía entonces leo artículos en periódicos donde unos científicos descartan la gravedad de la pandemia y otros que los acusan de apoyar regímenes políticos. Si la inmunidad de rebaño era una opción y estábamos en una situación de incertidumbre ¿Por qué no ensayar primero esa opción y luego ver qué pasaba? La cuarentena surgió de un momento a otro como la única opción ¿Imitación del modelo chino? ¿Imitación del modelo europeo? ¿Imitación de los dos modelos? 

También me he aferrado a los modelos matemáticos y aunque reconozco que no soy tan hábil en su interpretación y mucho menos en su construcción tarde un buen tiempo para entender que también eran falibles. Pero ahora mi escepticismo crece cuando veo que también soy susceptible de ser engañado con ellos. Primero fueron las discusiones sobre la tasa de contagio, luego fue sobre el número real de contagiados pero peor aún llegamos a desconfiar del número real de muertos. Si los datos que alimentan esos modelos se corrigen entonces el modelo mejora pero muchos no están preparados para entender que mientras ayer el problema era una tasa de contagio de 2,68 ahora lo es una de 1,1. Hemos aplanado una curva pero no gozamos de inmunidad de rebaño y entonces sigue la incertidumbre acerca de cuántos de nosotros vamos a enfermar, cuantos vamos a morir. ¿Realmente podríamos llegar a tener certeza sobre una enfermedad en la actualidad? ¿La tecnología podrá darnos esa posibilidad de saberlo todo? ¿No terminaremos contaminados de un exceso de información?

Si reconocemos, por el contrario, que nunca va a ser posible tener certeza total de lo que pasó y lo que vendrá. ¿Tiene sentido confiar ciegamente en los científicos y sus pronósticos? ¿Están libres los científicos de emitir resultados sesgados por posturas ideológicas? ¿Qué diferencia existiría frente a un pastor que defendiendo una ideología de mercado nos ofrece la protección divina frente al virus? Si la arrogancia es una característica de nuestra especie no sería raro que tanto los hombres de fe como de ciencia terminaran disputándose el altar de una única verdad y de satanizar a quienes se muestran escépticos frente a esos dos dogmatismos. ¿Sucede igual con los modelos y pronósticos de los expertos en economía?

Pienso en esa pregunta y entonces me entra el pánico y comienzo a conspirar acerca de la situación económica. Recuerdo que en 2008 muchísimas familias no pudieron pagar los créditos de sus viviendas y que la respuesta del gobierno de Obama fue la de rescatar a los bancos (porque eran demasiado grandes para caer) y no a las personas. Les dieron grandes cantidades de dinero (a través de políticas monetarias no ortodoxas como la flexibilización cuantitativa) y bajaron las tasas de interés a niveles cercanos a cero. Y todo ese crédito barato fue a parar a manos de los banqueros, sus bacanales con putas y cocaína y sus yates y apartamentos de lujo en Londres, Paris o Nueva York. Un socialismo para los ricos y la mano dura e invisible del mercado para los pobres.  Y luego me acuerdo de los fondos buitre, esos fondos de inversión que compran la deuda de países que están al borde del impago y luego en vez de negociar, tratan de obligar al país a ceder sus activos, porque finalmente esos son más atractivos que la misma deuda que compran.

Y me entra la angustia pensando en las imágenes del desierto cuando los buitres y las hienas merodean alrededor de los búfalos moribundos. Que banquete, estarán pensando. Ven como los países van colapsando en una crisis económica y se ofrecen a otorgar líneas especiales de crédito en esta pandemia. Me aterro pensando que sea peor aún y que la enfermedad de los búfalos haya sido pensada y diseñada por los buitres. ¿Será posible? Los imagino en una reunión secreta diciendo ¿y si generamos la destrucción económica de forma intencional para crear nuevas oportunidades de capitalizar ganancias a nivel mundial?



Entonces, no puedo evitarlo, vienen a mí ideas descabelladas. ¿Y si ellos hacen uso de la economía experimental y conductual? Un experimento con nosotros. Usan organismos internacionales y cadenas informativas a nivel mundial para crear ese miedo y en ese pánico aparece China mostrando su modelo de confinamiento. Mierda, empezamos a hablar de lo exitoso que fue porque ellos sí tienen mano dura… ¿y corazón grande? y aunque los europeos dudan, ellos prefieren ceder porque finalmente les da muchos réditos políticos (siempre será la mejor opción porque ante la incertidumbre siempre se podrá decir que podían haber sido más muertos de los que fueron). Y en América Latina…bueno…no sé…tal vez copiamos la formula porque tuvo el aval europeo.

Los más inocentes creerán que se trata de ceder la libertad porque la vida es más importante. Pero ¿de cuándo acá ese interés en proteger la vida? ¿la vida de quién? Si no se importaron con el esclavismo pasado ni con el actual, no se han importado con la vida de los migrantes, no se importan con la vida de los niños que mueren en los bombardeos en Siria o Palestina y no se importan con la vida de los líderes sociales en Colombia ¿de cuándo acá les importan la vida de los viejos que llaman en tono idiotizante de “abuelitos”?

Recuerdo entonces los libros de terapia psicológica y sus títulos al estilo “por tu propio bien”. Tanto dolor soportado porque era por nuestro propio bien. Medidas autoritarias que se justifican por nobles ideales, por la vida pero que destruyen nuestra salud mental, que ponen en riesgo a los niños y las mujeres e incluso a los mismos "viejitos" que intentan proteger. Y me entra el miedo y recuerdo las charlas con la psicóloga. Un miedo a vivir la vida y un encerrarse preso del miedo negándonos a vivir con todo lo bueno y malo que eso significa y la única certeza en medio de la incertidumbre que es la de saber que todos vamos a morir algún día. Si por un lado seguimos pensando y deseando gobiernos autoritarios del otro lado seguimos escuchando gobernantes que justifican su autoritarismo en la falta de cultura ciudadana de sus gobernados.

Intento respirar porque la crisis de ansiedad se apodera de mí y entonces trato de pensar que no pueden existir intereses tan oscuros en el mundo, de gente que se haga rica aprovechando una crisis que han ayudado a desatar. Tal vez, son eventos inesperados de una excesiva deforestación, una enfermedad que nos ha llevado a una situación inusitada en donde tenemos que hacer un alto y recapacitar en la perversidad de un sistema llamado capitalismo y de que la vida está por encima de la economía. Pero luego me pregunto ¿será que van a matar al búfalo que nos proporciona la leche y otros productos que vender? ¿Y entonces que vendrá después? No importa, incertidumbre total. La gente no quiere volver a la normalidad. Es el momento que esperábamos, un nuevo sistema económico, porque ahora sí va a caer el capitalismo. Pero, ¿no será todo una ilusión? ¿Qué secreta conspiración están tramando para garantizar la supervivencia del capitalismo?

Y entonces recuerdo las clases de economía y profesores que me repetían que la ciencia económica no tiene nada que ver con las ideologías. Y como una respuesta automática responden las voces de mis otros profesores que me decían lo contrario y de lo importante que es de que en Colombia hagamos realidad nuestro estado de bienestar. Una oportunidad en medio de la crisis como diría un coach motivacional. Y entonces aparece una viceministra hablando de atenidos. Yo pensé que se refería a los grandes empresarios, a la clase dirigentes del país, esos que usan una puerta giratoria y pasan de los gremios a los ministerios. Pero no. Ella se refería a los trabajadores, a la gente que o nunca se ha beneficiado de un Estado de Bienestar y pensó que la situación lo justificaba o la gente que no por su incompetencia sino por la mala suerte estaba fracasando en sus negocios.

Y experimento un deja vú. Veo a un gobierno tropicalísimo anunciando todas las tardes en cadena nacional medidas excepcionales para…hacer lo mismo que ha hecho durante nuestra existencia como república banana. Emisión de dinero a través de crédito para los grandes empresarios, una nueva oportunidad de enriquecimiento ilícito al robarse los recursos dedicados a salvar la vida por encima de la economía. Debo estar muy loco. ¿Pensar que los poderosos van a sacar tajada de esta situación? ¿Luego no son tan caritativos participando en donatones promovidas por el gobierno?



No puedo seguir pensando en teorías de la conspiración. En estos tiempos pensar diferente es peligroso. El debate está polarizado. Nadie quiere arriesgarse a buscar un real consenso. Nadie quiere realmente tomar consciencia de que los autoritarismos nunca nos van a llevar a crecer como sociedad. Ni el autoritarismo de quienes nos obligan a exponer nuestras vidas todos los días y no solo frente a un virus como el covid 19 ni el autoritarismo de quienes se justifican diciendo que es por nuestro bien tratándonos de estúpidos. Si en el primer caso la tentación está en crear conspiraciones externas causadas por el gobierno chino y su deseo de imponernos el 5G en el otro nos encontramos ante la difícil constatación de que el pillaje y robo sobre los sistemas de salud solo nos deja como opción el aislamiento preventivo en vez de una reforma a la salud y una toma de consciencia de los líderes políticos que necesitamos realmente.

No puedo dar certezas, ¿quién soy yo para creer que puedo hacerlo? Solo puedo conspirar. De eso se trata este escrito. No me queda más que eso en esta incertidumbre radical. No estamos hablando de profecías autocumplidas. Esto no se trata de hacernos creer que el apocalipsis está a la vuelta de la esquina y de constatar de que efectivamente todo terminó. Se trata de pensar en el final alternativo de la película. Se trata de lo que unos viejos amigos llamaban de conspir-acción, del   conspirar y actuar por un mundo mejor. En esa trilogía del conocimiento integrada por la ciencia, la religión y el arte resurgirá un nuevo ser humano, más humilde, más tolerante y más creativo. Si no soñara con ese final alternativo no tendría sentido conspirar tanto.