El objetivo de este artículo consiste en demostrar la importancia del uso combinado de metodologías cuantitativas y cualitativas en los procesos de formación académica de los estudiantes de economía, que viven en una nación como Colombia. Una primera razón se remite sencillamente a tener en cuenta que el arte y la religión son formas complementarias de acceder a la consecución de la verdad y una segunda razón radica en la necesidad de unos economistas (o mejor tecnócratas) con unas bases mínimas de facilidad en su comunicación con los no-economistas y en particular con las poblaciones objeto de los programas de desarrollo social, las cuales son a menudo subvaloradas por el peso excesivo que se exige para el desarrollo de competencias matemáticas como la modelación.
CIENCIA, ARTE Y RELIGION
El primer argumento que he presentado, alude al papel de la ciencia en cuanto medio para explicar los fenómenos naturales y sociales. Para muchos parece existir una oposición entre la ciencia, el arte y la religión y más aún se tiende a pensar que solamente la primera tiene derecho a reclamar para sí el dominio exclusivo de la verdad. Sin embargo, creo que más que la obtención de la verdad absoluta, la ciencia como tal abre una caja repleta de incertidumbres, las cuales solo pueden resolverse de manera parcial mediante los mecanismos de observación y experimentación. Los datos no hablan por sí solos y en su interpretación se demanda de una mediación y permanente debate que expresa más unas verdades relativas que una de tipo absoluto.
Algunos de los primeros defensores de la ciencia, enfrentaron la institución de la Iglesia, cuya finalidad de control sobre el conocimiento respondía a la necesidad de mantener un status quo, un poder sobre el pueblo que seguía los designios de la fe, cuya esencia se sintetizaba en la Teología, la moral y/ o la política. De manera alternativa, al permitir que cualquier persona razonara o desarrollara las habilidades para hacerlo, se estaba promoviendo en últimas un acto de rebeldía frente al sometimiento de la autoridad. Fue así que alcanzamos la conquista de la libertad intelectual.
Creo que este progreso de la ciencia, ha tendido a generar una subvaloración de la religión y el arte como forma de acceder al conocimiento. Esta subvaloración está latente en la división de la trinidad ciencia-arte-religión. El arte y la religión caen en una bolsa marcada con el nombre de misticismo, de especulaciones sin apoyo empírico y en algunos casos es incluso tildada de simple charlatanería o de un espacio repleto de sentimentalismos muy opuestos a esa supremacía de la razón y el método científico.

Con todo y esta orfandad, el progreso científico va a estar mezclado con la Iglesia, principal detentora de la generación de conocimiento en las colonias. La inserción posterior a los procesos independentistas del siglo XIX en un escenario de comercio internacional, significará entonces que el conocimiento se aplique para la generación de unas condiciones mínimas que hagan funcionar el mercado interior y así iniciar un proceso de acumulación de capital. La búsqueda de la verdad mediante la revelación divina se integró de manera sincrética a la búsqueda del máximo beneficio económico. Hoy por hoy, el discurso ético de la iglesia se limita a invocar una responsabilidad social muy sospechosa por cuanto avala la usura y permite la explotación del ser humano sobre el ser humano a cambio de unas donaciones económicas que la mayoría de las veces sirve como expiación de culpas, tal y como en los siglos pasados el latifundismo se conservaba cuando pasaba de la aristocracia a manos de las ordenes religiosas a cambio de misas y oraciones por el eterno descanso del alma en el más allá.
También existen dudas acerca del papel del arte. En primer lugar, por cuanto estuvo asociado a la iglesia católica durante siglos, con el claro propósito de ayudar en la consolidación de la fe cristiana. No es de extrañar que buena parte de las obras clásicas correspondan a motivos religiosos y que sólo con la modernidad, los artistas hayan intentado dar un paso hacia su libertad y expresar los sentimientos humanos más diversos expresando no sólo los aspectos más crueles sino también los más sublimes. De vuelta a nuestra realidad latinoamericana, ese proceso de emancipación necesario para el desarrollo de una estética propia latinoamericana es poco reconocida por los propios latinoamericanos quienes se quedan perdidos ante la estética del consumo que en un primer momento aboga por la homogenización y luego por la diversidad y así poder mantener sus altas tasas de ganancias. Se suma a ello, el poco peso del arte producido respecto al arte popular y los escasos ejercicios por intercomunicarlos para generar una creatividad mucho más autónoma y propia.

Ante esta posible lectura de relativismo o de sociología de las ciencias, no quiero decir que no existe un elemento estructural, que haga de la ciencia una en cualquier lugar del planeta. Todas las religiones en sí comparten también elementos que las unen a pesar de su aparente imposibilidad de reconciliación. Creo que en el arte es donde mejor se reconoce la unidad en la diversidad y es a partir de la expresión artística que creo es posible pensar en una amalgama entre los inamovible e incuestionable y los elementos propios a cada región, a cada cultura.
ECONOMÍA: ¿CIENCIA O TECNICA?Esta reflexión, es importante en el campo de la ciencia económica: En nuestras universidades, se nos enseña acerca del origen de la disciplina, tenemos grandes iconos como Smith, Ricardo, Marx, Marschall, Shumpeter, etc. El origen de lo económico puede rastrearse en Aristóteles y en la Teología y su evolución posterior en el siglo XVIII con los fisiócratas y la economía política. No obstante, para muchos la consolidación de la economía como ciencia se debe gracias a la escuela marginalista ya que apropian el desarrollo formal-matemático proveniente de la física pero con la intención de usarla para explicar los fenómenos sociales.

Este oscurantismo viene a quedar avalado por las instituciones de ciencia y tecnología que han pasado de una manera brusca a convertir a una sociedad que se estuvo filosofando inapropiadamente a otra que quiere ser técnica sin invertir en la creatividad que se consigue solo con la apertura de la mente y el reconocimiento de otras formas de acceder al conocimiento. Se han adoptado estándares mercantiles para avalar la calidad de la educación superior en Colombia y eso lleva a que los docentes se vean en la obligación de llenar buena parte de sus programas con literatura anglosajona dejando a un lado el debate académico propio de la región que se da en español o portugués. De igual manera la indexación de las revistas académicas premia la cantidad y no la calidad y peor aún al hablar de calidad se cita a la producción europea o norteamericana como si ella no estuviera también viciada de cierto provincialismo.
Creo que es importante abogar por una economía más cualitativa en sus metodologías. No quiero que se me interprete como enemigo de las herramientas cuantitativas, algo muy propio del ethos colombiano (si no esta conmigo está contra mí), sino que por el contrario abogo por la posibilidad de enseñar a los jóvenes de nuestras universidades a realizar estudios integrales donde no sólo la modelización sea importante sino también la capacidad de compresión intersubjetiva que sólo se alcanza con el diálogo, aspecto que está presente en varias metodologías de tipo cualitativo como los grupos focales, las entrevistas a profundidad, etc., y que por pertenecer a otras disciplinas sociales no consideradas muy científicas por muchos economistas tienden a ser rechazadas dentro de los programas curriculares de algunas facultades de economía.
Lastimosamente para algunos docentes, aquellos estudiantes que carecen de habilidades matemáticas no tienen derecho a ser economistas. Me opongo con firmeza a esa sentencia inquisitoria, pues creo en la posibilidad de una renovada economía política, una economía política que tiene que luchar para defender el derecho a la argumentación racional. En segundo lugar, creo que un estudiante debe tener la posibilidad de interactuar con las metodologías y los esquemas teóricos de otras disciplinas, en su transcurrir por la academia, esa combinación puede servir para explotar la creatividad, que haría de las monografías un verdadero instrumento para que el estudiante iniciara una senda de investigación propia.

EL CONTEXTO COLOMBIANO
Para concluir, quiero agregar que estas reflexiones me parecen pertinentes si tenemos en cuenta la cruda realidad de nuestra sociedad colombiana. A partir de los logros alcanzados por la constitución de 1991, buena parte de los procesos de planeación requieren ahora de una participación ciudadana. Una impresión elemental, implicaría que el universo de competencia exclusivamente técnico del planificador debe arreglárselas de cara a una población que no maneja el lenguaje del tecnócrata o frente a unos medios de comunicación que en su afán de rating tergiversan las ideas o propuestas de políticas públicas que en su primer momento responden a un ejercicio científico, para politizar el escenario de lo público que en esencia es un espacio intersubjetivo donde concurre no solo el estado y el mercado, sino la sociedad civil.

Tenemos entonces, que estos grandes tecnócratas manejan un buen dialogo con sus pares, cerrando aún más el carácter autárquico de la producción intelectual, mientras que los excluidos deben conformarse con las pésimas editoriales de periódico o con las especulaciones que surgen en los espacios de participación ciudadana. A pesar de la importancia de debatir sobre la economía y de las diferentes maneras como penetra en la vida común y corriente de todos nosotros, carecemos de la posibilidad de ir más allá. Como recuerda el teólogo Lonergan, buena parte de los cambios de nuestra condición económica operarían si lo económico pudiera llegar a ser un tema de opinión pública, lo cual requiere abandonar ese excesivo uso del lenguaje técnico.
En un país como Colombia, marcado por una pésima distribución del ingreso y por una persistente anulación o invisibilización del otro por su diferencia, el papel de la universidad no se puede quedar en la reproducción de más de lo mismo. Al igual que el irrespeto a los derechos humanos, están vulnerando la libertad de cátedra de manera soterrada, pues si bien se editan y promulgan estatutos y se enarbolan principios de tolerancia, cada vez más se observa la contradicción con respecto a los hechos. La aplicación de pruebas como los ECAES, los procesos de acreditación de los programas de economía o la subvaloración del pensamiento económico colombiano y latinoamericano termina dando paso a un educación que solo pretende imitar ciertos iconos internacionales y uno que otro referente nacional. Tenemos entonces una jerarquía de facultades, donde las más importantes a nivel nacional imitan centros internacionales y las facultades restantes solo imitan a las otras. Esa falta de identidad mina la creatividad y por ende vuelve estéril la producción de conocimiento, dejamos de ser científicos para reducirnos a unos simples técnicos o tecnócratas.

Artículo publicado originalmente en el blog El Campanazo
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