Las noticias en la radio no son nada alentadoras. Los barrios de la capital son cada vez más inseguros, o por lo menos eso dicen los periodistas, pero en realidad, él sabe que siempre ha sido así. Cuantas veces han tenido que lidiar con ellos. Recuerda aquel ladrón atrapado robando un monedero y la golpiza recibida por la gente que quería cobrar justicia por su cuenta. Recuerda también la época en que robaban a los conductores y el negocio de cabinar los carros como protección. Una protección que ha sido denunciada por los pasajeros que quedan en una situación de indefensión cada vez que los malandros deciden atacar. Cuando se estrenaron los motores diesel, la inseguridad llevo a que cada parte de una buseta estuviese contramarcada tal como sucede con los vehículos particulares. Definitivamente, el pasado no ha sido mejor y por eso al escuchar las noticias siente que el tiempo no se ha movido y que esta en un presente infinito, en una ruta circular donde no hay comienzo ni final, solo un transitar eternamente.
Una maldita rutina que se olvida con la cerveza. Eterna compañera que más de una vez dinamitó las peleas con su primera cónyuge. Es la única forma de olvidar esta mierda y de caer en un profundo letargo que se borrara al día siguiente con las necesidades de seguir sosteniendo a una familia que creció en poco tiempo y que no se cansa de pedir dinero, para poder comprar un cuaderno, un lápiz o para poder ir a un internet para conseguir la tarea. Una familia que se ha acostumbrado a dormir hacinada en una pieza, pues los sueños de una vivienda propia, se desvanecieron como el humo de un cigarrillo.
Una varada tras otra y un patrón que sencillamente espera poder chatarrizar el vehículo, pues la modernización del transporte no da espera. Para ese conductor sin embargo, el tiempo se ha quedado congelado, cada vez está más arrinconado, más excluido. Es difícil el cambio, como difícil la pensión. Es una muerte lenta y dolorosa, como un cáncer, porque mientras más buses articulados corren entre estaciones, menos espacio queda para busetas que como esa están desahuciadas, conducidas por hombres que tienen miedo a enfrentar una vida sin sus adoradas máquinas.El viaje está malo, la buseta no se ha llenado y tal parece que hay otro trancón más, otra vez, llegará tarde a la casa, otra vez llegará y verá a sus otros hijos dormir o hacer las tareas que no han hecho en la tarde, si por lo menos estos fueran igual de juiciosos al mayor.



















