sábado, 17 de enero de 2009

EN LA GUERRA NUNCA HAY GANADORES.

El mundo que muchos de nosotros hemos conocido desde niños se ha caracterizado por estar permanentemente atravesado por guerras de todos los tipos y grados de crueldad, similares o peor de crueles a aquellas que nos han contado los historiadores y que sucedieron en otros periodos de nuestra “civilización”.


La transición del siglo XX al XXI, está demostrando una vez más, que la especie humana no ha logrado evolucionar pues su conciencia sigue atascada en el culto al ego y los profundos extremismos de tipo religioso, nacionalista, ideológico, buscando la satisfacción material creyendo que eso es suficiente para alcanzar la libertad o la felicidad.

En la guerra nunca hay ganadores. Todos perdemos, los muertos y desplazados tienen en común el hecho de ser hermanos, de hacer parte de una sociedad planetaria, que ha sido divida por la imaginación del hombre en fronteras, en países y banderas multicolores, que son invisibles en realidad cuando caminamos por las montañas y valles de este mundo que llamamos Tierra.

Al igual que sucede con la guerra civil que existe en Colombia, los fanatismos de derecha e izquierda, abogan por más violencia, por la exterminación del otro, que no tiene derecho a vivir en la misma tierra. Por eso, no estoy a favor de Israel, pero tampoco de Palestina, no estoy a favor de un gobierno autoritario como el que vive Colombia pero tampoco apoyo el gobierno de Venezuela porque es igual de prepotente y cargado de mesianismo. La intolerancia es la misma a pesar de tener ideologías diferentes.
Por eso tampoco estoy a favor de la guerrilla, ni de los paramilitares porque no creo que el uso de las armas resolverá nuestros problemas, por eso estoy en contra también del servicio militar obligatorio, en suma se podría decir que soy un pacifista, pero lejos de atribuirme la causa libertaria de los demás, intento de manera más humilde hacer la transformación interna, la de reflexionar acerca de mí y de lo que pienso frente a este mundo que nos rodea.

Por eso, en estos momentos en que muchos amigos se pronuncian a favor de los palestinos, me preguntó si es realmente justo denunciar esta barbarie por una pobre asociación de los judíos con el fascismo o si realmente sería igual de condenable las muertes provocadas por tanto fundamentalista árabe. Es igual de irónico que una nación víctima del holocausto en la segunda guerra, ejerza tal grado de crueldad para justificar lo que aún no pueden justificar con la razón: la invasión y posesión de una tierra cuyo único titulo de propiedad aparece en un libro de metáforas como es la Biblia.

Hay quienes dicen que la guerra, “afortunadamente” existe y que es connatural a nosotros, que ante la ausencia de una especie que cumpla la función de control demográfico, esta nos permite mantener a raya el desbordante crecimiento demográfico que ya habría hecho colapsar el planeta. Me resisto a creer en ello, pues no creo que una especie tan evolucionada como la humana tenga que recurrir a estas estrategias para no sobre-poblar el mundo. ¿De que sirve tener hijos que serán el día de mañana carne de cañón?

En estos tiempos, en los cuales florece el odio y cosechamos la muerte, me pregunto si vale la pena morir por fanatismos estúpidos o si en realidad lo único que vale la pena, es defender la vida. Por eso, no apoyo las guerras ni siquiera cuando su motivo es supuestamente la liberación de los oprimidos o la lucha contra los sistemas injustos de redistribución de la riqueza. Soy anarquista de corazón y es el amor por la vida lo que me hace buscar mi libertad, he perdido la capacidad de juzgar a los demás y por ende he perdido la facultad para posicionarme y tomar postura por algún bando en esta guerra.


Alimento mi utopía, creyendo que tendremos la posibilidad de ser felices algún día. Que dejaran de existir guerras como la que atormenta a Gaza, a Colombia, a Afganistán y tantos otros lugares del mundo. Todo se encuentra en nuestras mentes, que se resisten a evolucionar a dejar de ser tan materialistas o tan idealistas, es por eso que existen las guerras. ¿Cuánta sangre seguirá corriendo por la búsqueda de la supuesta “libertad”?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Coincido indiscutiblemente, la guerra no puede justificarse bajo ninguna circunstancia, no solo pierden los pueblos en disputa, sino la humanidad por el irreparable daño ambiental y anímico mundial que esta genera, claro que los niños son los más afectados por disputas que ni entienden y dañan permanentemente su entorno. Gracias por tu blog