lunes, 24 de diciembre de 2007

Un día en que la escuela y el lugar de trabajo dejarán de ser cárceles.


Hernando Sáenz Acosta

Luces amarillas, estado de indecisión, un tráfico caótico en una ciudad desértica, la luz del sol se desvanece tratando de penetrar en aquellos oscuros rincones, en aquellos fríos corazones de hombres y mujeres rudos que caminan como esclavos hacia la prisión moderna que los trata despectivamente como simples oficinistas.


Al amanecer, dejando aún a sus seres más amados o más odiados, perfilan su mirada, afeitan sus aspiraciones y perfuman su trato hacia el jefe, para salir corriendo a embutirse en un Transmilenio, escuchando su música favorita o la entrevista al Presidente por el cual han votado a cambio del puesto ahora conseguido. Otros se dedican a dormir y soñar con las imágenes de chicas sensuales, de días soleados o de unas merecidas vacaciones, unos pocos sueñan con ser libres, tener la posibilidad de putear a su patrón y desinhibir su frustración por la espera de un nunca llegado ascenso laboral.

Como una insípida masa compuesta por las añoranzas de hombres que sueñan con la felicidad, el sistema se alimenta y los vomita a la hora del almuerzo. Desfilan por restaurantes, a la espera de poder olvidar la presión de la mañana. La atracción de novedosos platos, de tarifas aparentemente económicas los hace deambular por el boulevard, allí se les ve, todos uniformados, con sus corbatas bien anudadas, con los trajes más limpios y ellas, desfilando en la pasarela de la moda ejecutiva, deseando ser deseadas por los altos ejecutivos, deseando poder alcanzar la gerencia, comprar el auto o la casa. Sin embargo, se pueden apreciar algunos y algunas disidentes, que sobrevuelan por encima de esta masa amorfa, desafiando este conformismo de dejar que la vida pase sin ningún sentido.

Luces de neón, estado de excitación, la putrefacta ciudad se maquilla con un poco de rubor, desea verse sensual en el atardecer, para seducir al oficinista consumista que ha permanecido más de ocho horas trabajando y desea liberar su anomia con la capacidad de consumo que le ofrece el capital. Parejas entrando en las tabernas, danzando y sudando, mezclando sus olores sin más pudor, sin más inhibición. Aún queda algo de estos seres humanos dispuestos a morir alcanzando el cielo en cada acto de amor. A pesar de todo aún queda tiempo para salir con los hijos, con los padres o con la pareja, a pesar de todo se resisten a perder su identidad, lo que los hace únicos y tratan de suavizar un poco su corazón, infectado por la luz del ordenador y el maldito y molesto timbre del teléfono que nunca deja de sonar.

En esta ciudad, que se llama Bogotá, la vida se desenvuelve vigilada desde el cerro de Monserrate y Guadalupe, el frío y el granizo que cae, ofrece un espectáculo invernal ajeno al trópico, pero muy propicio para los Andes. Los deseos de superación que ofrece la educación se pagan aniquilando el tiempo de intimidad individual. El trabajo esclaviza y no libera, deja de ser un acto creativo y se vuelve un conjunto de acciones repetitivo, que se parece mucho a la fábrica en la ciudad industrial. Aquí también contamina el ambiente, se van aniquilando las conciencias, se empobrece la vida y las plantas y flores se marchitan lentamente abandonadas por el estrés que no deja tiempo para admirar su belleza.


Para conservar unos ingresos de subsistencia, se requiere la mayor docilidad, la más apática indiferencia, las quejas se mencionan pero las acciones nunca se dan. La inseguridad es la reina que somete y domina a quienes deben trabajar incluso en día festivo. A pesar de que es un bello día, solo lo pueden contemplar desde la ventana, no hay tiempo para soñar, el gabinete espera y es hora de proponer un nuevo modelo de evaluación. De frenar los deseos de cambiar la realidad de este país, para convertirse en cómplice de su devastación. Todo por ese celular de moda, por ese niño que llora, por esa mujer o ese hombre que adoras.

Me gusta sobrevolar por entre los edificios, se ven como colmenas y en su interior cientos o miles de abejas (zánganos y obreras) viven sin saber que yo los observo. Me asfixia el calor y me enfermo cuando prenden el ventilador. Me he sentido a menudo solo, pero esta vez no. Existen compañías amables a pesar de que estés en el centro de la muerte y al subir el ascensor veo mi figura distorsionada por el espejo, aprisionada por el miedo que me causan las personas superficiales y la fobia a estar encerrado en un espacio como ese.

Cuando la luz del sol parece desvanecerse, ocurre que ésta se filtra por los millones de cristales que caen desde el cielo. Pienso en mi bella princesa y me imagino caminando en el arco iris, en busca de aquella olla, cuyas monedas me permitan comprar un momento para abandonar este lugar y acariciar su piel como una leve brisa. Cuando me doy cuenta que nuestro trabajo ha sido subvalorado por un superior, deseo convertirme en oxigeno para poder infestar sus pulmones y cerebro y sacarlos de su estúpida visión del mundo, caracterizada por la humillación a quienes creen que gobiernan o dirigen. Sin embargo, me aniquila la indignación y me consuelo pensando que es temporal.




El miedo a ver mis alas cortadas, a inhibir este deseo de movimiento por el mundo a cambio de tener el trasero tibio y la mirada gastada por la radiación, me consume y deseo encogerme como un feto y olvidarme de la pobreza que me rodea. Trato de aferrarme a lo bello de este mundo, a la inmensidad del océano, a la imaginación artística que me permita componer algún escrito y sueño con el día en que los hombres y las mujeres puedan salir en un día común y corriente a pasear con sus hijos, un día en que la escuela y el lugar de trabajo dejarán de ser cárceles. Un día en el cual sea más importante tener la capacidad de elegir la forma de vida y no tener que vivir la vida que le toca a cada uno. Un día en que tu bella sonrisa no sea un recuerdo de cuando éramos niños o de cuando nos conocimos sino una realidad que perdura porque somos seres humanos dispuestos a vivir felices hoy y no en el futuro cuando todos estemos muertos.