jueves, 13 de mayo de 2010

LOS SUEÑOS QUE ME SUSURRA EL VIENTO (PARTES III Y IV)

III

Ya pasadas las 11:30 de la mañana, empezamos a caminar por las calles del antiguo municipio de Usme, el cual fue anexado al perímetro de Bogotá en el año de 1954. Así también los pueblos de Bosa, Fontibón, Engativá, Suba y Usaquén fueron devorados por la expansión de esta irónica ciudad fundada por españoles en 1538. Más de cuatro siglos separan un entorno rural aislado de un progreso que como una mancha de aceite fue regándose por esta sabana acabando con humedales y montañas y con la flora y fauna que en ella vivía, ahora es el Páramo el objetivo, y los campesinos cada vez están sembrando más arriba y el agua empieza a agotarse mientras las quebradas están contaminadas casi a pocos centímetros de sus nacimientos.


Mientras caminamos con Nani y Jackie hacia la plaza del pueblo, Adriana buscaba a Miller, quién estaba esperándonos hacía mucho tiempo, para conducirnos a la vereda donde vive con sus padres y hermanos. Cuando niño, Miller sufrió de fiebre y según nos diría su madre después no fue tratado adecuadamente y por eso quedo con un problema auditivo que impide que escuche por ambos oídos. Por ello debe utilizar un aparato especial que cuesta mucho y que es muy delicado. Después de estudiar, Miller se ha dedicado a las tareas del campo, sin embargo fue invitado y participó en un programa de capacitación productiva ofrecido por una fundación, aprendiendo el arte de la panadería. Allí participaba también Jackie y bueno, después de terminar el curso, tuvieron el acompañamiento para echar a andar la panadería que esta ubicada en el Virrey. Es así como lo conocí y hoy, junto con mi madre hemos visitado su hogar.


En algunas ocasiones fui a visitar a mi princesa a la panadería y además de Miller, conocí por su intermedio a Carlos y Cesar. Bajo la coordinación de los padres de Carlos y con el apoyo de Adriana en los fines de semana, se buscó consolidar la panadería en este barrio. Sin embargo, es muy difícil y según las últimas noticias se espera trastear los equipos hacia otro barrio. Las ventas fueron muy bajas y salvo el contrato con la fundación y la demanda de pan por los habitantes de la vereda donde vive Miller, el proyecto habría sido un fracaso. No obstante estas dificultades que tiene todo negocio, aquellas que realmente son difíciles de superar atañen a las relaciones entre las personas que intervienen en la panadería. Es por esa razón que Jackie y por ende Adriana dejaron de ir y Miller se siente incomodo y solo, además de sentir una creciente impotencia en la medida que no se siente libre para expresar sus opiniones e inconformismo frente a la dirección que los padres de Carlos están dándole al proyecto. Es así, como en este nuevo año, Miller desea continuar con su formación en repostería, tal vez en el SENA y en dado caso de no poder seguir en la panadería, conseguir un trabajo en otro lugar. Su mamá, nos decía que desearía poder tener el dinero para conseguir los equipos, pues de esa forma se podría hacer una panadería en la vereda, pero así como los proyectos de ampliar la casa, este también debe esperar no sólo la posibilidad de ahorrar dinero, sino la de poder seguir viviendo allí, puesto que el distrito habilitó esta zona para la expansión urbana y será objeto de conversión para crear una oferta de vivienda de interés social.



IV


Nos hemos saludado en la plaza de Usme. La iglesia esta cerrada y no podemos conocerla por dentro. Me quedo mirando hacia el cementerio y veo a lo lejos la Sabana de Bogotá inundada de vías, casas, edificios y smog. Más cerca en mi perspectiva veo las montañas cubiertas por la malla verde del relleno sanitario, las cuadrículas de los campesinos que aran las montañas del otro lado del río Tunjuelo, donde hace un año nos tomamos la fotos, donde es común aún hoy en día, que las familias de varios barrios se bañen en sus aguas que aún no están tan contaminadas. Me acuerdo de la foto donde estamos tú y tu familia, ese 1 de enero y mis deseos de un año lleno de felicidad a tu lado y no hago sino desear que la vida me pueda dar de nuevo esa oportunidad por otro año más.


Les pido a Adriana, Jackie y Miller que nos acompañen para que Nani pueda ver el resto del pueblo. No tiene nada extraordinario, pero en esta sencillez es tan gratificante la sensación de compartir la vida, que observamos a los campesinos y a sus hijos en las carnicerías, en las tiendas sentados tomando cerveza y escuchando las rancheras en estruendosas rockolas y a los habitantes más citadinos que deambulan aprovechando el silencio de un pueblo que hace mucho gira alrededor de la ciudad. Las rutas de buses ya han comenzado a ir más allá de Usme, me acuerdo cuando llegábamos con mi papá a Suba y cruzábamos el pueblo para terminar el recorrido en el sector de Salitre, en la vía hacia Cota. Al igual que en Bosa, en las zonas planas también se aprecia la transformación del campo a la ciudad y los recuerdos de mi infancia a bordo de la buseta, comiendo picada en un toldo en Suba o saboreando la leche recién ordeñada con bocadillo que le vendían a los choferes y sus familias hace unos 25 años. Hoy en día esta zona esta borrada bajo los conjuntos residenciales de clase media y algunos barrios piratas que lograron continuar a pesar de los nuevos vecinos cuyo dinero se expresa en la morfología del conjunto cerrado.


Más allá de Usme hacia el sur, está la vereda de Chiguaza, por la vía que lleva a San Juan de Sumapaz y al bello espectáculo del Páramo que lleva este nombre y donde se produce el agua de la región. Nos hemos detenido y visto el paisaje que nos hace sentir cierta nostalgia, cuando sabemos que en un par de años mucho de este contexto se habrá transformado ahogando el pasado que construye una identidad que aún no encontramos quienes vivimos en este rincón de los Andes. De regreso, Miller nos señala el matadero e intercambiamos con mi mamá comentarios acerca de la fama que tiene Usme, como lugar en el cual comprar carne. Existen muchas carnicerías y le confieso a Adriana mi interés por escribir un cuento sobre las historias de los hombres que a diario matan ganado o de quienes los destazan, recordando aquella vez en que leí el Verdugo de Lagervist. Imaginarse las historias de su oficio contadas en las tabernas y el drama de algunos de ellos por la perdida de algún ser querido o por un amor no correspondido.


Compramos libra y media de carne, en vez de la picada, para completar el presente que llevamos a doña Tulia. De solo ver las cabezas de vacas y terneras en una vieja carreta, confirmo la sensación de finitud que tenemos los animales. Pensar que diariamente mueren miles de ejemplares para alimentar el hambre de una población humana que se niega a autocontrolar su crecimiento me parece algo extraordinario, por cuanto la naturaleza aparece como una imparable máquina proveedora de alimento. Después de este recorrido y de que hemos comprado algunas cosas para el camino, salimos del pueblo y comenzamos a caminar hacia la vereda. Recordamos con Nani aquellas veces en que recién bajados de la flota, caminábamos por Pauna. Mi tío Edilberto nos esperaba allí y nos guiaba en el camino hacia Pinchote. Eran horas interminables de camino, para unos niños traídos desde el frío cundiboyacense del altiplano hacia el calor del valle interandino donde se encontraba el Territorio Vásquez y los municipios más famosos de Boyacá por la riqueza de esmeraldas conocidas en todo el mundo. Caminábamos y para mantener el ritmo nos agarrábamos a la cola de los caballos, o como les decían allá, de las bestias. Parábamos para tomar guarapo ofrecido por algún campesino y saludábamos a muchos otros que nos encontrábamos en el camino, no los conocíamos pero ellos sí sabían quiénes éramos: los hijos de Dionilde, la hija de doña María del Carmen que en paz descanse y que se había ido a la capital dejando a su hermano y su tío aquí en el campo.


A diferencia de ese entonces, nuestro camino fue muy corto hoy. No fue más de media hora y siempre estuvo en nuestro horizonte la ciudad, como una pesadilla, como algo que se niega a desaparecer. Vimos la carretera de salida a los llanos orientales: En mi último cumpleaños salimos por allí y vimos estas zonas rurales que corresponden a las veredas que el Distrito ha clasificado como sujeto de expansión urbana. La amenaza de la urbanización pirata por parte de los capos del suelo, es uno de los temas sobre los que más escuche en mi andada con el Lincoln Institute. Después de muchos años escuchando a María Mercedes, a Ricardo, a Paco, Juan Felipe y Natalia, y bueno también a Francesco hablar sobre estas veredas y su importancia para frenar el crecimiento urbano informal y de la lucha contra la especulación a través de la participación en plusvalías, pude tener el placer de conocer este lugar. Lejos del disfraz de investigador he podido caminar, conversar sin miedo con doña Tulia y Miller e incluso de treparme a las rocas para tomarme una foto o para pensar en la existencia de Dios y de la importancia de que ella me acompañe y me abrace en mis momentos de soledad. Aún cuando es difícil evitar sentirse tan insignificante frente a la magnificencia divina, siento la necesidad de que empecemos a cambiar nuestro enfoque de urbanistas y pensemos en salidas para una ciudad que ya no debe seguir creciendo, pero que debe satisfacer las demandas habitacionales de los más pobres.


Hemos pasado frente al estanque que provee de agua a varias viviendas en el entorno, observando las flores cultivadas por algunos campesinos mi madre se ha sentido arrebatada por el vivo color de unas amapolas. He podido observar esta flor y le he contado a mi mamá de su utilización para hacer heroína. Creo que las plantas no tienen la culpa, es el hombre quién la utiliza para hacerse daño y sin embargo, son ellas, -así como los animales, e incluso otros hombres- los que se convierten en víctimas de las guerras que se generan por el poder que da el comercio de estas drogas. Nos han tomado una foto con mi madre y un jardín atrás, así mismo mi princesa me toma una foto con el fondo proporcionado por la ciudad y el campo. Continuamos y llegamos hasta el santuario construido para la virgen y que sirve de límite entre las veredas El Uval y La Requilina. Miller nos ha contado que en la vereda vive la mayor parte de su familia. Los Chipatecua y los Tautiva son sus tíos, sus padrinos, sus abuelos, en fin me enredo y pienso en una danza orgiástica de parentelas que como un círculo cerrado difícilmente permite que entre sangre nueva. No obstante el mismo contacto con la ciudad hace que ahora lleguen nuevas familias o que las más tradicionales vendan o arrienden la tierra. Sólo los más pequeños y pobres campesinos se quedan, siendo los principales afectados por su escaso poder y capacidad de unión frente a los intereses de especuladores y gobierno, en torno a futuras vías y urbanizaciones que imponen un futuro oscuro a quienes no quieren terminar sus días encerrados en una casa de 40 metros cuadrados.


Además de papa, se siembra arveja, la cual debe ser colgada de unos hilos, actividad por la que pagan $30.000 pesos. Además de estos cultivos se crían algunas especies menores, como ovejas, gallinas y patos y en algunos casos, ganado vacuno. El uso de los pesticidas le da un olor de basurero a la tierra, pero según la revolución verde su uso considerado inofensivo dizque contribuiría a mejorar la productividad del suelo. Como Miller nos cuenta, hoy en día se está capacitando a la gente para que desista de seguirlos usando por cuanto empobrece la tierra y la hace estéril, es el regreso a lo orgánico. Estos cambios son los que necesitamos a una escala mayor, en especial en referencia a nuestro concepto de desarrollo, eso nos enseñaron en el CIDER y fue muy curioso ver como este logo permanecía en el plano elaborado por el equipo multidisciplinario contratado para el Proyecto Nuevo Usme. Este mapa, hoy día esta tirado en el piso de la plancha de la casa de Miller, expuesto al sol y la lluvia y de él no queda mucho, como un presagio funesto del futuro.

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