miércoles, 18 de noviembre de 2009

DE REPUBLICAS INDEPENDIENTES Y OTRAS FICCIONES SOCIALES.

El próximo año, estará lleno de eventos conmemorativos a propósito de aquel mes de Julio de 1810 en el cual, según la historia oficial, alcanzamos la independencia del yugo español. En estos dos siglos, sin embargo, hemos padecido de grandes desgracias que encadenan nuestros corazones y espíritus al yugo de la pobreza y la miseria, al yugo de la xenofobia, de los extremismos, todo bajo un velo de aparente madurez social y política, todo bajo la máscara de repúblicas independientes.

Me pregunto entonces ¿Qué estamos celebrando? ¿Qué se entiende por independencia? Tenemos dos fechas de nacimiento, una en 1810 y la otra en 1819. Una aparentemente pacífica y la otra completamente sanguinaria. Y en medio de estas fechas un periodo llamado La Patria Boba. Un periodo en el cual, el sueño de libertad se deshizo en manos de los intereses de centralistas y federalistas y que permitió en últimas la reconquista española y las atrocidades cometidas por Pablo Morillo. En suma, nos había quedado grande la independencia.

Después de la batalla de Boyacá, nuestra naciente república vivió más periodos de confusión. El siglo XIX fue escenario de numerosos enfrentamientos y como sabemos también por esos libros de historia, entramos al siglo XX en medio de la Guerra de los Mil Días. Pasábamos de ser una colonia a ser un ficha más en el comercio internacional, exportando nuestros recursos naturales sin siquiera tener un mercado interno unificado. La riqueza que dejaba ese comercio iba a parar en el consumo lujoso de las elites regionales.

Y así ha transcurrido el siglo XX, en permanente conflicto, nos hemos asesinado entre hermanos. ¿Para que la independencia? Para destrozarnos como bárbaros, sin ningún respeto por la ley, por los principios de libertad, igualdad o fraternidad. Sin la más mínima autonomía para sobreponer al interés particular el interés colectivo. Sin la más mínima reflexión de si nuestros intereses colectivos coinciden o no con los de las naciones europeas. ¿Qué vamos a celebrar entonces si seguimos aún siendo esclavos?

Tres repúblicas hermanas como Colombia, Venezuela y Ecuador, están actualmente gobernadas por personas que carecen del más mínimo sentido de unidad latinoamericana, pues hacen gala de una intolerancia que solo se puede justificar a la luz de sus deseos de autoproclamarse como salvadores. Así ha sido nuestra historia, llena de imágenes que adorar, no solo las religiosas sino también las de estadistas que poco o nada han hecho por nuestra verdadera independencia. Tres gobiernos, que en un escenario como el actual, le apuestan a la competencia y no a la solidaridad, le apuestan a lastimar las relaciones comerciales, en vez de unificar mercados, le apuestan a los conflictos verbales en vez de bajar el tono y sentarse a dialogar, a escuchar. Tres gobiernos que apelan a sus pueblos para justificar sus excesos de autoridad alegándose el derecho de atropellar los derechos humanos por obtener una seguridad que sólo siembra miedo. En nuestras tres naciones hay grandes contingentes de personas en la pobreza y la miseria, esa semejanza ya nos permitiría fijar como meta común la justicia social y la dignificación de la vida humana y ello se lograría sin necesidad de una sola bala, sin necesidad de insultar al hermano y mucho menos de eliminarlo físicamente.

Después de estos 200 años de vida republicana, seguimos siendo esclavos pues somos incapaces de gobernarnos a nosotros mismos. Somos incapaces de formar un bloque regional, de proteger a nuestros campesinos, de proteger a nuestras comunidades indígenas, somos incapaces de velar por nuestra riqueza cultural y ambiental, somos incapaces de reconocernos como latinoamericanos. Hay corrupción e impunidad y sin embargo hay fe, en el señor y en la salvación de las almas el día del juicio final. Debemos reconocer que hay muchos intelectuales pensando América Latina, pero sus voces no son atractivas a los medios de comunicación, porque no representan los intereses de los grandes grupos económicos que todo lo quieren comprar, incluso las conciencias.

¿Qué vamos a celebrar entonces? Nada, absolutamente nada. Estas serán unas fiestas que serán muy propicias para seguir inflando el patriotismo de una nación que no tiene identidad. Esa deficiencia elemental es tan estratégica para los gobiernos de turno, porque permite seguir justificando la perpetuidad en el poder de Chávez, pero también de Uribe. Ellos solo representan los intereses de determinados grupos, a quienes les conviene que sigan allí mientras siguen saqueando los cuernos de la abundancia que existen en estas tierras tropicales y andinas. Seguimos siendo colonias a la merced de los virreyes que gobiernan para favorecer los intereses de ese imperio que se llama capitalismo, que se llama socialismo, que en suma solo se llama egoísmo, tiranía, muerte, intolerancia, exterminio, prepotencia. La horrible noche aún no ha cesado.

Son 200 años extraviados, perdidos en el camino: Nuestros gobernantes se sienten más europeos o norteamericanos que latinoamericanos. ¿Cuál independencia entonces? ¿Aquella que proclama un anti-europeísmo o una alianza contra el imperialismo yanqui? No, creo que el problema estriba en que debemos cambiar de actitud y relacionarnos con más personalidad, pero solo la alcanzaremos si reconocemos que somos híbridos, que nuestra piel es morena y de otros colores, que nuestra riqueza nos permite pensar en que podemos proponerle al mundo otra forma de vivir bien, que así como es buena la cultura europea, existe una cultura latinoamericana que es tan rica y heterogénea como su composición racial. Si se trata de una apuesta por la solidaridad y el respeto a la diversidad ¿quién sino América Latina para dirigir ese cambio de mentalidad?

Lastimosamente, esa apuesta de elevación de nuestro nivel de conciencia, es vista aún como una empresa quijotesca. Ahora que estamos ad portas de campañas que aboguen por nuestra identidad o por los balances de nuestros dos siglos de rebeldes sin causa en el concierto mundial, podemos pensar que sobraran los discursos, las ceremonias, las reivindicaciones y los premios a aquello que simbolice nuestra identidad y nuestro proyecto nacional. Que bueno sería reivindicar a aquellos indios, indias, negros y negras, mestizos y mestizas y todos los demás campesinos que sin ser parte de esa elite criolla terminaron ofreciendo su sangre, así como hoy por hoy son los jóvenes campesinos y urbanos los que mueren en la guerra a nombre de los intereses de narcotraficantes, generales y políticos corruptos. Ellos si que han tenido que pagar un precio alto por la independencia y a cambio se les ha denominado masas marginales, informales, clandestinos, guaches, guarichas, populacho, ilegales, insurgentes, indios, etc. Apelativos que les niegan ese heroísmo y los sumergen en el baúl de la historia oficial que se contenta con señalar solo los nombres de personas que pertenecían a cierta rosca ilustrada.

Un proyecto de republica independiente que dice basarse en los principios de igualdad en los hombres, pero que construye su riqueza a partir de la explotación del hombre hacia el hombre y hacia el ambiente que le rodea. Un sin sentido de proyecto social, una ficción que 200 años después sigue maquillándose y ocultándose, a través de unos medios de comunicación que trivializan la compleja realidad política a un espectáculo o reality que explota nuestros regionalismos y la cultura de la trampa a través de sus novelas. Una campaña para dividirnos, para fragmentarnos para idiotizarnos hasta el punto de perder una visión general de lo que pasa en el país y de la pérdida de la poca institucionalidad que teníamos para regresar a un régimen del terror.

Nos han engañado, no nos hemos liberado de nada ni de nadie. Somos igual o más esclavos que antes. Ahora se habla de pensamiento bolivariano, pero en realidad es un sofisma para más de lo mismo, igual sucede con la seguridad democrática y puede suceder con visiones bizarras de indigenismos. Apelar a lo indígena o lo mestizo para justificar la misma dictadura que se quiere abolir es un error imperdonable en la historia. Por esas razones, creo que más que celebrar nuestra independencia debemos reflexionar acerca de cuanto aun hace falta para realmente ser independientes.

En primer lugar garantizar nuestra soberanía alimentaria en vez de hacernos más dependientes del comercio exterior, de productos manipulados genéticamente o subsidiados por naciones que se autodenominan más desarrolladas que nosotras. Un segundo reto es el ser independientes de las influencias nefastas que conllevan los organismos internacionales quienes dicen asesorarnos pero terminan condicionando sus prestamos a sus exigencias. Por último, se trata de independizarnos de aquella ciencia que se produce para resolver los problemas de todos los inversionistas y banqueros pero no de los sectores que más requieren de nuestro apoyo y que de por sí ya justifican nuestra labor como académicos.

Esta independencia no significa autismo, pues en ningún momento pretende que nuestro continente se aísle, simplemente es un cambio de actitud, una muestra de madurez social que se refleja en el sentido de que somos capaces de tomar nuestras propias decisiones y ahí sí que es importante la unión de los pueblos latinoamericanos para que sea un punto de vista de bloque y no de países sueltos. Saber en que momento se necesita el capitalismo y en que ocasiones no, en que momento debemos invertir en igualar las condiciones de vida de nuestras sociedades y cuando debemos ahorrar para invertir y mejorar las formas de producción y liberar más tiempo para la cultura, para la reflexión sobre nosotros mismos, para la autocrítica.


¿Cuál es la estrategia? ¿Podemos realmente alcanzar esa unidad latinoamericana, sin más guerra, sin más explotación despiadada de nuestras riquezas, incluyendo a las personas que habitan nuestro continente? ¿Podremos algún día, dejar atrás esa necesidad de seguir a los europeos o norteamericanos y construir nuestra propia agenda internacional. Establecer nuestro camino, independiente del aval internacional?

Yo creo que sí, tengo fe en que lo podemos hacer, podemos empezar a mirarnos los unos a los otros y darnos cuenta que nuestra piel es muy bella, que es tostada y que nuestros rostros son hermosos reflejando esa doble condición de indígena y europeo, de afrodescendiente y de polinesio. Dejar la vergüenza y superar nuestros miedos de no ser aceptados. Como se darán cuenta esta situación es individual y trasciende a lo social, por eso, en la medida en que cada uno de nosotros empiece a cambiar, a reconocerse como lo que es y no como lo que quisiera ser y no es, podremos ver cambios en lo social, es entonces un proyecto común, que comienza obviamente en la escuela. Contar la otra historia. Que mejor oportunidad que este bicentenario para empezar a cambiar y reconocer que todos nosotros somos próceres de la independencia en la medida en que convirtamos esa defensa por la libertad en una defensa de los derechos humanos y nos demos cuenta que la independencia de nuestra Latinoamérica es una empresa que apenas comienza y no una referencia anquilosada y tergiversada guardada en los libros de texto de las escuelas.

Referencias imágenes:
Mapa: Biblioteca Luís Ángel Arango. www.lablaa.org
Caño Cristales-Colombia: Blog Tejiendo el mundo
Volcán Cotopaxi-Ecuador: Blog Climbing Ecuador
Salto del Angel-Venezuela: Blog Venezuela La Tuya

sábado, 11 de abril de 2009

ES UN EXTRAÑO DIA PARA DEJAR DE SER

I

Es una extraña sensación. Siento una necesidad imprescindible de huir de este lugar. De abandonar este cuarto, de huir de mis miedos. Son las 5:30 de la mañana de este sábado y las exigencias de un cuerpo sin nicotina, enferman mi mente que se resiste a dejar de contaminarse. Sencillamente, no aguanto más. Me levanto, tomo una chaqueta y salgo a la calle.

Mi primera sensación es la vergüenza. Este frío aire que me corta el aliento, calles sucias, donde se observan los restos de botellas estrelladas contra el piso y donde desfilan zombies, con la cabeza gacha, con un profundo sueño que les impide sentir ese frío del amanecer allá tirados sobre la banqueta del parque. Decido continuar caminando por las calles del barrio y ante la imposibilidad de hacerlo, decido alejarme, ir a otro barrio, a otro lugar, donde nadie me identifique.


Cruzo aquel caño, en donde varios perros persiguen a una perra en celo. El agua es negra y me recuerda los baños de nuestras casas y nuestra tendencia a querer bajar la mierda con agua limpia, para contaminarla y vertirla al caño, del cual luego nos quejaremos por su olor, que en últimas es nuestro olor. Claro, este mundo es una mierda, de la cual solo somos un componente más. Pero nos negamos a aceptar esa humilde posición en el concierto universal.

He logrado llegar a la Alameda. A esta hora, solo andan los rusos en bicicleta, algunos fumándose un bareto, otros su clásico cigarrillo, mientras que yo, intento salir a trotar para dejarlo. Claro, algunos residentes del sector aprovechan esta mañana para salir a trotar o caminar con sus hijos. Otros sacan sus perros, para que se caguen en el prado que no es de nadie, otros salen a robarse la tierra de las plantas que se sembraron y otros más han dejado decapitados los postes de la luz. En últimas, al llegar a la alameda debo reconocer que lejos de ser atractiva, es un espacio público abandonado, el cual se convertirá en escenario de mi -tan pretendida- rehabilitación personal.

Es tal el grado en que nos transformamos, que siento vergüenza al hacer ejercicio. Decido no ver a quienes están a mi lado, solo correr y correr, intentando sacar la nicotina que está en mi cuerpo, dejar de oler a quemado y poder de vez en cuando respirar el aire que esta ciudad contaminada me ofrece diariamente. En realidad, siempre odié salir a correr. En el colegio, llegaba a un punto en el cual, sentía nauseas y deseos de vomitar. No lo soportaba. Con mi entrada al anarquismo, a la rebeldía adolescente y a mi búsqueda de identidad, tanto el punk como el cigarrillo se hicieron mis aliados infalibles y aquellos días de ejercicio físico se esfumaron dando paso a las borracheras universitarias, al consumo social de las drogas legales e ilegales. Sin embargo, al igual que cuando trotaba, en estas fiestas siempre terminaba en el baño… vomitando.

Ahora que estoy ahí trotando, me detengo a observar el mundo que me rodea. Me doy cuenta de que existe el verde en esta ciudad. De que aún hay enormes terrenos en donde viven algunos campesinos urbanos, que ordeñan algunas vacas y salen a vender leche en cantina a los residentes de estos proyectos de vivienda de interés dizque social. Me doy cuenta de un ave, que flota en el cielo, apenas si mueve sus alas, pues esta buscando ratas en los vallados, de las cuales se alimentará, mientras el hombre se lo permita. Me doy cuenta también de que existe un humedal que reclama su lugar en la tierra y que en cada época de lluvias, se desborda para inundar esta alameda por la cual decido correr.

II

Es domingo. Ha pasado cerca de un año y mi tentativa de abandonar el cigarrillo ha fracasado. Observo como los cristianos asisten a misa de siete, veo a los evangélicos en sus caminatas de predicación en el barrio que sigue hundido en la basura que se tira diariamente y tapa las alcantarillas, aquellas que fueron construidas irónicamente para evitar que volviera a darse aquella inundación del 79.

Me pongo a pensar en las actividades programadas en el periódico del barrio. Es muy difícil evitar no fumar en las tertulias, cuando la sala se llena de tanto humo, cuando hay una copa de vino o un libro de versos para compartir con los amigos y amigas que se rebelan contra un estilo de vida sumiso y mediocre. Es muy difícil dejar de fumar cuando existe un dejo de intelectualidad en lo que dices, si lo dices con tu voz cortada por la exhalación del humo.

La alameda aún sigue ahí y me he convertido en uno más, de quienes la transitan semanalmente. Se ha convertido en un espacio de soledad, tan anhelado para huir de la realidad sin la necesidad de drogarse. Sin embargo, hoy hay mucha gente, son chismosos observando a un muerto que está tendido sobre los adoquines. La cinta lo rodea y veo a lo lejos la motocicleta en el piso. Me pregunto si debo hablar de ello en el periódico y decido dejar en paz a este muerto. Suficiente despliegue le hará la prensa amarillista. Es más, imaginó el titular, que nos estigmatizará aún más como un barrio donde todos los males de la humanidad se juntan. Donde lo mejor sería una bomba nuclear.

El sol brilla en el cielo, un cielo que en épocas secas, deja ese bronceado que llamamos sabanero o que al igual que muchas campesinas boyacenses, se caracteriza por unos cachetes colorados sobresaliendo en esta piel blancuzca de enfermo. Es bajo este cielo brillante que me decía que no fumaría. Solo lo haría cuando lloviera, cuando fuese de noche o cuando hiciera frío. Me parecía más romántico, más excitante e incluso más provocador si estaba acompañado por alguna canción depresiva cantada por The Cure.

En fin, sigo pensando mientras siento el sudor que recorre mi rostro. Para muchos, es poco estética esta imagen, les agrada pensar en como impresionar o conocer mujeres con cuerpo de modelo, con ropas pegadas a la piel, con unas gafas oscuras de moda, con aquellas medias tobilleras blancas y zapatillas de marca, mientras que yo, apenas dispongo de una vieja chaqueta raída y de mis viejos tenis de tela que han comenzado a sufrir de fisuras en el talón y que hacen que mis pies se mojen cuando debo pasar cerca del humedal. Ni siquiera uso bloqueador y por eso cada vez mi piel es más oscura, no por los tratamientos en cámaras privadas de algún spa sino por la radiación solar de este mundo que se des-ozoniza.

Recuerdo que deseaba mucho poder ver siempre aquellos verdes campos, pero a la vez era consciente que tarde o temprano serían urbanizados. Solo era cuestión de ver una malla verde rodear algún terreno para entender que allí se localizarían nuevos hogares, familias que en su deseo de ser propietarias, adquirían una deuda a 16 años. Casas que en suma, eran habitadas por personas indiferentes al pasado, que desconocían a Sie, nuestra diosa del agua. Que nunca habían escuchado a las ranitas sabaneras cantar, que tampoco entendían que esa agua que decían era sucia, constituía un humedal. Personas que en últimas, hubiesen deseado que secaran ese pantano porque olía muy mal, porque se habían convertido en refugio de habitantes de la calle o porque para seguir haciéndonos mala fama, eran lugares en donde se cometían atroces delitos, inflado aún más los mitos de nuestra desgraciada humanidad.

Llegué al parque, un parque abandonado, cuyas canchas habían sido desvalijadas hace mucho tiempo, cuyo piso se había fracturado. Como tradicionalmente había hecho, me dedique a hacer algunos ejercicios de estiramiento y decidí acostarme. Ya no existía una segunda oportunidad, todo había fracasado, ella estaría ahora en otro espacio y en otro tiempo y yo tendría que pensar en mi futuro. Tal vez tenía razón, tenía que dejar el cigarrillo, pero me parecía una tontería dejarlo por una mujer y tenía razón, debía dejarlo pero por amor propio.

III

Es domingo otra vez. Ha pasado mucho tiempo, mi tío murió y me prometí a mí mismo cuidarme y evitar morir de la manera en que él lo hizo. He aprendido a valorar la vida y con cada día que pasa, siento que se hace más difícil volver a fumar. Tal vez, muchos me critiquen, tal vez muchos piensan que tarde o temprano volveré a este vicio, tal vez yo también lo crea, pero ya llevo más de tres años así y me doy cuenta de que independiente de las recetas, lo único que se necesita es querer dejarlo.

Me he transformado, con cada pequeña decisión que tomo, elijo el camino que voy haciendo. Me he dado cuenta de que un verdadero anarquista, debe cuidar su mente, pero también su cuerpo y que si se trata de liberarnos, que mejor que hacerlo respecto de estos vicios que son el cigarrillo, las drogas o el alcohol. Pueden existir otros anarquistas que piensen lo contrario, pero yo, me doy cuenta cuando los veo, de que están atados y peor aún que se están matando cuando se trata de apostarle a la vida.

Como anarquista, he re-descubierto la vitalidad en la naturaleza que nos rodea. He aprendido que este territorio llamado Techotiva, era una laguna grande y que si hoy en día sufrimos por las inundaciones, es porque hemos ofendido a Sie con nuestra pretendida noción de desarrollo. Ella, vuelve de vez en cuando a recordarnos, que el agua es principio de creación y que todo acto creativo esta asociado a uno destructivo.

¿Y del humedal qué? Fue la pinta que dibujaron, en la malla verde desplegada un día sobre el terreno donde se escuchaba cantar a las ranas. Alguien dijo que no era un espejo de agua y por esa razón, vinieron y lo resecaron. En ese momento, pensé decididamente en apostarle a su salvación, pensaba en un titular para el periódico, en la posibilidad de denunciarlo en los medios masivos, pero como conocedor de estas cosas urbanísticas, me daba cuenta que si contaba con aprobación de curaduría urbana, sería muy difícil salvarlo.

De mis visitas a la curaduría urbana, a la empresa de acueducto y alcantarillado y a organizaciones ambientales de la localidad, pase de ese entusiasmo febril a una desoladora tristeza frente a nuestra humanidad. Los errores que cometemos intencionadamente los pagaran nuestros hijos. Preferimos dejarles en herencia un apartamento que puede ser destruido por un sismo en solo segundos, en vez de un humedal que puede salvarnos por una eternidad. No sobra decir que un personaje como yo, tenía muy pocas oportunidades, frente a los poderes inmobiliarios que ya estaban ofreciendo en venta, los apartamentos de un conjunto que en la maqueta reducía el humedal a una zona pintada con otro color.

IV

Pensé en escribir este cuento que no tiene nada de ficción, hace mucho tiempo. A pesar del titular y de la nota redactada con una investigación objetiva en el periódico, aquella parte del humedal desapareció. En la actualidad, se erigen varios proyectos de apartamentos allí y el agua sigue escurriendo de vez en cuando sobre la alameda. En estas épocas de invierno, el humedal que queda, recibe la carga de lluvias, que van a parar a un caño que construyó la Empresa de Acueducto y Alcantarillado en asocio con los constructores. Algunos residentes del sector, están pidiendo que tapen el caño. Al parecer nadie quiere saber del agua que huele mal y que solo atrae habitantes de calle o más basura al sector.


El agua sin embargo, lucha para no ser invisibilizada. Ya se ha tomado otro terreno aledaño a un parqueadero de camiones que hay cerca del humedal. Pero más fuerte aún, es su respuesta cuando en épocas de lluvias se desborda a través de ríos como el Fucha el Tunjuelo o el mismo río Bogotá. Este territorio ha sido anfibio siempre y reclama ser reconocido como tal, pero nuestra “inteligencia” cartesiana, nos impide tal mestizaje.

El daño es irreparable, porque ya existen las torres de apartamentos, porque ahora son muchos más los vehículos que transitan y colapsan la avenida Ciudad de Cali al suroccidente de Bogotá y no es muy prometedor el futuro inmediato cuando aún queda espacio por urbanizar. Cuando salgo a trotar, observo las pancartas de nuevos proyectos de vivienda, observo como la gente produce más basura y de cómo no sabemos reciclar. Cómo a pesar de todo, carecemos de conciencia ecológica y de cómo, el cambio no es cuestión de recetas sino que, lo único que se necesita es querer cambiar.

No he vuelto a fumar. En mi caso, también pueden existir daños irreparables a mi salud. Sé que tarde o temprano moriré, fume o no. Sé que a pesar de las luchas frontales a los narcoterroristas, aún nos falta mucho para luchar contra el consumo y la publicidad que nos invita a ser alcohólicos o adictos a la nicotina. Se también, que muchos de los que me rodean y que estimo mucho, son fumadores compulsivos y que no sacó mucho con pretendidas evangelizaciones o cantaletas recriminadoras sobre sus decisiones de consumo. Ellos son igual de libres en escoger acerca de su destino.

Mi anarquismo, es como una religión que me orienta y me hace tener fe en el ser humano y en la capacidad que tenemos para cambiar nuestro destino. Me levanto y salgo sin miedos a la calle, salgo a trotar por la alameda y me siento pleno de vida y feliz al escuchar el canto de los pájaros. Me impresiona pensar que podrán pasar muchas generaciones y que este planeta aún continuará aquí. Mi esperanza es que ese planeta sea más verde y menos gris. Donde la vida en general vuelva a ser el objeto de nuestro desarrollo y no la búsqueda del poder o del dinero. Ese romanticismo, puede rayarle a muchos activistas que solo hablan de lucha, de violencia, pero no me importa, ya no me interesa encuadrar mi ser libertario en doctrinas filosóficas o políticas, solo me interesa tener la posibilidad de construir mi propio proyecto de vida y de ayudar para que muchos más como yo, gocen de esa posibilidad.
Es domingo. Veo el reloj y me doy cuenta de que aún es muy temprano. Decido arroparme y dejar que el sueño se apodere de mí. A diferencia de muchos años atrás, ahora me siento tranquilo. No deseo huir de mi destino. Ya no siento la necesidad de correr, de evadirme, de negarme. La calle sigue ahí, el barrio sigue ahí, la alameda y el humedal también, yo también continuo aquí, en este lugar. Saldré un poco más tarde hoy y trotaré una vez más.

Saludaré a los pájaros, tendré esos enormes deseos de devorarme el mundo, de vivir la vida de manera intensa, de aprovechar este día porque puede ser el último, intentaré recuperar un poco más de mis pulmones, intentaré oxigenar mis ideas y refrescar mis recuerdos, atrofiados a veces por todo el vacío de la existencia moderna y miraré hacia el horizonte con la esperanza de ver una vez más aquella ave que vive en los viejos árboles que rodean el humedal. Llegaré una vez más a ese parque que ha sido remodelado y me tenderé en el suelo para ver el cielo y las nubes. Realmente este domingo es un nuevo día, un extraño día para volver a nacer, un extraño día para dejar de ser, pero no me importa ya.

sábado, 17 de enero de 2009

EN LA GUERRA NUNCA HAY GANADORES.

El mundo que muchos de nosotros hemos conocido desde niños se ha caracterizado por estar permanentemente atravesado por guerras de todos los tipos y grados de crueldad, similares o peor de crueles a aquellas que nos han contado los historiadores y que sucedieron en otros periodos de nuestra “civilización”.


La transición del siglo XX al XXI, está demostrando una vez más, que la especie humana no ha logrado evolucionar pues su conciencia sigue atascada en el culto al ego y los profundos extremismos de tipo religioso, nacionalista, ideológico, buscando la satisfacción material creyendo que eso es suficiente para alcanzar la libertad o la felicidad.

En la guerra nunca hay ganadores. Todos perdemos, los muertos y desplazados tienen en común el hecho de ser hermanos, de hacer parte de una sociedad planetaria, que ha sido divida por la imaginación del hombre en fronteras, en países y banderas multicolores, que son invisibles en realidad cuando caminamos por las montañas y valles de este mundo que llamamos Tierra.

Al igual que sucede con la guerra civil que existe en Colombia, los fanatismos de derecha e izquierda, abogan por más violencia, por la exterminación del otro, que no tiene derecho a vivir en la misma tierra. Por eso, no estoy a favor de Israel, pero tampoco de Palestina, no estoy a favor de un gobierno autoritario como el que vive Colombia pero tampoco apoyo el gobierno de Venezuela porque es igual de prepotente y cargado de mesianismo. La intolerancia es la misma a pesar de tener ideologías diferentes.
Por eso tampoco estoy a favor de la guerrilla, ni de los paramilitares porque no creo que el uso de las armas resolverá nuestros problemas, por eso estoy en contra también del servicio militar obligatorio, en suma se podría decir que soy un pacifista, pero lejos de atribuirme la causa libertaria de los demás, intento de manera más humilde hacer la transformación interna, la de reflexionar acerca de mí y de lo que pienso frente a este mundo que nos rodea.

Por eso, en estos momentos en que muchos amigos se pronuncian a favor de los palestinos, me preguntó si es realmente justo denunciar esta barbarie por una pobre asociación de los judíos con el fascismo o si realmente sería igual de condenable las muertes provocadas por tanto fundamentalista árabe. Es igual de irónico que una nación víctima del holocausto en la segunda guerra, ejerza tal grado de crueldad para justificar lo que aún no pueden justificar con la razón: la invasión y posesión de una tierra cuyo único titulo de propiedad aparece en un libro de metáforas como es la Biblia.

Hay quienes dicen que la guerra, “afortunadamente” existe y que es connatural a nosotros, que ante la ausencia de una especie que cumpla la función de control demográfico, esta nos permite mantener a raya el desbordante crecimiento demográfico que ya habría hecho colapsar el planeta. Me resisto a creer en ello, pues no creo que una especie tan evolucionada como la humana tenga que recurrir a estas estrategias para no sobre-poblar el mundo. ¿De que sirve tener hijos que serán el día de mañana carne de cañón?

En estos tiempos, en los cuales florece el odio y cosechamos la muerte, me pregunto si vale la pena morir por fanatismos estúpidos o si en realidad lo único que vale la pena, es defender la vida. Por eso, no apoyo las guerras ni siquiera cuando su motivo es supuestamente la liberación de los oprimidos o la lucha contra los sistemas injustos de redistribución de la riqueza. Soy anarquista de corazón y es el amor por la vida lo que me hace buscar mi libertad, he perdido la capacidad de juzgar a los demás y por ende he perdido la facultad para posicionarme y tomar postura por algún bando en esta guerra.


Alimento mi utopía, creyendo que tendremos la posibilidad de ser felices algún día. Que dejaran de existir guerras como la que atormenta a Gaza, a Colombia, a Afganistán y tantos otros lugares del mundo. Todo se encuentra en nuestras mentes, que se resisten a evolucionar a dejar de ser tan materialistas o tan idealistas, es por eso que existen las guerras. ¿Cuánta sangre seguirá corriendo por la búsqueda de la supuesta “libertad”?

miércoles, 14 de enero de 2009

MANUELA, NO OLVIDES TU PASADO.

Manuela, corre por las calles afanada por llegar a su trabajo. Respira el aire viciado de indiferencia, de perfecta anomia en esta gran ciudad. Sabe que no es posible llegar a tiempo y toma un taxi y sin darse cuenta pierde su cartera. Sus recuerdos, las cosas más preciadas de los seres humanos, tirados en alguna cesta de la basura, después de ser despojada de aquellos objetos de valor que pudo encontrar el ladrón o el caminante que se encontró aquello tirado en la acera.

Fotos de personas desconocidas, billetes de otro país, con extraños símbolos o el nombre de alguna personalidad ajena. Cosas que solo son importantes para su propietario, terminan viajando como toda la basura hasta el relleno de doña Juana en Usme. Y mientras tanto, Manuela, hecha de menos sus recuerdos perdidos, preguntándose acerca de lo que será su vida sin pasado.

Empiezan a perderse los recuerdos de aquella niña, que corría en el barrio popular. De esa niña genio que a punta de mucho esfuerzo ha logrado ser alguien en la vida. Sintiéndose tan pérdida entre sus antiguos vecinos, ya no se siente capacitada para soportar más la inseguridad, la cercanía de su familia, la tragedia de aquellas adolescentes que jugaban con ella a las muñecas y que ahora son madres solteras y trabajan en alguna casa de familia al norte. Un destino que ella no quiso y que intenta borrar de su pasado, pero que se diluye así mismo con todas esas alegrías de ser ignorante, de ser un imbécil.

Entre aquellos barrizales, se encuentran los recuerdos de una familia, que al igual que muchas otras llegaron a esta ciudad en busca de un sueño, de una nueva oportunidad, de tener un trabajo, de vivir en paz, de ser felices. Cuerpos gastados por un trabajo que acelera el proceso de envejecimiento ahogado entre las cervezas y el humo de los cigarrillos que se ofrecen cada noche en que las quincenas llenan el bolsillo. Una vida alejada de cualquier seguridad social, en la cual existe la dependencia y la sumisión para sacar adelante la familia, para sacar adelante a Manuela.

Ahora que ya no recuerdas en donde han quedado tus recuerdos, intentas reconstruir lo que quieres, lo que más te gusta o aquello que hubieses deseado que fuera tu pasado. Sin embargo, ¿que queda después de tanto puritanismo hacia la vida? La perfecta felicidad de vivir en un condominio, bajo el anonimato, bajo la soledad y el deseo de vivir todavía más lejos aún de tu familia, allá en ese país europeo que tanta desgracia trajo a tierras americanas. Por que allá también existen recuerdos que te gustaría haber conservado y que se han perdido con la cartera que saquea aquel niño vagabundo en el parque nacional.

Aquella sensación de libertad, de madurez intelectual, la posibilidad de no pagar un peso porque tu lucidez académica te ha hecho merecedora de la beca, mientras que muchas compatriotas se dedican a la prostitución y al tráfico de drogas, gozas de la oportunidad increíble de llegar a la cúspide de aquella pirámide de exclusión que es la educación en este país plagado de oportunistas. Sí, tu memoria acumula experiencias que en suma han modelado tu carrera exitosa hacia la realización parcial de tu estilo de vida favorito.

Hasta donde has perdido ahora, el recuerdo de la miseria, de la pobreza, aquella que experimentaste y que luego fue el pan del cual comiste, al contratar tantos proyectos de capacitaciones que nunca dejaron sus frutos entre hombres y mujeres famélicos que debían dejar de trabajar para participar en esta farsa de democracia, que invierte la mayoría de sus fondos públicos en una burocracia de la cual tu hacías parte. Ahora al ver a la calle, desde tu oficina, te preguntas acerca de los contratos que debes buscar, para poder pagar tus deudas, para recomponer tu maltrecho pasado.

Es tan tedioso tener que hacer algunas cosas, soportar a la gente terca, obstinada, egoísta y mediocre que conforma este país, soportar a aquellos compañeros de trabajo, que no trabajan con pasión, que no están dispuestos a ser pragmáticos, aquellos noños que fingen ser inteligentes y no lo son, o aquellos brutos que realmente no tienen un poco de imaginación o creatividad para un novedoso proyecto de investigación. Esos recuerdos se confunden y se pierden con aquellos colegas que han sido perfectos cómplices en la aventura de vivir, con quienes se han compartido gratos recuerdos y con quienes ya existe un lenguaje invisible marcado por la ceguera que produce tanta intelectualidad.

Alguien ha marcado a tu número de celular, te dice que ha encontrado una cartera y que en ella se encuentra tu cédula y otros datos de contacto y que espera poder fijar una fecha para devolverte un pasado que ha quedado destrozado por culpa de la imprudencia, de este estrés que nos acompaña, que nos llena de un excesivo perfeccionismo y que nos impide dejar de pensar en como planificar cada acto de nuestra vida. Estabas tan pendiente planificando que olvidaste tu pasado y lo dejaste olvidado afuera en medio del ruido de un mundo que no se interesa por escuchar tus enseñanzas, ni tampoco la importancia de querer ser como tú.

¿De donde vienes? Viviste en medio de la inseguridad y te aterra pensar que quieren timarte, que desean aprovecharse de tu pasado para robarte tus posesiones materiales. Sin embargo, a cambio de unos pesos, el delincuente te ha devuelto tu vieja cedula y unas tarjetas debito y crédito que hace tiempo has bloqueado. Es esa inseguridad tan distinta a la de quedarse sin trabajo, la de pensar en como alimentar a tus hijos, la de saber como putas vas a pagar el alquiler, la de saber si Manuela me llamará para hacerle la limpieza a su casa, de saber si necesitaran a alguien este año para trabajar en el aseo de la casa de la empresa donde trabajas o para vigilar la puerta de este conjunto cerrado donde miles de corruptos políticos se quedan con el esfuerzo del trabajo de muchos imbéciles que buscan ser felices en medio de la porquería.

Manuela, recuerda en este momento la cara de una campesina, preguntándole por el proyecto de vivienda que se quiere hacer en la vereda. Recuerda además a los niños y niñas de cachetes rojos, sonriendo a la cámara. Aquella fotografía tan bonita para acompañar el informe de gestión que estas elaborando o la cartilla de participación ciudadana que elabora tu amigo y amante. Sí, es una bella foto, pero en realidad tu silencio le dio a entender a la campesina que todo este proyecto era resultado de la necesidad por utilizar un recurso público en procesos de generación de identidad de veredas que están a punto de ser destruidas por la expansión urbana de la capital.

La campesina ha seguido su lucha, liderando la organización política y sin querer defiende no solo los intereses de los pocos campesinos que quedan sino que de manera oportunista los de algún rentista terrateniente. Pero para Manuela, todo está bien, dices que hiciste lo adecuado, el cumplimiento de tus metas es suficiente para olvidar los padecimientos actuales de personas que creen en tu discurso y que tarde o temprano se desencantan al darse cuenta que no es verdad. Así es la vida. Es cruel, no puedes pensar aquello que debes sentir, no debes sentir aquello que debes pensar y dices con profunda ironía, que nadie puede cuestionar lo que has hecho, que tu profesión tiene en últimas una orientación de ayuda comunitaria y que no puedes cambiarlo todo, que la gente debe ayudarse, que después de casi 20 años de dedicación se requiere aún más tiempo y recursos para que la gente se apropie de lo público. Tú, nunca necesitaste tanto tiempo y has llegado a serlo todo gracias a lo público, irónicamente.

Sí, acaba de empezar un nuevo año y en tu primer día de trabajo ya estarás cansada, dispuesta a sacrificarte para conseguir tus sueños. Dispuesta a regresar a aquella ciudad ibérica, a redefinir tu vida sentimental, a crear una ONG porque no te gusta el trabajo en lo público, a dictar conferencias o ser invitada a ser relatora de las mesas inter-insitucionales que emiten tantas normas que son imposibles de acatarlas todas. El mundo seguirá girando a tu alrededor y tal vez se haga más hostil a tu discurso, tal vez aún queda algún lugar de la ciudad a donde llevar tus cursos, tal vez en tu propio barrio, aquellas personas de las que tanto te has alejado, se conviertan en el sujeto político de tus elevadas reflexiones sobre participación.

Los recuerdos de tus vecinos también saldrán a la luz pública, algunos cargados de envidia, de resentimiento porque tú lograste salir adelante, otros de indiferencia porque te desconocen, porque se han olvidado de ti, porque no eres nadie para ellos y ellas. Solo una doctora que habla muy bonito y que nos dice que si nos interesa reclamar más atención del alcalde debemos dejar de tomar cerveza para pensar y hacer el ejercicio de cartografía social.

Claro, algunos cuya formación ha sido la calle, te reclamaran tu abandono, tu salida del barrio, de pronto te puedes sentir juzgada y condenada a la vez, en ese desenfrenado afán por dejar atrás tu miseria, que a pesar de estar revestida de progreso material no deja de inundar tus sueños y pesadillas. Manuela, eres una traidora, tu causa es la de tantos otros seres egoístas que se aprovechan de la pobreza ajena para ser ricos, bien sea porque creen que el trabajo intelectual es más importante que el físico, bien sea porque criticaste el activismo y caíste en la ceguera de ser imparcial, de nunca tomar partido y te quedaste en un vació del que nunca saldrás.

Esas organizaciones de mujeres, que se resisten a dejar de participar y que combinan su vida familiar, con las oportunidades comunitarias, te reclaman una visión de género que no sea impuesta por el organismo internacional sino adquirida por la mezcla del sentir en carne propia y el dialogo que parece tiempo “perdido” en tu agenda planificada de asuntos por atender. Un poco de descontrol no te caería mal si pudieras aprender de tus errores y no sólo de tus éxitos. Pero tu vida es casi perfecta, haces lo que quieres y gozas de autonomía para soñar con un mundo al cual apuestas y que esta detrás de todas las cosas que haces. Te dices a ti misma que eres realista, que de nada sirve ser utópica, que el mundo no será mejor, sino que solo podemos intentar que sea menos peor de lo que ya está y así te vas volviendo la experta, mientras tu cabello deja de ser castaño.

Debes reconstruir tu pasado, intentar borrar aquello que ya no va contigo, pues ahora eres alguien, debes convencerte y convencer a los demás de esa verdad. Se convertirá luego en un hecho, cuando consideres que tu pasado ha dejado de ser triste y traumático, cuando solo mantengas en la memoria una fantasía y que luego de repetirla un millón de veces, no quede duda de tu origen, un origen cargado de falsa nobleza. Un pasado donde la memoria se entreteje con el olvido y te evita preguntarte al espejo ¿Quién soy yo? ¿De donde vengo y para donde voy?