jueves, 6 de abril de 2023

Sobre universidades-empresa y estudiantes-clientes

 

Nuccio Ordine es el autor del libro titulado “La utilidad de lo inútil”. La edición que leí ha sido publicada en 2013 por la editorial Acantilado en Barcelona, España. El autor, quien es profesor de literatura en la Universidad de Calabria, nos ofrece un conjunto de reflexiones acerca de los procesos actuales de enseñanza y aprendizaje dedicando un capítulo en particular al tema de las universidades europeas. Mi interés en este libro surgió a partir de un video publicado en internet en donde el autor dialoga con un grupo de jóvenes acerca de la importancia que tienen ciertos contenidos que hoy en día están siendo eliminados de los espacios académicos, un ejemplo de ello es el caso de la enseñanza del latín y del griego. Bajo un argumento mercantil derivado de las reformas que desde la Unión Europea se están promoviendo tiene lugar una reducción del presupuesto dedicado a la universidad pública. En este breve texto me gustaría comentar el contenido del capítulo tres “La Universidad empresa y los estudiantes clientes” y compartir una serie de consideraciones a propósito de la situación que vivimos en Colombia.  

El contexto europeo

Ordine inicia describiendo la crisis de la universidad pública en Europa que se caracteriza por una reducción de las subvenciones públicas y la puesta en marcha de una competencia entre las instituciones por la obtención de recursos económicos. La generación de unos indicadores de seguimiento obliga, entre otros aspectos, a prestar más atención a lo cuantitativo y no a la calidad de la enseñanza. Bajo la presión de graduar a más estudiantes se relajan las exigencias para aprobar los cursos y se reduce la duración de las carreras. Este modelo inspirado en lo hecho en E.E.U.U. propone ver las universidades como empresas que prometen a los estudiantes obtener las oportunidades necesarias para alcanzar trabajos inmediatos y atractivos ingresos. Se impone progresivamente el lema “el cliente tiene la razón” y los docentes se convierten en burócratas que pasan la mayoría del tiempo atendiendo otras actividades diferentes a las de preparar sus clases. Esta devaluación de la enseñanza se complementa con la separación del ejercicio de la investigación y el resultado es una tendencia a que los cursos sean cada vez más superficiales y repetitivos.

En defensa del modelo europeo se recuerda que la adquisición de conocimiento nos hacer crecer y ser más autónomos como personas. Hoy en día predomina una lógica mercantil que valora cada una de nuestras acciones como inversiones que deben en el corto plazo generar una recompensa. En el caso de la universidad significa que más allá de formar profesionales existe una formación cultural en sentido amplio en donde los estudiantes cultivan su espíritu con autonomía y dan rienda suelta a su curiosidad. Tiene lugar, por lo tanto, una formación ciudadana en donde se fomenta una mayor responsabilidad con la defensa del bien común. Ordine hace referencia al libro “El límite de lo útil” de Georges Bataille para describir una crítica desde una economía en clave anti-utilitarista en donde se cuestiona el predominio de una visión que valora el conocimiento por su utilidad. Al recurrir a las nociones del don, del derroche, de una economía de la fiesta se protegen los valores de una civilización en donde lo gratuito y el don ayudan a dar un significado más humano a la vida. En la defensa de otros modelos de enseñanza también se menciona que la relación entre el estudiante y el profesor debe estar marcada por el amor y la pasión y en ese sentido en la gratuidad y el desinterés. El autor describe al educador como un seductor: la enseñanza es una actividad que no puede considerarse un oficio, sino que en su forma más noble presupone una noble vocación. La lógica mercantil también ha invadido los espacios dedicados a la divulgación de los productos de investigación. Con relación a las editoriales señala una reorientación de las obras publicadas que va en detrimento de los clásicos y en favor de las exigencias de la media.

El contexto colombiano

La descripción que acabo de presentar del texto de Nuccio Ordine me lleva a plantear algunas inquietudes que quiero dejar expuestas en este texto. La primera de ellas se centra en destacar la particularidad del caso colombiano. En nuestro país no hemos consolidado un modelo tan fuerte como en Europa en torno a la Universidad Pública. Es bastante frecuente que muchos estudiantes que no logran entrar a estas instituciones busquen en el sector privado una oportunidad para estudiar. Para ir a la universidad se requiere de la capacidad económica para pagar precios elevados por las matrículas o en el peor de los casos acudir a los créditos educativos. Existe un sistema estratificado en donde a mayor riqueza mayores oportunidades para elegir el tipo de universidad que se desea y aparejado a ello una noción de estatus que se utiliza para diferenciar a las personas. Es muy semejante a otros diferenciadores tales como el colegio donde se estudia de niño y adolescente o el barrio donde se crece y/o se vive. Una sociedad clasista en donde las universidades intentan atraer a una población objetivo (élites, clase media alta, clase media media, clase media baja) reforzando así esa noción de estudiantes-clientes. 


 

¿Debemos acotar la crítica entonces al papel de la Universidad Pública y aceptar que por tratarse de un sector privado no podemos cuestionar la lógica mercantil que la gobierna? ¿La responsabilidad de formar ciudadanos autónomos o de promover esa curiosidad en los estudiantes a partir de estudiar las cosas inútiles es un lujo propio de quien está en las universidades públicas? ¿Sólo importa la discusión sobre el avance de la lógica mercantil en nuestras universidades públicas? Creo que es importante traer estas reflexiones para el ámbito de la universidad privada y que es importante crear nichos -o reconocer los ya existentes- en donde se pueda promover ese gusto por el conocimiento, ese derroche y desinterés que ha caracterizado el ejercicio docente y que ese cambio podría darse al margen de si los gobiernos fortalecen o no la enseñanza púbica y gratuita en el nivel universitario.

La lógica mercantil opera también en torno a los docentes. La desvalorización de sus actividades en el sector privado se justifica a menudo con argumentos financieros. Las dificultades para garantizar una contratación a término indefinido, las brechas en las remuneraciones entre universidades para profesionales con iguales niveles de formación, la vinculación de los salarios a la productividad investigativa que se hace con las uñas y una desvalorización de los tiempos que todo docente (sea en la universidad pública o privada) dedica a la preparación de las clases depende de cuántos estudiantes entraron al inicio de cada semestre y si el indicador cae empiezan los ajustes en nómina. La desvalorización de las maestrías, la apertura de doctorados e incluso el cobro por pos-doctorados operan bajo la lógica de la ganancia. Y aún en este panorama tan oscuro es posible encontrar docentes dedicados a su oficio, despertando en sus estudiantes esa pasión por el conocimiento. El desinterés y esa lógica del don florece incluso en espacios desérticos dominados por la más pura racionalidad economicista. La persistencia o aumento de los docentes de cátedra nos sigue recordando que si las cuentas de la universidad no cuadran es posible en el peor de los casos apelar a esas formas de contratación a corto plazo, sin mayores obligaciones o compromisos contractuales. 

Foto: Mapa en relieve de Colombia. Parque Nacional. Bogotá. 2021. Hernando Sáenz
 

En segundo lugar, durante los últimos quince años el modelo de medición de calidad de la investigación en Colombia se ha ido fortaleciendo. Para los profesores que nos formaron hace unas tres décadas no era tan importante la calificación como investigador ante Minciencias o la participación en un grupo de investigación avalado por esa instancia del gobierno. Hoy en día muchas de las universidades privadas intentan adaptarse a las exigencias de esos modelos y una vez más la lógica mercantil dicta las condiciones en que se mide esa calidad. Asistimos desde hace varios años a una pérdida progresiva de las revistas académicas por cuenta de los sistemas de medición que funcionan bajo una lógica globalizada y a pesar del esfuerzo por crear un sistema propio de indexación son cada vez más reducidos los espacios de divulgación de la investigación en nuestro país. Igual suerte comienza a operar en el caso de los libros con la imposición de las mediciones y las exigencias de citación. No es raro que en ese contexto se ensayen medidas tales como el pago a investigadores por publicar en revistas top o el pago por publicar en determinadas revistas científicas. En ese contexto quién cuenta con recursos puede garantizar que sus publicaciones cuenten para luego avalar a sus investigadores y grupos de investigación. Aquí la pregunta vuelve a girar en torno a la posibilidad de modificar ese escenario en las universidades privadas o si finalmente no existe otra alternativa. Sucumbir ante un sistema de calidad que termina acabando con la pasión que tienen los docentes por esa vocación.

Si la Universidad Privada es vista como esta Universidad empresa que denuncia Ordine en su libro tenemos entonces que la crisis que se denuncia en el caso europeo adquiere en nuestro país una dimensión más crítica habida cuenta de las dificultades para que la educación pública se democratice en Colombia. Al estar entonces a merced de esa educación mercantilizada ¿tenemos que conformarnos con una pésima calidad de la educación, una desvalorización de la labor docente y la muerte progresiva de las editoriales y revistas académicas universitarias? Tal vez la solución sea efectivamente la promoción y fortalecimiento de la universidad pública si es ella la principal responsable de formar ciudadanos o de ese proyecto de Nación que tenemos pendiente por construir. Sin embargo, creo que esa es una tarea digna de asumir por el sector privado y que allí también podrían plantearse límites a esa progresiva eliminación de lo que no sea rentable, garantizando por ejemplo más tiempo libre (algo que en muchos lugares genera desconfianza o se asocia con baja productividad); más seguridad (de todo tipo incluyendo la económica); mantener o fomentar la libertad frente a la institución y promover la conformación de espacios informales para los encuentros entre profesionales de todo tipo de estudiosos en cada área de conocimiento.

Nuccio Ordine nos regala en la edición que he comentado aquí el texto de un ensayo escrito por Abraham Flexner titulado “La utilidad de los conocimientos inútiles” y narra la experiencia del proyecto del Institute for Advanced Study de Princeton cuya versión original fue publicada en 1939. Allí se menciona el papel que jugó la creación de ese instituto para promover el cultivo de la curiosidad y la preservación de esa investigación que aún siendo inútil provoca una satisfacción espiritual. Flexner denuncia el papel de las universidades al servicio del poder económico, político o racial y las restricciones resultantes en materia de libertad académica y nos recuerda que más allá del reconocimiento de la creatividad científica o artística es supremamente importante la justificación de la libertad espiritual ya que implica la tolerancia de todo el espectro de las diferencias humanas. Creo que esta última razón es pertinente casi un siglo después y me parece justa para el momento que vive nuestro país y orienta el oficio de la enseñanza hacia la formación de ciudadanos y no solo de profesionales interesados en mejorar su posición social y económica.

Link adicional

Dejo este enlace para escuchar un audio realizado con dos colegas sobre este tema. Programa Efecto Mariposa 30 de marzo de 2023. Radio Escenario USTA. 


Referencias

Bataille, G (2005) El límite de lo útil (fragmentos de una versión abandonada de La parte maldita). Madrid. Losada.

Flexner, A (1939) The usefulness of Useless Knowledge. Harper’s Magazine, pp. 544-552.  

Ordine, N (2013) La utilidad de lo inútil. Manifiesto. Vigesimosexta edición. Barcelona. Acantilado.