jueves, 28 de julio de 2011

La planeación territorial y la emergencia de intelectuales orgánicos

Este es un artículo de opinión y por tanto las afirmaciones hechas aquí deben ser tomadas como si fueran hipótesis. Solo una investigación más estructurada podría darnos algún soporte científico para llegar a unas conclusiones más contundentes. Sin embargo, quiero hacer uso de mi derecho de expresión sobre todo por estar inmerso en el mundo académico y en particular de la economía urbana y el interés que siempre he sentido por reflexionar sobre la participación en la planeación territorial.

Mural democracia participativa, Patio Bonito, Bogotá 2010
Hecha la anterior advertencia, quiero compartir una serie de reflexiones que surgen a partir de la lectura de Gramsci y sus conceptos de revolución pasiva, hegemonía e intelectual orgánico. Para ello invito al lector a considerar en primer lugar la planeación territorial como una actividad donde tiene lugar un conflicto entre las diferentes facciones que componen las clases dominantes de Colombia. Con la constitución de 1991 y la posibilidad de introducir mecanismos de participación comunitaria, las expectativas por dar voz al resto de la sociedad, permitían albergar esperanzas por una construcción del futuro más pluralista. Hoy por hoy, los escándalos de corrupción y la pobreza generalizada en gran parte del territorio, nos llevan a preguntar si finalmente esas buenas intenciones fueron en realidad una estrategia de las elites para seguir ejerciendo su hegemonía.

La revolución pasiva

La revolución pasiva es un término empleado por Gramsci para designar el proceso por el cual tiene lugar una reorganización constante del poder del Estado -en su relación con las clases dominadas- para preservar la hegemonía que ejerce la clase dominante y excluir a las masas de la posible influencia que puedan alcanzar sobre las instituciones económicas y políticas.

Amanecer, Municipio de Pauna, Boyaca, Colombia
El uso de la fuerza represiva por parte del Estado, para preservar el poder, tiene que complementarse con la función educadora, que lleve a la construcción de determinados consensos transversales a toda la sociedad. Tenemos entonces un Estado que castiga, que educa, que racionaliza nuestras conductas y por tanto construye un sentido común donde los intereses antagónicos desaparecen para dar una imagen de unidad donde los explotados terminan defendiendo los intereses de sus explotadores.


Sin embargo –nos recuerda este autor- las clases dominantes están dividas en grupos más pequeños. Algunos tienen un liderazgo moral e intelectual y por ende generan una visión del mundo que se impone al resto, sin la necesidad del uso de la fuerza. La dominación ideológica es llevada a través de la escuela, de los medios de comunicación, la cultura y a través de políticas reformistas. Es así como se ejerce la hegemonía, es así como se impone una ideología.

¿Planificación participativa para qué?

A partir de esa lectura del estado y de cómo las clases dominantes imponen una ideología y ejercen su hegemonía, nos podemos preguntar si finalmente los esfuerzos por abrir la participación al resto de la sociedad, terminaron convirtiéndose en una estrategia para preservar el control de los territorios y sus recursos.

La tensión entre las elites regionales y el gobierno central, evidencia esa fractura que existe al interior de los grupos que dominan el país. El ascenso de los nuevos ricos que se han beneficiado de las ganancias que deja el comercio de la droga y las viejas familias que ejercen el gamonalismo y el clientelismo a nivel regional se enfrentan a los grupos que tienen su sede en la capital.

Municipio de Pauna, Boyaca, Colombia
La constitución de 1991 permitió que la voz de las comunidades -excluida de los pactos que tenían lugar a puerta cerrada- fuera incluida con el propósito, de alcanzar consensos democráticos sobre el futuro regional y urbano. Sin embargo, la participación se ha limitado a una simple validación del libreto que ya trae el estado. Un libreto elaborado y reelaborado por las mismas elites que siguen disputándose el poder y la hegemonía y que ahora deben batirse en una arena que es más pública pero no necesariamente más participativa.

En ese juego de intereses, cada fracción trata de hacer prevalecer sus discursos y de convencer a las comunidades de apoyarlas: En ese sentido la función educadora de los partidos políticos y de organizaciones comunitarias, algunas de ellas con apoyo de ONG se ponen a prueba en cada escenario abierto por el estado. La idea es convencer a los demás que el interés particular puede ser el interés general y que su defensa conllevará los beneficios al conjunto de la sociedad.

Ahora bien, la estrategia empleada para conseguir ese objetivo ha sido la cooptación de los pequeños brotes de ejercicio ciudadano y de manera particular de los liderazgos comunitarios. No significa que todos esos líderes hayan sido ingenuos, pues existían ya bases para que desde las comunidades la respuesta fuese positiva al coqueteo de la corrupción y del favorecimiento personal, a partir de ese rol que se ejercía a favor de terceros. Pero teniendo en cuenta que, para otros la expectativa de la planeación participativa aparecía como una posibilidad para democratizar la sociedad, como un campo de lucha política, es necesario dar cuenta también de aquellos que aceptaron el reto de entrar al estado y de los retos que han enfrentado frente a esos vicios que ya trae nuestra manera de gestionar lo público.

La cooptación es una de las estrategias empleadas por las clases dominantes para alcanzar los consensos que se requieren a nivel del colectivo. En ese sentido, los líderes comunitarios que comienzan a trabajar para el estado se ven ante la encrucijada de defender los intereses de sus comunidades y los de su empleador. No es extraño ver esa situación en el caso de Bogotá, donde se ha desarrollado una gran institucionalidad participativa involucrando liderazgos comunitarios que antes ejercían su actividad al margen de la esfera estatal con relativo reconocimiento entre sus comunidades.

Intelectuales (planificadores) orgánicos

Frente a la dictadura que podía ser establecida por los comunistas en la Unión Soviética a nombre del proletariado, Gramsci señalaba los riesgos que se corrían dejando el poder en manos del partido y de una clase directamente beneficiara de él, pues podían perpetuarse en el poder y nunca acabar con el estado. Uno de los argumentos que justificaban esa transición según los intelectuales del partido era que los sectores proletarios carecían de intelectuales que les guiaran en ese proceso. Por tanto ellos debían asumir esa dirección. Así pues, intelectuales surgidos en la clase burguesa dirigieron las revueltas proletarias. Frente a esa situación Gramsci proponía la formación de un tipo de intelectual que surgiera entre la clase operaria y no fuese cooptado por las clases dominantes. Su tarea sería la de construir con sus comunidades otra ideología que pudiera ser contrahegemónica.

Bosa San Bernardino, Bogotá, 2009
Retomando de nuevo el caso de Bogotá, es preciso recordar que no cualquiera puede trabajar en el estado. Así pues, los profesionales que han surgido en los barrios populares y que cumplen con el doble requisito de formación académica y trabajo comunitario son altamente valorados por el estado que se siente incomunicado para adelantar sus procesos de planeación participativa. Con la salida de estos profesionales del campo comunitario se pierde una enorme posibilidad de procesos independientes. No obstante, es justo decir que muchos consideran que su entrada al aparato burocrático puede ayudar desde adentro de la institucionalidad y otros más pueden sencillamente utilizar su trabajo comunitario como plataforma para mejorar sus condiciones laborales sin considerar ningún conflicto al asumir ese nuevo papel.

Con todo y esta variedad de situaciones, podemos agregar que al igual que sucedía en el contexto de análisis de Gramsci, esa cooptación permite que finalmente quienes han ejercido el poder, logren conservarlo sin mayores amenazas en la medida que controlan los posibles liderazgos que van surgiendo desde los grupos históricamente excluidos. Cualquier intento de desacato fácilmente lleva a la sustitución del planificador por otro técnico mientras que la generación de un nuevo líder comunitario puede tardar mucho tiempo.

¿Ante ese panorama que hacer? No solo se vive la amenaza física por parte de los actores del conflicto armado, sino que ahora el reconocimiento estatal también limita el accionar de estos líderes. Ni hablar de la corrupción o el clientelismo que han sabido acomodarse a esta nueva forma de gestión para seguir apropiando indebidamente las rentas públicas.

Un intelectual orgánico, surgido en los barrios populares o en la vereda campesina debe ante todo conocer muy bien el lenguaje técnico de la planificación. Es necesario para poder manejar un mismo nivel de interlocución, pero debe tener la capacidad para traducir los contenidos y las demandas de sus comunidades en ese esquema. Este líder hace las veces de un traductor intentando colocar cada pieza del rompecabezas en las fases técnicas del proceso participativo. Las experiencias muestran que es muy difícil cuando esos planificadores son externos a las comunidades, pues hay una mirada diferente y un proceso de reinterpretación que a menudo es incompatible con lo que realmente se dijo. Cuando el profesional se va, las comunidades vuelven a quedar aisladas y se pierde de horizonte la fase posterior al ejercicio participativo. Esa situación puede cambiar cuando ese planificador sigue viviendo con las comunidades y eso es más fácil cuando ese personaje es también residente.

Pero la salida del barrio o del municipio es una opción válida incluso para los líderes comunitarios. Dado ese capital social, intelectual o humano se diferencian del resto de la población y al estar en contacto con las clases medias o altas pueden fijar un estándar de vida que intente emular esos estilos de vida consumistas. Ello sucede independiente del partido político y es así como esos liderazgos en plena vía de ascenso social terminan jugando el rol de una nueva clase media con intereses particulares a defender y que son validados positivamente por la sociedad. Se recomienda que en la medida de lo posible quienes puedan hacerlo, salgan de los barrios pobres, dejando atrás a quienes son percibidos como perdedores, fracasados o como una amenaza. El resultado final es una comunidad sin liderazgos y unos líderes desclasados que a pesar de hablar de sus comunidades cada vez están más lejos de ellas. Vivir la cotidianidad del barrio es fundamental aunque casi nadie presta atención a ese factor, compartir el día a día es vital para sostener las redes y quienes se van tarde o temprano serán extraños a lo que acontece allí.

Finalmente

Ya podemos imaginar la recomendación que surge a partir de estas reflexiones. Para un intelectual orgánico, para un planificador surgido desde los barrios populares o las veredas campesinas, será fundamental su permanencia en el territorio en el cual ha surgido. Sus posibilidades de ascenso social y/o económico pueden ayudar a valorizar sus territorios en la medida en que promueve la heterogeneidad social y no ese aislamiento de los pobres en su propio lugar de residencia. Si finalmente su interés personal es más fuerte que el de la colectividad y quiere salir, puede hacerlo, pero asumiendo el costo de perder representatividad en ese espacio. Tal vez logre consolidarse e ingresar a formar parte de las clases medias pero difícilmente contribuirá a mejorar las condiciones de los excluidos pues la posición de cada actor es vital en este juego de representaciones.

Municipio de Pauna, Boyacá, Colombia 2009
Si algo ha sido constante en la historia de la planeación territorial, es que los sectores de menores ingresos siempre han tenido que vivir sin voz. Ahora que se les invita a hablar, se les entrega un libreto pre-elaborado y cuando tienen la posibilidad de que un líder ayude en la realización de una contra propuesta, la historia termina teniendo el mismo final. Existen quienes proponen crear espacios ajenos al propuesto por el estado, esa es una salida, otros rechazan utilizar el mismo lenguaje técnico de la planeación y finalmente estarían quienes seguirían considerando que estar dentro del estado es una oportunidad para cambiar la realidad de desigualdad que nos caracteriza.

Cada líder comunitario debe realizar constantemente un ejercicio de auto-critica, de auto-reflexión que le lleve a revisar cuáles son sus objetivos, sus metas. La movilidad residencial, el cambio de barrio se ha convertido en un elemento importante para validarnos socialmente. Salir del barrio popular para el conjunto residencial demuestra que somos exitosos y que dejamos atrás la pobreza para pretender ser reconocidos por quienes están encima ¿Pero es eso finalmente lo que se busca? ¿La estrategia del liderazgo finalmente va hacia allá?

Existen muchos motivos para explicar los cambios residenciales, pero dejándolos a un lado y centrándonos en el factor de prestigio que confiere la ubicación espacial, debemos cuestionar entonces esos liderazgos que se valen del discurso de lo popular para saltar hacia una clase media consumista. Es una inconsecuencia de primer grado presente en grupos de derecha como de izquierda. Si algo puede ayudar a pensar en un intelectual orgánico ha de ser en un fortalecimiento aún mayor con el barrio de quienes se dicen trabajar por él. Serán los primeros en promover que quienes mejoren socialmente se queden y contribuyan para que ese lugar mantenga la vitalidad necesaria y en el caso que la relación con el estado sea estéril, promover aquellas iniciativas independientes que ayuden a construir unidad. 

Este pequeño acto de rebeldía frente a la cultura que asocia ascenso social y localización residencial puede ser aunque parezca insignificante o imposible un punto de partida para luchar contra la cooptación, puede extenderse a un cuestionamiento de todo un estilo de vida impuesto desde el mercado y llevarnos a construir otra ideología. No hay evidencias que puedan demostrar esta sugerencia pero al fin de cuentas es una opción que puede evaluarse y mejorarse o sencillamente reelaborarse en la medida en que el proceso de reflexión de estos líderes tenga un espacio en medio de tanto activismo.