Este blog nació en 2007 en un
momento en mi vida en que estaba fascinado por las oportunidades que nos ofrecía
internet. Era una forma muy concreta de hacer una inmersión en un mundo globalizado
gracias a la posibilidad de construir un pequeño espacio en este vasto mar
virtual esperando un intercambio de ideas con aquellas personas que compartían
gustos similares en el campo de la música, de la ideología anarquista o de la
literatura. Mi desencanto con Facebook fue muy precoz y fue así como durante
estos 17 años me dediqué a escribir y publicar en este blog intentando estar
libre de cualquier presión. La moda de los blogs pasó y luego vinieron tiempos
en que los formatos se fueron haciendo más cortos y visuales. Hoy estamos intoxicados
con los videos de tik tok o con breves historias en Instagram y el texto
escrito parece estar también proscrito de las redes virtuales.
Cierro este blog, sin embargo, por
otras razones diferentes al desencanto o la desilusión. Sigo teniendo la
necesidad de escribir y de compartir algunas ideas con amigos y personas
especiales que son muy próximas a mí, así como a aquel lector desprevenido que
pueda terminar llegando por azar a este sitio web. Pienso, no obstante, que he
pensado Desde la Antigua Bacatá como un libro y como tal, se requiere de
un epílogo. Una despedida y una invitación a seguir esta aventura con un nuevo
proyecto El laberinto de mi mundo.
Varias veces pensé que sería
suficiente con cambiar el nombre del blog, pero sería atentar contra la
identidad de un proyecto que quería expresar en ese momento: el de un habitante
de un barrio periférico de una ciudad periférica hablándole a un mundo globalizado.
Entre 2007 y 2024 han pasado muchos eventos en mi entorno y en mi vida. Tuve la
posibilidad de viajar y conocer otras ciudades, otros lugares y de conocer
nuevas personas que me inspiraron también y que están presentes en estos
textos.
Al hacer una retrospectiva tal
vez considere que existan textos mejor logrados que otros, pero debo tener en
cuenta que cada una de las entradas que componen este blog deben ser
comprendidas en el contexto espaciotemporal que les acompañan. Si bien sueño
con convertir este blog en un libro, sé que las ventajas del primero radican
justamente en las oportunidades que tenemos para agregar una parte audiovisual que
difícilmente se logra en un texto escrito en papel.
Invito al lector o lectora a que
sigan los contenidos del nuevo blog. No existen mayores cambios en el espíritu
que anima esta iniciativa. Tener un espacio de conversación con quienes me
conocen. No existe interés de monetizar, de obtener likes o alcanzar una popularidad
a partir de frases negativas o provocadoras. Se trata de seguir creyendo que
internet también es un espacio democrático que nos da la oportunidad de
expresarnos y construir a partir de la diferencia.
El laberinto es un espacio
desconocido que se camina a tientas y en donde es muy difícil encontrar una
salida. Tal vez esa es la actual coyuntura que vivimos como civilización. Sin
el ánimo de ser pretencioso o arrogante reduzco esa inquietud al campo de mi
propia existencia. Cuando estamos atravesados de discursos extremistas, de un
creciente individualismo y de una destrucción del planeta que habitamos creo
que se justifica la duda, la incertidumbre, pero también la esperanza. He
dedicado estos años a la docencia y sigo creyendo en las posibilidades que da
la lectura para desarrollar más la empatía y la solidaridad hacia los otros. Espero
que ese sea el espíritu que nos guíe hacia una salida, así como el hilo de Ariadna
ayudó a Teseo para salir del laberinto del Minotauro.
Este es el link para conocer los nuevos contenidos
Tenía pendiente enlazar esta tercera entrevista realizada para la revista Subakteria. Gracias a Alejandro Acevedo por las invitaciones y la oportunidad de compartir estos contenidos en otros formatos.
He leído en estos meses el libro “Joy
Division. Placeres y desórdenes” el cual reúne una serie de textos escritos
alrededor de este grupo de rock surgido a finales de los años setenta del siglo
XX en la ciudad de Manchester, Inglaterra. Los artículos que componen el libro
exploran diversas facetas como el tema de la muerte, el contexto social y
político que se vivía en el país y en la ciudad y cierra con una serie de
textos escritos por autores que reflexionan sobre la apropiación de este grupo
entre el público español. Un libro interesante porque permite entremezclar la
cultura del rock con la sociología, la psicología, la filosofía y la economía.
Un ejemplo de ello es el texto de Mark Fisher titulado “No más placeres” en
donde su autor inicia señalando que Joy Division refleja el espíritu depresivo
de nuestro tiempo, el presentimiento de un futuro clausurado, las certezas
disueltas dejándonos solamente el resplandor melancólico por delante.
Conocí a Joy Division estando en
la universidad en el año 1996 gracias a un casete que me prestó un amigo con
quien estudiaba la carrera de economía en la Universidad Nacional. Yo venía de
escuchar bandas de punk británico y confieso que durante las primeras veces que
escuché sus canciones me interesé más por aquellas que aún respiraban ese aire.
En aquella época estaba por iniciar mi tránsito a géneros como el New Wave y
realmente me la pasaba escuchando The Cure y en particular sus primeros
trabajos (Three Imaginary Boys, Seventeen Seconds, Faith, Pornography) que
trasmitían un sentimiento de tristeza, de depresión que luego fueron superados
por álbumes más coloridos, más alegres. También era la época de descubrir los
sonidos de Depeche Mode y junto al sonido clásico de bandas como The Clash
constituían mi altar musical.
Joy Division volvió a cobrar
importancia con el lanzamiento en 2007 de la cinta Control dirigida por Anton
Corbijn. Con ella tuve la oportunidad de
conocer más de cerca la trágica historia de Ian Curtis -el vocalista de la
banda- quien terminó suicidándose en 1980 poco antes de iniciar la gira
norteamericana. Con dos discos publicados (Unknown Pleasures y Closer) pasará a
ser una banda de culto mientras el resto de la agrupación conformará New Order.
Luego leí el libro autobiográfico de Bernard Sumner “New Order, Joy Division y
yo” en donde dedicaba una parte para narrar desde su perspectiva aquella época.
El texto escrito por Fisher sitúa
ese espíritu depresivo en la Inglaterra de finales de los años setenta. Cita la
película de Grant Gee (2007) para señalar que Joy Division describe lo que
estaba pasando en Manchester: un sentimiento de pérdida. Una ciudad como esta,
ícono del capitalismo industrial pero que estaba en crisis. Aquella era la
época del ascenso de las políticas neoliberales en el Reino Unido marcando el
fin de una era socialdemócrata, fordista e industrial. Para Fisher dicho
espíritu se materializa en el sonido oscuro de las canciones del grupo
(producidas por Martin Hannet), en el diseño de las portadas de sus discos
(elaboradas por Peter Saville). Así pues, no se trata de un grupo de jóvenes
haciendo música sino de una propuesta artística y conceptual mucho más
elaborada.
Si desde el punk se había gritado
con rebeldía que no existía futuro alguno, se presenciaba con grupos como Joy
Division una constatación de una crisis en el individuo, de la depresión, en suma,
del nexo entre la patología individual y la anomia social. Pero a diferencia
del rock que había sido elaborado hasta ese momento se podía identificar en
este grupo un escenario negativo que parecía no estar sustentado en razón
alguna. Fisher explica que, en el rock, por ejemplo, el azul (la tristeza) es
típico de las interpretaciones de géneros como el blues, pero Joy Division
significa el paso a lo negro (a la depresión). Quizá aquí está una de las ideas
clave que destaco de su texto porque aborda el tema de la depresión y desde su
interpretación acerca a este grupo y sus expresiones artísticas con posturas
filosóficas de pensadores como Arthur Shopenhauer. A diferencia entonces del
rock clásico que apuesta por la tristeza y la frustración se ha llegado con Joy
Division a una situación vacía de ilusiones, el “debo continuar” que según
Fisher “no es experimentado por el depresivo como redención positiva, sino como
el horror definitivo” (p. 49).
Siguiendo con sus referencias a
los estados depresivos se nos menciona que en las letras de Joy Division se
esconde una situación aún más desesperanzadora porque se devela la inutilidad
de las estrategias que se tratan de emplear para superar ese estado. Se trata
de esa fijación en el ahora con la idea de que eso nos dará satisfacción allí
donde todos los objetos anteriores nos fallaron. Podemos fijarnos diferentes
metas, pero una vez alcanzados, una vez satisfechos los mayores deseos solo queda
un hueco. Se trata de viles trucos para seguir adelante. No existe consuelo
alguno frente a esa situación. Hay una pulsión de muerte que se entrelaza
particularmente con la figura del suicidio en el mundo del rock.
El análisis que hace Mark Fisher
de una agrupación como Joy Division y ese espíritu depresivo de nuestro mundo
me llevó a conocer un poco más de sus textos. Mientras en “No más placeres” nos
acerca desde esa experiencia artística y del mundo psicológico y filosófico
existe otro abordaje que nos permite pensar nuestros tiempos desde una
dimensión económica.
En el texto titulado “Como
matar un zombi: estrategias para terminar con el neoliberalismo” Fisher nos
describe el concepto de realismo capitalista. Se trata de una creencia de que
no hay alternativa al capitalismo, pero se trata de una creencia incrustada actualmente
en los comportamientos y expectativas más banales. Se trata de un discurso que
entonces señala que el neoliberalismo es inevitable. Volviendo a los años
setenta se menciona que en dicho periodo la izquierda europea perdió la
oportunidad de capturar los deseos de libertad y autonomía dejando la
oportunidad para que la derecha integrara grupos heterogéneos en torno a un
proyecto común.
El realismo capitalista es
entonces esa situación en donde frente a la ausencia de alternativas se acepta
ese estado de cosas, aunque no se esté de acuerdo con ellas. Se ha vendido la
idea que el neoliberalismo es el único modo realista de gobierno. Vivimos en un
mundo gobernado según la lógica de los negocios pero que entraña una serie de
engaños bajo un discurso que enaltece el libre mercado y la competencia: si
bien se habla de acabar con el Estado ocurre en realidad que se apropia para
favorecer el interés de determinados grupos de poder (especialmente asociados
al capitalismo financiero), en segundo lugar habla de acabar con los aparatos
burocráticos pero impone en su reemplazo otros sistemas que traen la novedad de
la autovigilancia y en tercer lugar, aplica el discurso del libre mercado para
las pequeñas empresas y la población en general pero tiende a la proliferación
de monopolios y oligopolios.
Ese espíritu de competencia se ha
incrustado en la sociedad promovida por esos mecanismos de control estatal que
reemplazaron los antiguos mecanismos de regulación. Pero el mayor de los
objetivos que pretende alcanzar el neoliberalismo es, según Fisher, el de
imponer determinado modelo de individualismo, uno en donde según sus palabras, los
trabajadores son vigilados constantemente por miedo a que puedan recaer en la
colectividad. No es gratuito entonces ese sentimiento de ansiedad, madre de
muchas de las enfermedades mentales que se viven en la actualidad, pero según
Fisher es el objetivo perseguido intencionalmente por los sistemas de control que
se disfrazan de estar buscando solamente el aumento de la eficiencia de los
trabajadores.
Se conectan así las dimensiones
individuales y sociales para entender la crisis que vivimos como seres humanos,
pero también como sociedad. Seres huecos caminando hacia su propia
autodestrucción por un lado y del otro un presentismo que se llena a punta de
consumismo. Un vive el momento consumiendo.A pesar del surgimiento de los movimientos que reivindican luchas
históricas sobre la identidad se ha perdido el referente de clase, la
consciencia de clase. Ese es un fracaso de las izquierdas, por lo menos, en el
caso europeo, que Fisher destaca y que le dan la base para discutir y criticar
los movimientos neoanarquistas que les apuestan a estructuras horizontales que
son poco eficaces a la hora de construir nuevos relatos alternativos. Lejos de
ser un oponente les califica como resultado justamente de ese realismo
capitalista. Se asiste en la actualidad a excitantes estallidos de militancia
(usando una expresión de Bifo Berardi) que se desvanecen tan rápido como han
surgido y sin generar un cambio sostenido.
El rompimiento de las narrativas
ideológicas se consigue para Fisher no en términos de una acción directa sino
en aquella indirecta por medio de la cual se toman los espacios legislativos,
así como los medios de comunicación dominantes, sin embargo, los movimientos
neoanarquistas se han concentrado en la primera de ellas dejando el campo libre
a los discursos neoliberales que extienden su poder e influencia. Tratando de
ser más propositivo se nos invita a ir más allá de un binarismo estéril que
contrapone esas formas horizontalistas con otras clásicas bastante
jerarquizadas. Al caer en la duda, la incertidumbre y el escepticismo se ha
cometido desde lo político un error porque la izquierda post 68 en Europa tiene
miedo a “imponer” un programa, duda de sí misma y en ese sentido pierde frente
a la derecha. Existe, sin embargo, una tarea pendiente que se refiere a la
construcción de un nuevo tipo de solidaridad. Frente a la apuesta por ese
individualismo mercantilizado se debe avanzar en un proceso que logre juntar
diversos grupos, recursos y deseos, pero ya no en torno a una unidad global o
bajo un control centralizado. En el campo de los deseos significa entender que
estos son construidos y que frente a la tarea lograda por los publicistas y desde
el marketing también es posible un modelo de deseo alternativo.
Vivimos en un mundo cada vez más
globalizado y aunque se denuncia con recurrencia los peligros de una
homogenización cultural también hemos podido tener la posibilidad de
intercambiar manifestaciones que a pesar de nacer en un contexto específico son
re-interpretadas, enriquecidas. Como muchos otros de mi generación también viví
una época en que el punk se convirtió en mi principal referente, pero mi vida
transcurría en un país latinoamericano, en la periferia de la periferia, en un
barrio informal de Bogotá y por cuestiones de azar llegué a conocer estas
manifestaciones artísticas. Imagino que especialistas en estos temas ya habrán
tratado de analizar las re-apropiaciones que hemos hecho y que han quedado
materializadas en la música, el cine o la literatura.
Los textos de Fisher que he
citado en este escrito nos permiten conectar la esfera del individuo con la
esfera social. Cuando vemos el incremento en el suicidio especialmente entre
los jóvenes y adolescentes[1]
cabe preguntarnos hasta donde se trata de un problema que se explica desde
posturas que restringen sus explicaciones a la dimensión individual sea bajo el
discurso biologicista que le asocia a la herencia genética y/o del otro lado a
un problema que tiene que ver con instituciones como la familia. Vivimos en un
mundo globalizado y neoliberal que ha ido influyendo en nuestro cotidiano y
alimentado nuestras crisis existenciales a la vez que nos invita a olvidarlas
(temporalmente) en el consumo desmedido.
En un programa de radio que
hicimos con algunos estudiantes de Sociología en torno al tema de la salud
mental habíamos mencionado la importancia de esquemas alternativos a la
medicalización de los jóvenes. Se había mencionado la existencia de modelos de
salud mental comunitaria y de la necesidad de empezar a explorar esas
alternativas frente a la crisis que vivimos en el ámbito universitario. Creo
que las lecturas de los textos aquí reseñados van en la misma dirección cuando
nos señalan la necesidad de un nuevo tipo de solidaridad. Frente a esa crisis
del individuo en el capitalismo que actualmente vivimos y las tendencias a caer
en la depresión y en el peor de los casos en el suicidio debemos retomar la
tarea de reforzamiento y/o reconstrucción del tejido social, así como de una
recualificación de las interacciones sociales que tenemos día a día y ese reto
marca efectivamente una agenda política que tal vez estamos pasando por alto en
nuestra sociedad. Es un reto más que justifica un abordaje interdisciplinario,
pero en particular económico y sociológico.
REFERENCIAS
Fisher,
M (2018) No más placeres En: F. Fernández (coordinadora) Joy Division.
Placeres y desórdenes (pp. 37-53) Errata Naturae.
DANE
(2021) Caracterización territorial y sociodemográfica de los homicidios y
suicidios en Colombia. En: Informes de Estadística Sociodemográfica Aplicada
(1)
[1]
Según un boletín producido por el Departamento Nacional de Estadística DANE la
tasa de suicidio en Colombia pasó de 4,8 a 5,9 casos por cada 100.000
habitantes entre 2010 y 2019. La tasa de suicidio es mayor entre la población
masculina: en 2019 específicamente la tasa masculina era 9,7 y la tasa femenina
de 2,3 casos por cada 100.000 habitantes.