domingo, 20 de mayo de 2007

¿El concepto de mercado informal es suficiente para dar cuenta de los procesos de urbanización por parte de los pobres en América Latina?[1]

Hernando Sáenz Acosta[2]

En primer lugar debo aclarar al lector, que este documento no tiene un carácter científico, por el contrario solo constituye un conjunto de reflexiones que surgen a partir del quehacer investigativo del autor, referidas sobretodo a los procesos urbanos –acceso al suelo y vivienda por parte de los pobres- que son analizados tradicionalmente bajo la dicotomía formal/ informal. El siguiente documento tiene por objetivo, evidenciar de manera parcial la insuficiencia del concepto por cuanto responde a una tipología dualista que es excluyente y en segundo lugar intentar plantear de manera tentativa algunas consideraciones de esquemas propios del pensamiento complejo que trascienden esa dualidad y que podrían convertirse en un futuro marco de referencia para nuevas investigaciones en esta área.

Una dualidad excluyente:

El concepto de informalidad es heredero del concepto marginal, utilizado por varios investigadores sociales latinoamericanos, para dar cuenta de las prácticas sociales, económicas, culturales, etc, implementadas generalmente, por los grupos de menores ingresos, las cuales, no se corresponden, con aquellas identificadas como propias de una sociedad moderna,[3] razón por la cual, se identifican como conductas tradicionalistas o premodernas que sobreviven debido al fracaso de los modelos de desarrollo económico en la región: Por ejemplo, en el caso de procesos como la urbanización y la industrialización, ciudades como Bogotá se alejaron bastante del prototipo europeo occidental, por cuanto nunca hubo una total proletarización de la mano de obra y mucho menos hubo una consolidación de un Estado-nación fuerte que lograse intervenir en la lógica del mercado de suelo y vivienda, que contribuyese a garantizar las condiciones necesarias para la reproducción de la fuerza de trabajo.
Sin embargo, la población de bajos ingresos lejos de ser un sujeto estático, modifica sus conductas, construye su propia racionalidad y la materializa en la forma de construir ciudad. Es decir, que más que ubicarse al margen o ser informal, empieza a establecer sus propios arreglos institucionales, los cuales son legitimados independiente de que sean legales o no y mezcla aquellos opuestos aparentemente irreconciliables (formal/ informal). Un concepto de informalidad atado simplemente a la existencia de títulos de propiedad o no de un lote o vivienda, desconoce la complejidad de dichos arreglos institucionales y por ende las conclusiones a las que llega son las mismas de siempre: La necesidad de formalizar las conductas de los pobres, para que estos salgan de su situación de pobreza, porque el concepto informal se asocia con ilegal y se estigmatiza de entrada, impidiendo analizar los aspectos positivos que subyacen en estas dinámicas.

En el caso de los procesos de acceso al suelo y la vivienda por parte de los pobres, ha sido recurrente en las últimas cuatro o cinco décadas las descripciones estigmatizadoras de la manera como ellos construyen su espacio, aunque existen excepciones, cualquier discurso que pretenda reconocer las ventajas de estos procesos de urbanización no deja de ser identificado como populismo (tanto en la versión de izquierda como en la versión neoliberal, ésta última presente en autores como Hernando De Soto). Que dicho populismo haya servido para consolidar económica y políticamente a los urbanizadores piratas y que estos tengan influencia en los cuerpos legislativos de la ciudad, ya debería demostrarle al Estado, cuan grave ha sido el error de continuar utilizando un esquema dualista y excluyente a la hora de proponer soluciones que mejoren la calidad de vida de amplios sectores de la población, tradicionalmente sujeta a las opiniones de un planificador, que cree que los pobres no tienen nada que aportar en la construcción de una política pública.

En suma, predomina tanto en el quehacer científico como político una visión dualista y excluyente de nuestra sociedad. Una sociedad compuesta de buenos y malos, donde los últimos se turnan periódicamente: Por un lado los pobres urbanos, que se niegan a respetar unas normas urbanísticas diseñadas para imponer un orden, un deber ser de la ciudad, por otro el Estado que ha impuesto demasiadas trabas para el despliegue del empresario popular y por último el mercado que se dirige únicamente a satisfacer las demandas de los estratos de mayores recursos. Así pues, se continua inmerso en la pendularidad Mercado-Estado, radicalizando los discursos al punto de fomentar la intolerancia e invisibilización de aquellos que son distintos, por cuanto son identificados como amenaza en el proyecto particular de construcción de ciudad.

Más allá de la dualidad:

Pensar los procesos humanos bajo esquemas duales, es una herencia del pensamiento occidental[4]. Trascender hacia esquema triádicos representa un reto para la investigación urbana, pero no es el único planteado por el pensamiento complejo. Al anterior se suma la exigencia de abandonar esquemas antropocéntricos y sustituirlos por esquemas antropológicos, ir más allá de los estudios interdisciplinarios o multidisciplinarios para llegar a propuestas transdisciplinares, diluir la clásica distinción dualista entre ciencias de la naturaleza y ciencias del hombre.

Estos desafíos tienen una implicancia monumental en la manera como hacemos investigación y por supuesto en el diseño de las políticas públicas. El primero de ellos, corresponde a la elaboración de nuevos conceptos que den cuenta de la realidad analizada hasta ahora bajo el concepto informal: Por ahora mencionemos que las acciones humanas y en particular aquellas relacionadas con la vivienda involucran no solo la razón, sino también la tradición y la pasión, estos elementos a su vez determinan la racionalidad de los individuos y le imprime un sello al mercado -el cual se ubica en una zona intermedia entre un extremo que es el mercado solidario y de otro uno capitalista donde prima el interés individual-.

Existe entonces una amplia pluralidad de mercados y no solo un mercado informal, definido a partir de la negación de su contraparte -mercado formal-. Más aún, las diferenciaciones se complejizan al involucrar el aspecto espacio-temporal, recordándole al investigador que la realidad entendida como caos no significa nada más que un orden aún no conciente. A manera de ejemplo, sabemos que en Bogotá han predominado las urbanizaciones piratas, sin embargo este proceso puede diferir de acuerdo a la localización, al tipo de participantes en él y llevar a que pequeñas perturbaciones generen grandes transformaciones en los proceso de ocupación del suelo, sean inducidos desde afuera o generados al interior de un barrio y estos factores van más allá de un título de propiedad. Involucran las relaciones de los habitantes con el medio ambiente que lo rodea, con los habitantes de los barrios circunvecinos, con las instituciones privadas y públicas que satisfacen las necesidades de los residentes de un sector, con los partidos políticos (sean o no iguales a los del urbanizador pirata), involucran además la concreción de modos particulares de vida y no solo aquellos asociados con lo rural sino con las nuevas culturas urbanas, con la generación de identidad a partir de la asociación con un territorio, en proceso inacabado de construcción y de-construcción y que evidencia que estamos ante un proceso dinámico, al cual debe agregarse la subjetividad del investigador y el efecto que genera su intervención en las comunidades no solo por su quehacer científico, sino por las consecuencias que generan las recomendaciones que éste hace en materia de políticas urbanas.

Por ahora y como punto de partida, se puede proponer el concepto de mercados residenciales populares. Es necesario advertir, que el concepto popular también es heredero de la lógica dualista, pese a ello, autores como José Luís Coraggio[5] han planteado un tercer sector económico llamado economía popular urbana, que complemente un sector empresarial capitalista y otro estatal. Su noción de lo popular se caracteriza por ser dinámico y por evidenciar la presencia de un tercer actor como es la sociedad civil que trasciende el clásico péndulo Mercado- Estado. Es bajo esta perspectiva que se ha de entender el concepto alternativo que queremos empezar a construir.

Una propuesta como esta, requiere evidentemente de una apuesta transdisciplinaria, para su descripción y análisis: Ello puede alcanzarse por ejemplo con un esquema de tipo fractal[6] en el cual una supradimensión social subsume las siguientes tres dimensiones: Ambiental, económica y político-ideológica, las cuales subsumen a su vez las subdimensiones de infraestructura reproductiva y productiva, fiscal financiera e institucional-administrativa. Así pues, el tradicional economicismo en las ciencias humanas debe dar paso a un dialogo con otras disciplinas, reconociendo que el conocimiento se genera también a partir de fuentes alternas a la ciencia, como son el arte y la religión. Existen aún muchos investigadores que consideran que su objetividad e imparcialidad se valida a partir del empleo de una determinada metodología, pero hasta esa mínima elección es un acto subjetivo que ya está determinando el tipo de conclusiones y las recomendaciones generadas a partir de su labor. Más que un rechazo a esta forma de hacer ciencia, lo importante es que el investigador sea consciente de su subjetividad y de la manera en que esta incide a la hora de ejercitar su labor y que deje de una buena vez de creerse el único con la verdad revelada y aprenda de los otros, de los cuales, cree que no tiene nada que aprender. No es lo mismo, asignar la categoría informal a un pobre urbano, a que este se identifique como tal.

En fin, la labor del investigador es la de un perpetuo aprender, por eso investiga y pone a prueba sus hipótesis y cuando es necesario cambia de paradigma. El pensamiento complejo pone sobre la mesa las propuestas por un cambio de paradigma y en el caso de las investigaciones urbanas evidencia la necesidad de entender la ciudad como otro ser vivo. Desconocemos hasta donde sea posible hablar de multiplicidad de conceptos de desarrollo, o de una propuesta muy espacializada de desarrollo (no urbana, para evitar la discusión frente a lo regional), pero autores como Izquierdo[7] han planteado enfoques regionales para la alternatividad al desarrollo, donde el aspecto territorial es clave para la elaboración de propuestas diferentes a más mercado o más estado. Precisamente termino estas reflexiones, reseñando que las políticas públicas ya no son competencia exclusiva de unos especialistas en el tema del ordenamiento urbano sino que involucran cada vez más a otros sectores, que exigen su derecho a construir los planes, se espera a futuro que los sectores populares ganen mayor peso, no para aprovecharlos como sujetos revolucionarios o como capitalistas en potencia, sino para que se les reconozca como constructores de su propio destino, aquel que ha venido siendo puesto en marcha desde hace mucho tiempo, al construir ciudad y que constantemente ha sido estigmatizado o romantizado pero nunca respetado frente a los discursos hegemónicos del poder (en todas sus versiones: fuerza, riqueza, conocimiento y conciencia).


[1] Este artículo apareció en la publicación virtual de la Maestría en Gestión Urbana de la Universidad Piloto de Colombia “Papeles de Coyuntura” Número 21 del mes de Agosto de 2006.
[2] Economista de la Universidad Nacional de Colombia y Magíster en Planificación y Administración del Desarrollo Regional del CIDER, Universidad de Los Andes. Investigador del proyecto sobre mercados informales de suelo, vivienda y movilidad urbana en once barrios de Bogotá adelantada desde 2004 por el Lincoln Institute of Land Policy (LILP) y el CIDER Uniandes. Actualmente investigador del proyecto adelantado por el LILP y la Universidad Piloto: Observatorio del mercado informal de suelo en Bogotá.
[3] Mires Fernando. El discurso de la miseria o la crisis de la sociología en América Latina. Ediciones Nueva sociedad. Caracas. Venezuela. 1993. Este autor presenta un análisis riguroso de los debates concernientes a los conceptos marginal e informal, que considero es muy pertinente hoy, cuando vemos un resurgimiento (¿o moda?) de investigaciones sobre los mercados “informales” de suelo y vivienda. Sin embargo, en este artículo solo me refiero al carácter dual del concepto y sugiero al lector la consulta del texto reseñado si desea profundizar más en los criterios bajo los cuales se definió lo formal y su opuesto informal: Versión de la OIT que enfatiza en lo laboral (esfera de la producción), propuestas ubicadas en el ámbito de la reproducción (vivienda), el discurso neoliberal de Hernando de Soto, etc. Otra referencia es Lazarte, Rolando. El sector “informal”: Una revisión conceptual bibliográfica. En: Revista Problemas del desarrollo, Vol. 31 # 121. México IIEc-UNAM, abril-junio 2000 pp. 35-62.
[4] Este pensamiento dual supone que una cosa no puede ser su contrario a la vez, es decir que si algo es informal no puede ser formal a la vez. Por el contrario el pensamiento oriental sí considera esta situación y agrega además la posibilidad de que el todo sea más que la suma de las partes y esté en constante evolución.
[5] Coraggio José Luís. Economía Urbana. La perspectiva popular. 2da. Edición. Abya- Yala. Quito. Ecuador. 1998.
[6] Izquierdo Adolfo. Heurística crítica, complejidad y nueva racionalidad. Referentes de planificación alternativa como método transdisciplinario. Notas de clase. CIDER, Universidad de Los Andes. Bogotá Abril de 1999. págs 3 y ss.

[7] Ibíd.